18 julio: Queipo y su sicario «Criadillas» abren ‘La corte del Terror’ donde desaparece Blas Infante

por Alejandro Delmás Infante

Domingo 18 de julio de 2021. Cuando se cumplen 85 años del sábado 18 de julio de 1936, no muchas más reflexiones quedan por hacer. Entre ellas, que cuando aún continúan los trabajos de identificación y ‘desenterramiento’ en la llamada Fosa ‘de Pico Reja‘, en el Cementerio Municipal ‘San Fernando’, en Sevilla, nadie conoce a ciencia cierta el paradero del cadáver del notario Blas Infante Pérez. Esto, por citar un solo nombre de los más de 45.500 ejecutados por los sublevados en Andalucía y arrojados a 708 fosas comunes, con más de 50.000 refugiados más unos 100.000 trabajadores esclavos y otros 60.000 más expoliados y ‘depurados’: entre estos últimos -y también, entre los primeros-, el propio Infante, cuya familia aún debería de recibir por sentencia del 4-5-1940, de parte del Tribunal de Responsabilidades Políticas, la condena a un pago de 2.000 pesetas de aquella época (entre 300.000/400.000 € actuales) por ‘un caso de responsabilidad política de carácter grave’. De resultas de esta sentencia, la familia de Blas Infante acabaría siendo expulsada de su vivienda de Coria del Río, ‘La Casa de la Alegría’ o ‘Dar Al-Farah’ por un embargo judicial que después amortizaría mediante préstamos, donaciones y ventas de otras propiedades.

Pero, por los datos existentes y de haber estado vivo, probablemente Blas Infante tampoco habría sido ese ‘primer presidente de Andalucía’ que certeramente y poco antes de su muerte apuntaba el  ex ministro Manuel Clavero Arévalo cuando declaraba: «Andalucía es una nacionalidad tan histórica, tanto como puedan serlo el País Vasco y Cataluña. Antes de la Guerra Civil ya tuvo su Estatuto, el de Ronda. Y tenía un primer presidente, que fue Blas Infante; sólo la Guerra y la muerte de Infante pudieron parar ese proceso, que ya se encontraba en vías de realización».

A Clavero, sin una sola duda, le hubiera gustado ser ministro, consejero o colaborador en la emocionante, onírica Andalucía ‘infantiana’. Sin embargo, se le acaba de proponer (tras su reciente fallecimiento) como nuevo ‘Padre de la Patria Andaluza’ por personas con cierta reputación de seriedad. Pero la presidencia de Infante y -de paso- ‘su’ Andalucía hubieran sido bastante inviables. Como en el caso de los huesos del notario de Casares, no cabe hacer afirmaciones sólidas. Aunque quizá… sí caben afirmaciones con cierta base, dentro de la imagen emotiva que unos pocos andaluces guardan de toda esa ‘desbandá’ y desaparición masiva de asesinados, represaliados, desaparecidos y ‘depurados’. Es imposible que todo quede en la memoria y mucho menos en la memoria de los medios de comunicación. Pero, aunque atenuado, ahí queda ese rastro de la emoción, el que tal vez se expresaba certeramente en estas palabras de otro reciente fallecido, el soberbio autor teatral Salvador Távora Triano, del sevillano Cerro del Águila: «El hecho fundacional significativo de Andalucía fue la muerte de Blas Infante. La muerte de Infante fue como el hundimiento de una herencia o una historia… de la vieja Andalucía. Como la gran catarsis que debió haber conducido a un renacimiento que hasta ahora no se ha terminado de cumplir».

Pero los quiebros, pensamientos y fluctuaciones que pueden tener un efecto interesante en las declaraciones emotivas de políticos más o menos interesados, catedráticos y artistas… resultan bastante desastrosos a la hora de enfrentarse a la dura realidad de un pelotón de fusilamiento o la misma maldición de los Infante, en la que no muchos creen. La muerte o asesinato de Blas Infante tuvo mucho que ver con una estructura social de una ciudad, Sevilla, en los años 30 del Siglo XX… que ha ido perdurando como si se tratara de un abanico o un paipay o como los clarines de la Maestranza, hoy silenciosos desde el verano de 2019.  Blas Infante quiso modificar alguna parte importante de aquella estructura social sevillana y -por extensión- andaluza. Y esto resultó ser su perdición.

