Polonia, de la tímida victoria del movimiento feminista a la lucha LGBTI contra la guerra cultural del PiS

El activista LGBTI Linus Lewandowski (al fondo, con gorro gris y máscara arco iris), en la manifestación contra el Gobierno celebrada en Varsovia, el 30 de octubre de 2020. (Marcin Oliva Soto)
por Marta Kucharska

 

Linus Lewandowski fue agredido el pasado mes de agosto por un grupo de extraños por el simple hecho de ser gay. Este ingeniero de software de 28 años y activista pro derechos LGBTI+, se dirigía a su casa por el centro de Varsovia de la mano de su novio Rafał, cuando, recuerda para Equal Times: “oí a alguien vocear a mis espaldas ‘jodidos maricones’. Entonces me acerqué al grupo, y me dieron un puñetazo en la cara”. A pesar de recibir insultos a diario, Rafał y Linus se niegan a dejar de mostrar afecto en público. “Es necesario que sigamos yendo de la mano”, dice Linus desafiante. “Esas personas nos gritarán treinta veces, pero a la 31ª vez, se acabarán cansando y dejarán de gritarnos. Queremos que la gente sepa que existimos y que no vamos a dejar de existir”.

Los derechos de las minorías sexuales están sirviendo de pararrayos a las ideologías tóxicas y derechistas en la Polonia gobernada por el partido populista Ley y Justicia (PiS). A pesar de haber atacado los derechos de los solicitantes de asilo y de las mujeres (como evidencia la reciente prohibición del aborto), el PiS presenta –no sin cinismo– sus intentos de recortar los derechos de gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales como el corazón que bombea la lucha por preservar la sacrosanta familia católica y la identidad de Polonia como nación católica. El partido en el poder en este país ha iniciado una guerra sucia cultural contra la comunidad LGBTI desde múltiples frentes: a través de la obstrucción regular de la labor de las organizaciones de derechos humanos, lanzando críticas (o amenazas) contra los medios de comunicación independientes y llenando la judicatura de leales al PiS, con la pretensión de polarizar aún más una sociedad dividida y, en última instancia, mantenerse en el poder.

Según el Mapa Arco Iris de 2020 que publica ILGA-Europa, el observatorio de los derechos de las personas LGBTI, Polonia es el país más homófobo de la Unión Europea. Sólo un puñado de Estados europeos la superan, como Bielorrusia y Rusia. La comunidad LGBTI polaca vive en un entorno cada día más hostil, padece múltiples ataques a sus derechos fundamentales –desde el fanatismo homófobo demostrado por prominentes políticos, altos cargos de la Iglesia Católica y personalidades de los medios de comunicación estatales, hasta vulneraciones del derecho a la vida privada y familiar–. No existe un reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo, lo cual conlleva la prohibición del matrimonio, la adopción o los tratamientos de fecundación in vitro. No existe una protección jurídica explícita contra la incitación o los delitos motivados por el odio, excepto en el código laboral polaco, donde se prohíbe la discriminación por ese motivo.

Una comisión parlamentaria está examinando un reciente proyecto de ley llamado ‘Stop Pedofilia’, que criminaliza la educación sexual y vincula la homosexualidad a la pedofilia. Las protestas cada vez más numerosas anti-LGBTI, antifeministas y de extrema derecha han propagado una atmósfera que el director de sensibilización de ILGA-Europa califica de “peligrosa e inhóspita”.

Las personas LGBTI de toda la UE continúan padeciendo un grado inaceptable de prejuicios, de intolerancia y acoso, según una importante encuesta publicada en mayo por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA). Polonia es uno de los países cuya situación se ha deteriorado mucho desde la última encuesta, realizada en 2012.

Según Krzysztof Śmiszek, diputado abiertamente gay del Partido de la Izquierda, y compañero del ex candidato presidencial gay Robert Biedroń, el Gobierno está alentando la homofobia y la transfobia para manipular a la sociedad y generar un pánico moral en torno a la supuesta amenaza que “la ideología LGBTI” supone para las familias y los niños polacos. “El partido Ley y Justicia está utilizando el divide y vencerás, una arma política conocida desde la antigüedad”, indica a Equal Times. Para Śmiszek, la sociedad polaca no es intrínsecamente homófoba. De hecho, las relaciones entre personas del mismo sexo están despenalizadas en Polonia desde 1932, mucho antes que en la mayoría de los países europeos. La atmósfera que se vive hoy es fruto del mero oportunismo político, afirma. “El PiS probablemente realizó alguna encuesta que indicó que partes de la sociedad polaca aún no conocen a ninguna persona LGBT”, dice, lo que facilita convertir a este colectivo en un ‘enemigo del pueblo’, que distraiga a los votantes de otros asuntos de peso. “Creo que en la sociedad polaca no hay odio, sólo una ignorancia que están convirtiendo en odio. Están espoleando la ignorancia, los prejuicios y los estereotipos e inculcando el odio… El PiS está dividiendo e instrumentalizando cínicamente a la sociedad”.

