14 de Abril en un complicado año para la izquierda española

 Miguel Sarria.

 

Ante el 14 de Abril que se celebra hoy, donde se conmemora la proclamación de la II República Española, quiero transmitir una reflexión sobre lo que significa el republicanismo en nuestro país y como puede ser un referente útil para los partidos de izquierdas ante la difícil tesitura en que ese encuentran en el complejo panorama político nacional.

El republicanismo no solo es el sistema de gobierno donde la jefatura del estado es elegida de forma democrática sino que implica también una serie de ideas e instrumentos con los que debe de contar el Estado para proteger a las personas débiles, a las minorías y a las clases sociales menos favorecidas de los abusos de los poderosos. Algunos de estos elementos son la separación de poderes, la igualdad de todas y todos ante la ley, el estado de derecho, el laicismo o la libertad de expresión. Si no confluyen, nunca se tratará de una verdadera República.

Estos principios ya formaban parte de los que defendían los constitucionalistas que a principios del XIX luchaban contra el absolutismo, la inquisición, el antiguo régimen y los abusos de la nobleza y la iglesia. A mediados del dicho siglo apareció el republicanismo propiamente dicho, que siguió reivindicando estos valores hasta la primera mitad del XX, junto a los partidos obreros que también defendían al sector más débil y oprimido de los abusos del caciquismo. Se pusieron en práctica en los dos periodos republicanos, consiguiendo importantes avances, sobre todo en el segundo, pero se perdieron por el infausto y criminal golpe de estado de Franco. Durante la dictadura franquista, estos planteamientos también fueron asumidos por la oposición, en el exilio y la clandestinidad, en su reivindicación de la Democracia, para proteger al pueblo de la represión, de la arbitrariedad y las injusticias del régimen de Franco.

En la actualidad vivimos un estado cuyo ordenamiento jurídico recoge gran parte de estos principios, pero cuya jefatura no es elegida de forma democrática debido a las cesiones que tuvo que hacer la oposición en la Transición. En la práctica, estos principios se han ido desarrollando, algunos con mejor y otros con peor fortuna, pero, últimamente, se están viendo amenazados por diferentes frentes.

Por un lado, los sectores más conservadores de nuestra sociedad, con el PP y otros partidos de derechas, muestran un total desprecio hacia principios como la igualdad ante la ley y la separación de poderes, con su corrupción endémica. Sus reformas laborales han roto consensos y pactos sociales y generacionales. Han promulgado leyes como la “ley mordaza” que pone en entredicho la libertad de expresión y jalean sentencias desproporcionadas a tuiteros y cantantes al amparo de esta. Además, es nula su voluntad de avanzar hacia un estado laico y son totalmente contrarios a debatir sobre una jefatura de estado más democrática.

Pero por otro lado, el independentismo catalán, que aunque habla de un estado republicano, también muestra una total falta de respeto por los demás elementos de una República en su proceder. Plantean la creación de un nuevo país a la medida de sus élites despreciando la separación de poderes y al estado de derecho. Rompen el principio de igualdad de todos ante la ley, defendiendo que a su President no lo puede perseguir un juez, lo que le convierte en algo más parecido a un reyezuelo que a un presidente de una República, o niegan la libertad de expresión y la ciudadanía a las minorías y a los que no piensan como ellos.

Por desgracia, el enfrentamiento entre el nacionalismo catalán y el español es lo que está copando el debate en el actual panorama político y los partidos de izquierda corren el peligro de verse descolocados ante esa coyuntura. Si se posicionan del lado del nacionalismo español, rancio y conservador, perderán el favor de los sectores más progresistas de la sociedad. Pero si lo hacen del lado de los independentistas, las clases trabajadoras les abandonarán porque el independentismo es contrario a sus intereses, además de que estas masas sociales se encontrarán faltas de referentes con los que identificarse.

Por eso creo que reivindicar, junto con el resto de causas económicas y sociales, los valores del republicanismo puede ser una alternativa para los partidos de izquierdas para tener una posición propia ante este fuego cruzado. Manuel Azaña dijo: “El patriotismo es una disposición del ánimo que nos impulsa, como quien cumple un deber, a sacrificarnos en aras del bien común” y también que “nadie tiene el derecho de monopolizar el patriotismo”.

Así pues, deben reclamar, como si fuera otro tipo de patriotismo, esos valores, los de la II República, una España unida, pero como espacio común de progreso y justicia social que reconozca la cultura de todos sus pueblos. No como el patriotismo de la derecha que entiende España como espacio para su abuso y que solo reconoce una sola cultura: la nacionalcatolica. Esto creo que ayudará a que los partidos de izquierdas superen esta coyuntura tan complicada en la que se encuentran.

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