Está contrastado que, desde su casa en los cerros de Coria del Río, ‘Dar Al-Farah’, ‘Villa Alegría’, como se quiera, Infante intentó acceder varias veces al ojo del huracán donde se ventilaba el destino de Sevilla: a partir del mediodía del sábado 18 de julio de 1936; y siempre tenía que volverse atrás con su automóvil ‘Packard’ ante las barreras militares (de sublevados) que ya encontraba, por ejemplo, en los accesos por Triana, por el barrio del Tardón. A partir del domingo 2 de agosto de 1936, Blas Infante Pérez no sólo pudo pisar Sevilla: se vio obligado a ello… y dando gracias a que no le fuera aplicada la ‘Ley de Fugas’, el tiro por la espalda.

Ese domingo 2 de agosto, la Jefatura Territorial de Falange Española de las JONS escribe directamente al Comisario y capitán Manuel Díaz Criado (‘Criadillas’) un oficio con las siguientes líneas: «Sr. Comisario D. Manuel Díaz Criado. Sevilla.

Adjunto la denuncia presentada contra D. Blas Infante Pérez, individuo peligroso, del cual Vd. tendrá conocimiento por tratarse de un elemento bastante conocido.

Se lo envío a esa Comisaría a fin de que se le haga ficha y pase informe a la autoridad militar. Le saluda atentamente el Jefe Territorial. ¡¡Arriba España!!»

Esta es la temida y sanguinaria firma de Diaz Criado, «Criadillas».

La firma autógrafa del oficio falangista dirigido a Díaz Criado corresponde al extorero -trianero- y banderillero (en las cuadrillas de ‘Pepe El Algabeño’ y de Juan Belmonte) Joaquín Miranda González, en esos momentos Jefe Territorial de Falange. Ese mismo domingo 2 de agosto de 1936, cuando la familia Infante García (Blas Infante/Angustias García Parias) celebraba el día del santo de la niña María de los Ángeles Infante, nacida en 1930, en Isla Cristina, Blas Infante, hoy oficialmente ‘Padre de la Patria Andaluza’ -y diríamos que de un Estado Andaluz, si lo hubiera y tal como Clavero soñaba-, Infante fue sorprendido, golpeado y sacado a viva fuerza por un pelotón de falangistas de su residencia en el ‘Recreo Santa Alegría‘, ‘Dar Al-Farah‘, ‘La Casa de la Alegría’ en una loma del término de Coria del Río, Sevilla. Todo, precisamente, entre albercas, azofaifos y palomas y frente al cerro donde se alzaba la casita del famoso pintor y dibujante coriano Andrés Martínez de León, después también condenado a muerte. Ese pelotón lo mandaba el famoso sargento Crespo, bajo órdenes de que Infante no llegara vivo a Sevilla.

La firma autógrafa del oficio falangista dirigido a Díaz Criado corresponde al extorero -trianero- y banderillero (en las cuadrillas de ‘Pepe El Algabeño’ y de Juan Belmonte) Joaquín Miranda González, en esos momentos Jefe Territorial de Falange

El notario Blas Infante (entonces, 51 años recién cumplidos, tras la Asamblea de Ronda, los Centros Andaluces, la bandera verde, blanca y verde, el Himno de Andalucía, el Complot de Tablada, cartearse con Mahatma Gandhi y no sé qué más…) sí llegó vivo a Sevilla: con su chaquetilla gris de lino y de entretiempo. En primera instancia y hasta el Ayuntamiento de Coria del Río, Infante sobrevivió por intercesión de personalidades tan honorables como el influyente político Ángel Camacho Baños y Miguel Delmás Pardo: este último, alcalde a la sazón de Coria del Río.

Pero, tras pasar por el Ayuntamiento coriano, el Centro de Detención (acuartelamiento falangista) de calle Trajano y el Cine Jáuregui, Infante ya no volvería a ver a sus hijos, Luisita, Mariquita de los Ángeles, Blasito y Alegría. En plenas Cabañuelas de Agosto, a Infante le había atropellado y le iba a devorar la hermética ‘justicia’ de la sórdida maquinaria hispalense que el propio Nicolás Jesús Salas (director de ‘ABC de Sevilla’ entre 1976 y 1985) iba a conocer como ‘La Corte del Terror’. ‘La Corte’, en otras palabras, de Gonzalo Queipo de Llano, General Inspector de Carabineros, de la 2ª División Orgánica y del Ejército del Sur.