La situación en Polonia guarda similitudes con la de la vecina Hungría, cuyos principales políticos de la derecha también arengan calumnias sobre las minorías sexuales, en nombre de los llamados “valores cristianos”. Los gays deberían “dejar en paz a nuestros hijos”, respondió recientemente el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, cuando se le pidió su opinión sobre un cuento infantil protagonizado por una Reina de las Nieves lesbiana y un ciervo que no se ajusta a ningún género. Para Luca Dudits, responsable de comunicación de la ONG húngara pro derechos LGBTI Háttér Society, el partido gobernante Fidesz trata a la comunidad LGBTI como “ciudadanos de segunda”. Desde que llegó al poder en 2010, “abolió el reconocimiento legal del género, promovió la terapia reparadora, se niega a condenar las agresiones contra la comunidad [LGBTI], excluyó de las parejas del mismo sexo de la definición de familia y utiliza a la comunidad [LGBTI] como chivos expiatorios”.

Situación en deterioro

En la anterior encuesta de la FRA, realizada en 2012, la opinión pública parecía menos intoxicada, a pesar de que un tercio de los encuestados LGBTI de Polonia lamentaban el lenguaje ofensivo utilizado por los políticos. Políticos progresistas, como Robert Biedroń y Anna Grodzka, se convirtieron en los primeros legisladores gays y transexuales de Polonia en 2011. Más adelante, Biedroń resultó elegido el primer alcalde abiertamente gay de Słupsk, la ciudad del norte de Polonia. Poco después, en 2015, Polonia se inclinó hacia la derecha tras la elección del PiS, que desde entonces corteja a los votantes conservadores esgrimiendo la defensa de los valores de la “familia tradicional”.

Durante la campaña de las elecciones parlamentarias del año pasado, el arzobispo de Cracovia advirtió contra la “plaga arco iris” que amenaza a Polonia. El presidente en ejercicio, Andrzej Duda, ganó un segundo mandato en julio de este año gracias a su controvertida “Carta de la Familia”. Además de calificar los derechos LGBTI de “ideología extranjera” y de considerarla “más destructiva” que el comunismo, se comprometió a impedir el matrimonio o la adopción de los homosexuales y a prohibir que las escuelas enseñen nada sobre homosexualidad. En un debate televisivo, Przemysław Czarnek, uno de los ayudantes del presidente Duda (hoy ministro de Educación), instó a los polacos a “defenderse de la ideología LGBT” y afirmó que estas “no son personas normales”.

Al atacar a la comunidad LGBTI para ganarse a los votantes conservadores de más edad, temerosos de que “sus queridos nietos se conviertan en nietas y viceversa, las cosas se les fueron de control”, explica el profesor Antoni Dudek, de la Universidad Cardenal Stefan Wyszyński de Varsovia. “El genio escapó de la botella. Duda ganó [las elecciones], sí, pero el genio sigue aquí fuera”.

Las mujeres también están en la diana de la cruzada cultural del PiS. En julio, el Gobierno anunció su intención de abandonar la Convención de Estambul, un tratado histórico sobre la violencia contra las mujeres. En octubre, el Tribunal Constitucional anunció la prohibición casi total de los abortos, lo cual desencadenó, en plena escalada de contagios por coronavirus, la mayor ola de protestas contra el Gobierno desde la caída del régimen comunista en 1989. El 3 de noviembre, después de casi dos semanas de manifestaciones multitudinarias, el Gobierno retrasó la entrada en vigor de la controvertida decisión, que amenaza con endurecer una de las leyes de aborto más restrictivas de Europa.

Se avecinan acciones más radicales

A pesar de la combatividad del Gobierno, la comunidad LGBTI se niega a esconderse y retirarse. Frente a sus amenazas, argumenta Dudek, “las personas LGBTI han empezado a organizar acciones para hacerse más visibles”. El año pasado, por ejemplo, se celebraron un récord de 24 marchas del Orgullo Gay en Polonia, incluso en las ciudades orientales de Białystok y Lublin, dos bastiones del PiS, donde los manifestantes, protegidos por la policía antidisturbios, se enfrentaron a agresivos contramanifestantes. En varias ciudades, los alcaldes trataron de prohibir las marchas, pero sus decisiones fueron revocadas por los tribunales locales.