EL ROL DE DÍAZ CRIADO

¿Qué papel jugó el bajito, semienano capitán africanista Manuel Díaz Criado, ‘Criadillas’, en la desaparición de Blas Infante? «Sé que no tengo nada de lo que arrepentirme; lo que me condena es el pleito que puse y gané contra tus tíos (los Parias de Peñaflor); cuida por favor de los niños, diles que estén bien y que yo me acuerdo de ellos», fueron las últimas palabras de Infante a su esposa, Angustias García Parias, que pudo acceder a visitarle en el acuartelamiento de Calle Trajano gracias a la intercesión directa de Jaime Coll, Teniente Coronel de Ingenieros. Coll se las tuvo que ver, con ciertos familiares falangistas de la mujer de Infante, como Luis Parias. Angustias García Parias, señora de infante Pérez, era sobrina de Pedro Parías González, primer Gobernador Civil en la Sevilla de Queipo de Llano, hasta su muerte, el 1-2-1938, de cáncer fulminante y corrosivo. Pero… ¿y Díaz Criado?

Nacido en Sevilla en 1898 y Delegado gubernativo de Orden Público de la 2ª División Orgánica (‘la de Queipo’), el africanista Díaz Criado iba a morir en Sevilla el 7-7-1947, después de ejercer a sus anchas como Comandante Militar en Andújar. En Sevilla y durante su fatídico periodo como comisario de ‘La Corte del Terror’, a partir del 25-7-1936, Manuel Díaz Criado (de quien constan otros cinco hermanos, Antonio -teniente coronel de Intendencia y hermano ‘antiguo’ del Gran Poder-, Juan, Luis, María Luisa y Gloria)… «no admitía peticiones de clemencia, pero si la visita de mujeres jóvenes. En la aterrorizada Sevilla de agosto de 1936, tomada ya por tropas sublevadas contra el Gobierno republicano, Díaz Criado disfrutaba a sus anchas el día: y, sobre todo, la noche. «Después de la orgía, y con un sadismo inconcebible, marcaba a voleo con la fatídica fórmula ‘X2’ los expedientes (‘extraplanos’, decia ‘Criadillas’: un solo folio, los hechos y la sentencia, vuelta y vuelta) de los desgraciados que, con este simplicísimo procedimiento, quedaban condenados a la inmediata ejecución», relató un antiguo Gobernador Civil y nos hace constar la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica de Aranjuez.

En el homenaje a Castejón, el 2 de agosto de 1936, de izquierda a derecha, Cuesta Monereo, Queipo, Castejón y… Díaz Criado, en una de sus escasas imágenes

En ‘La Corte del Terror’ del General Queipo y bien documentada por Nicolás Salas, una serie de personajes se daban cita con la abyección (más tarde o más temprano, incluso de madrugada) en los sitios de alterne de las más siniestras noches sevillanas: ‘El Pasaje del Duque’, ‘Las Siete Puertas’, ‘La Sacristía’, el ‘Café Gayangos’ o el cabaré ‘Variedades’. Se trataba de los propios Gonzalo Queipo de Llano y Manuel Díaz Criado, más otros sicarios: ‘El Lecherito’, Portabella, Cárdenas, Flores, el propio Jefe Territorial falangista Joaquín Miranda, Ángel Macua, el ‘camisa vieja’ Pablo Fernández Gómez (encargado del Parque Móvil), el ex Guardia de Asalto José María Plaza, borrachos de toda laya, militares de más o menos graduación -como el Coronel auditor militar de la 2ª Región, el acreditado macareno bético Francisco Bohórquez Vecina– y paramilitares como Santiago Garrigós Bernabéu y José Rebollo Montiel, ambos oficiales (capitán y teniente o alférez) de la Guardia Civil. Rebollo se acababa de jubilar y tenía un chalecito en Gines. En esas horas interminables de las espesas, densas madrugadas del siniestro verano de 1936, Manuel Díaz Criado consensuaba ‘las tareas’ con todos ellos, en un sentido… o en otro. Según el mismo Paul Preston, en ‘El Holocausto Español’, «el flamante delegado militar Manuel Díaz Criado eligió como mano derecha al oficial de la Guardia Civil José Rebollo Montiel, un hombre de implacable crueldad, a quien encomendó la supervisión de las torturas y los interrogatorios de los prisioneros».

«El africanista Díaz Criado iba a morir en Sevilla el 1-7-1947, después de ejercer a sus anchas como Comandante Militar en Andújar»

Díaz Criado, ‘Criadillas’, instaló su puesto de mando de la Comisaría de Investigación y Vigilancia, muy cerca del despacho  en la División (Plaza de la Gavidia) de su protector, Gonzalo Queipo y quizá más cerca de la cárcel de la calle Jesús del Gran Poder de Sevilla, donde se torturaba, y cuyo patio n.º 3 se hizo famoso por convertirse en la antesala de la muerte. Allí, Díaz Criado asentía a los nombres que se le proporcionaban los policías y chivatos y después firmaba con la no menos ominosa fórmula ‘X2’ cuando Gonzalo Queipo pronunciaba la ritual orden de… ‘que le den café’. ‘CAFE’, ‘Camaradas, Arriba Falange Española’. Por la mañana daba parte de los sucesos de la noche al propio Queipo de Llano, al coronel José Cuesta Monereo, ‘brazo derecho’ y ayudante de campo de Queipo y al propio ilustre Bohórquez Vecina. De la importancia de este último en el organigrama de ‘La Corte del Terror’ habla que hasta ‘The New York Times’ (Raphael Minder, 2018) haya apuntado a la retirada de su cadáver de la Basílica de la Esperanza Macarena, donde coinciden los restos de Queipo y Bohórquez… con casi tanta cercanía como tuvieron en vida. En esta misma década del Siglo XXI aún menudean -no los señalaremos precisamente aquí- documentados artículos en medios locales sevillanos, firmados por lustrosos apellidosen favor de Bohórquez Vecina y su legado.

El Padre Uriarte ejercía de confesor de los que iban a ser ejecutados. Por las mañanas, entre tragos de aguardiente, los encargados de las prisiones oían decir a Uriarte: «Nada, esta noche han sido bien pocos, sólo 46».  Según viejos recuerdos de personas que vivieron muy cerca de aquellas sacas, como ‘Almohadilla‘, el picador de toros de Coria del Río -compañero de prisión de Blas Infante, en el Cine Jáuregui-, «cada noche se sacaban a fusilar en total entre 45 y 60 personas, con topes de 100, del centenar. Los pelotones fusilaban normalmente en sacas de 13 en 13». Como quizá se sepa, Blas Infante Pérez desapareció de la vista de los vivos, para no regresar jamás, en una ‘saca’ que se extrajo del Cine Jáuregui en la madrugada del martes 11 al miércoles 12 de agosto de 1936.

Pero la realidad superaba con creces lo que se decía sobre las correrías de ‘Criadillas’, el terrible Delegado gubernativo de Orden Público, hermano con mando en Nuestro Padre Jesús del Gran Poder. El ‘Criadillas’ que sólo se dejaba aconsejar precisamente por una señora que vivía con él, Doña Mariquita. La cosa llegó a tal punto que Manuel Díaz Criado hizo publicar a través del periodista Juan María Vázquez, ‘Simplicísimo’, una declaración oficial en la que alertaba contra cualquier recomendación o intervención de amparo hacia los detenidos. En busca de cegar el torrente de ‘recomendaciones’, que incluían favores sexuales, Díaz Criado hizo saber: «No sólo serán detenidos los que se opongan, sino los que los amparen». ‘Criadillas’ tuvo a su disposición hasta siete prisiones ‘habilitadas’ (incluida la Plaza de Toros de la Real Maestranza), más los barcos ‘Cabo Carvoeiro’ y ‘Mogador’. Señor de vidas y haciendas, los reportes menos extremistas le responsabilizan de 11.000 muertes... que el historiador Antonio Bahamonde amplía hasta 20.000.

«Díaz Criado podía firmar sentencias de muerte completamente borracho y conmutarlas a cambio de favores sexuales de las mujeres de los condenados», según Olga Merino, que noveló en ‘Espuelas de papel’ la fascinación por el mal que producían las correrías de ‘Criadillas’. El rencor y la sangre ya habían anidado entre viscerales lenguas de fuego, de odio ‘español’, químicamente puro.