En febrero de 2019, el alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, firmó una declaración de 12 puntos sobre los derechos de las personas LGBT+, que provocó una reacción sin precedentes del líder del partido PiS, Jarosław Kaczyński, de la Iglesia Católica y de los gobiernos locales. Cien pueblos y municipios respondieron declarándose “libres de ideología LGBT”.

“En treinta años de democracia, nosotros [la comunidad LGBTI] nunca habíamos estado en el punto de mira político como lo estuvimos en 2019; y las cosas siguen mal”, explica Bart Staszewski, cineasta y activista, que recorre las zonas autoproclamadas “libres de ideología LGBTI” y fotografía a personas LGBTI junto a carteles que indican “zona libre de LGBT”. Cuando estallaron las protestas contra estas zonas en todo el mundo, cincuenta embajadores y representantes internacionales escribieron una carta abierta apoyando a la comunidad LGBTI polaca. La UE, por su parte, recortó la financiación a algunas de estas zonas.

El Gobierno polaco respondió a este clamor con gran dosis de indignación, a pesar de que la declaración de estas zonas ha supuesto una auténtica fuente de ansiedad para los miembros de la comunidad LGBTI. “Muchos nos han preguntado si deben mudarse o si el municipio les prohibirá, por ser personas LGBT, acceder a los servicios”, explica Milena Adamczewska-Stachura, abogada del Comisionado de los Derechos Humanos. La Oficina ha presentado denuncia ante los tribunales administrativos contra nueve municipios por discriminación y violación de la Constitución. Hasta el momento, cuatro tribunales han anulado las declaraciones anti-LGBTI.

Queda por ver hasta dónde llegará el Gobierno polaco en la restricción de los derechos de las personas LGBTI.

Tres mujeres están siendo juzgadas y se enfrentan a dos años de prisión por “ofender las creencias religiosas” tras haber colocado carteles representando a la Virgen María con un halo de arcoíris alrededor de su cabeza y hombros. Una coalición de organizaciones pro derechos humanos está pidiendo al fiscal general que “retire los cargos y garantice que se permita a estas tres mujeres llevar a cabo su labor en defensa de los derechos humanos sin acoso ni represalias por parte de las autoridades”.

El 7 de agosto se desencadenó lo que se ha dado a conocer como ‘el Stonewall polaco’: una ola de manifestaciones en Polonia y en el extranjero contra la detención en Varsovia de 48 personas, entre ellas Linus Lewandowski, por protestar contra el arresto de Margot, una activista de Stop Bzduroms (Stop Estupideces) un grupo radical, homosexual y feminista de acción directa. Margot ya había sido detenida dos meses antes, supuestamente por haber rajado los neumáticos y agredido al conductor de una furgoneta rotulada con eslóganes y mensajes homófobos y transfóbicos, que equiparaban la homosexualidad a la pedofilia. En agosto, los agentes de policía cargaron contra los manifestantes, arrastrando por suelo, asfixiando y arrestando violentamente a algunos. Varios detenidos denuncian que los llevaron a comisaría, donde los desnudaron. A una mujer trans la obligaron a permanecer desnuda ante un agente varón. Un informe de la Oficina del Defensor del Pueblo, publicado en septiembre, afirma que los manifestantes sufrieron un trato degradante e inhumano y pone en tela de juicio el comportamiento de la policía.

“La democracia liberal está sumida en una profunda crisis en Polonia”, admite el profesor Dudek, pero los activistas LGBTI se niegan a dejar de luchar por sus derechos. A pesar de que la situación nunca ha sido peor para las minorías sexuales en Polonia, como dice Filip –un activista homosexual de Stop Bzduroms–, este ha sido un año de orgullo LGBTI auténtico, “sin escondernos detrás de sonrisas ni adornos. Si Ley y Justicia dice luchar por ‘Polonia, primero’, nosotros luchamos por los ‘queers polacos, primero’”.


Marta Kucharska ha informado para Reuters , Associated Press y Le Petit Journal de Varsovie . También ha sido investigadora y periodista autónoma en el diario Dziennik Gazeta Prawna .
Este artículo ha sido traducido del inglés por

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