EL FINAL QUE NO ES FINAL

Blas Infante con sus hijos, en una de las fotos más conocidas del ‘Padre de la Patria Andaluza’

Pero, como suele ocurrir con este tipo de gente -incluso en España…-, Díaz Criado acabó por pisar el charco maldito. El gran charco fue un equivocado asunto de inteligencia con el cónsul de Portugal en Sevilla, en el que estaba envuelto -en negocios sucios y tráfico de personas- nada menos que Nicolás Franco Bahamonde, hermano del ya Jefe del Estado. Díaz Criado fue destituido sin apelación por el propio Generalísimo Francisco Franco Bahamonde: el 12 de noviembre de 1936. Las tareas de ‘limpieza’ de ‘Criadillas’ en Sevilla habían durado desde el 25 de julio. ‘Criadillas’ fue enviado al frente de Talavera de la Reina en la línea ‘de reserva’ del Frente de Madrid: oficialmente, a la V Bandera de la Legión. Allí ascendió a comandante. Fue reemplazado en su ominoso trabajo en Capitanía nada menos que por el ya citado Santiago Garrigós Bernabéu, comandante de la Guardia Civil. Todavía, la cosa empeoró, puesto que Garrigós Bernabéu se dedicó a revisar expedientes de gente perdonada e indultada: cayeron muchos que habían podido escapar incluso a la guadaña de Díaz Criado.

Unos años después, hacia 1944, y en la sede del antiguo Banco de Bilbao en la Plaza Nueva de Sevilla, Manuel Díaz Criado, aquel ‘Ángel Exterminador’ de las sentencias de Queipo de Llano, hizo llegar por persona interpuesta a la propia Angustias García Parias -con la que se negó a hablar directamente- que él, Díaz Criado, ‘nada había tenido que ver con la muerte de Blas Infante’. ‘Fue orden directa del General Queipo de Llano’, aseveró Díaz Criado… y relató Angustias Garcías Parias a sus hijos. Antes de morir, el 8-2-54, devorada por la pena en forma de un tumor maligno, la misma viuda de Blas Infante escribió de su puño y letra junto a una foto de uno de sus primos ‘Parias’ -en concreto, Pedro Parias, sobrino de Pedro Parias González-… esta lacónica, tremenda acusación: «Todos dicen es este el causante de su muerte».

«Siempre me dijiste que me dabas el favor que yo te pidiera y lo que me has dado al final de todo es que han matado a mi yerno por tu culpa», lanzó Angustias Parias, suegra de Blas Infante, a su hermano, el Gobernador Civil Pedro Parias González. «El nombre de vuestro padre, el nombre de vuestro padre siempre por delante de todo», fueron las palabras finales de Angustias García Parias a sus hijos, aquel 8-2-1954.

A través de la estela de la pesadilla, (‘las causas que allí se tocan me confirman en proseguir lo comenzado… de todo esto estoy muy cierto de que haréis mucho mejor que aquí se dice’, escribió Felipe II de España al Duque de Medina Sidonia, el 1-7-1588, cuando ya se aprestaba en Lisboa la Armada Invencible, la Empresa de Inglaterra)… nos queda la certeza de que nadie conoce aún a ciencia cierta el paradero del cadáver del notario Blas Infante Pérez: ni de tantas decenas de miles de desaparecidos: no precisamente en combate. ‘Alentaos, pues, a lo que os toca’, escribió también Felipe de España a su primo ‘Medina Sidonia’.

Dentro de su actual suicida despreocupación, la misma España y la misma Sevilla han contribuido de lleno a todo este desastre de crímenes y emociones, del mismo modo que contribuyeron a ‘La Corte del Terror’ de Díaz Criado y de tantos otros sicarios de Queipo que aquí se citan.

Ha sido a través de décadas, casi entre húmedos, dramáticos siglos de tragedia. En las puertas de tantos miles de dramas y tragedias… no hay aglomeraciones ni atascos; no son éstas las carreteras de las playas y de los juegos de verano. Todo parece muy seguro, tan seguro y exacto como fue la misma desaparición de Blas Infante, aherrojado en ‘Dar Al-Farah’, En el Nombre de Dios, Clemente y Misericordioso, entre sus macetas de cintas: esas flores tan verdiblancas como la propia bandera de los Omeya, de Blas Infante… y de Andalucía.

Quizá y como sostienen los vates de la actual, eterna Sevilla… Manuel Clavero Arévalo merecería, en efecto, ser consagrado como ‘Padre de la Patria Andaluza’. Claro que -al menos- Clavero murió en su cama. Y, con todo su honor, Blas Infante Pérez, aquel presidente de la emocionante Andalucía ‘de’ Don Manuel Clavero, no pasa de ser… un simple desaparecido.

 es andaluz y periodista

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