7 de mayo, la revolución republicana se frustró en Madrid

por Víctor Arrogante

Decíamos que el mes de Mayo ha sido revolucionario en su historia. La revolución republicana frustrada en Madrid a la que nos referimos, ocurrió un 7 de mayo de 1848, gobernando el general Ramón María Narváez, bajo el reinado absolutista de Isabel II. Un pronunciamiento militar, apoyado por los progresistas más radicales de la época, pretendió instaurar la República. Ya se había intentado en el mes de Marzo. España se enfrentaba a una grave crisis económica y los sucesos revolucionarios extendidos desde Francia y otros países de Europa favorecieron el ambiente.

La revolución en Francia en febrero de 1848 acabó con el reinado de Luis Felipe I, dando paso a la Segunda República francesa. En España no pudo ser. La ola revolucionaria de 1848 tuvo escasa repercusión, si bien caben destacar dos alzamientos frustrados en marzo y mayo por parte de algunos sectores progresistas, que, hastiados del gobierno represor de Narváez, trataron de revertir la situación por la fuerza. Narváez, conocido como el Espadón de Loja, fue líder del Partido Moderado y reconocido por haber sido el principal defensor del sistema isabelino frente a la amenaza de la revolucionaria.

El primer intento revolucionario sucedió en Madrid el 26 de marzo. Muchos civiles, apoyados por militares, levantaron las primeras barricadas en las calles cercanas al Palacio Real y exigieron la destitución de Narváez. Sin embargo, el gobierno, actuando con rapidez, movilizó al ejército leal y a la policía, logrando sofocar la revuelta al día siguiente de haberse iniciado.

El pronunciamiento del 7 de mayo, estuvo dirigido por el Regimiento España, acuartelado en Madrid y azuzado «desde fuera» por el embajador británico en Madrid, interesado en la instalación de un gobierno progresista que favoreciera los intereses comerciales de su país. Narváez fue expeditivo y mandó aplastar el levantamiento con toda la fuerza posible. Los sublevados fueron acorralados en la Plaza Mayor, dando fin a una revuelta que apenas había llegado a ver el sol. En Barcelona, Valencia y Sevilla, la insurrección también fue aplastada con firmeza. El Gobierno de Narváez salió muy reforzado, también en Europa, donde Austria, Piamonte y Prusia premiaron la acción gubernamental a través de un reconocimiento especial a favor del reinado de Isabel II.

La crisis económica en Francia en 1847, fue desencadenante de las revueltas. La crisis agraria influyó en los sectores industrial y financiero, provocó el paro a miles de obreros. La monarquía de Luis Felipe de Orleáns sólo satisfacía los intereses de la alta burguesía, en tanto que la pequeña burguesía y el proletariado quedaban política y económicamente desatendidos. La «primavera de los pueblos» se extendió por Europa.

Aunque las revoluciones de 1848 fracasaron, su experiencia influyó poderosamente en las ideologías obreras del siglo XIX. Una buena parte de la pequeña burguesía, temerosa de una revolución social, abandonó su alianza con el proletariado y se unió a la gran burguesía, aunque a lo largo del siglo XIX las diferencias se materializaron en las luchas políticas entre moderados y radicales. El proletariado comenzó a adquirir conciencia de clase y, si bien actuó desorganizadamente, se constituyó como un movimiento autónomo desgajado de los intereses burgueses. Los campesinos, una vez conseguida su liberación del régimen señorial, se condujeron de forma muy moderada y su objetivo en el futuro sería preservar las conquistas conseguidas.

A pesar de ese aparente fracaso, los acontecimientos de 1848 supusieron el inicio de una progresiva democratización (sufragio universal) y la incorporación a la lucha política de la clase trabajadora. Quedó claro que la monarquía pasaba una grave crisis. Tras las revueltas de Francia, los reyes ya no eran necesarios y la monarquía pasaba a ser una más de las posibles formas de gobierno. El republicanismo ponía el poder en las manos del pueblo y el Estado subyugado a la voluntad de la gente.

En la historia quedó vivo el «espíritu del 48», configurado por el recuerdo a la Revolución Francesa de 1789, hasta los valores del Romanticismo, pasando por la mística del progreso, el culto de la ciencia, el culto del pueblo y el sentido de la fraternidad política y nacional. En Francia, el sufragio universal masculino fue una realidad y un gran avance que permaneció hasta el siglo XX. Fue el principio del fin del absolutismo y de las ideas trasnochadas del Antiguo Régimen.

En España, como consecuencia de la rebelión del 7 de mayo, Narváez suprimió las Cortes, lo que le permitió gobernar a voluntad y sin oposición durante dos años. El general desencadenó una represión sobre todos los involucrados en la conspiración. Se ejecutó a 14 personas y 1500 hombres fueron deportados a Filipinas, Canarias o Guam. La rebelión provocó el descontento del gobierno inglés y su embajador, lord Bulwer, de ideas cercanas al progresismo, fue expulsado de España. Para los progresistas supuso una escisión, constituyéndose el Partido Democrático. Volvieron a encontrarse en la Revolución gloriosa en 1868.

Los hechos del 7 de Mayo fueron narrados por la Gaceta de Madrid bajo versión gubernamental: «Un nuevo y brillante triunfo acaba de obtener la causa del orden en esta corte. En la madrugada de hoy, varios grupos de paisanos dirigidos por unos oficiales separados recientemente de las filas, lograron engañar y seducir a unos cuantos soldados del regimiento España, los cuales salieron del cuartel en desorden y se dirigieron a la plaza Mayor». El gobierno que estaba al tanto de la tentativa de los revolucionarios, resolvió la levantada en breves instantes.

«Los Paisanos huyeron cobardemente desde los primeros momentos, y los pocos soldados, víctimas de una sorpresa y del oro extranjero, volvieron presurosos a las filas del honor y de la lealtad, derramando lágrimas de dolor y de arrepentimiento». La Gaceta relataba como la población «observaba la misma noble y digna conducta que en anteriores intentonas. Ni una sola puerta se ha abierto  mientras todas las que han sido necesarias se abrieron al momento para las tropas leales. Los revolucionarios han demostrado que ni seduciendo a unos cuantos soldados ni sin ellos, tienen la menor simpatía en el pueblo ni más importancia que para trastornar por momentos el sosiego publico». La rebelión fue desmantelada.

El fracaso revolucionario se debió a la falta de decisión de muchos militares y progresistas contrarios a Narváez, que actuó con rapidez y decisión, y al escaso apoyo social, haciendo que las revoluciones de 1848 tuvieran en España escasa repercusión. Tendrían que transcurrir muchos años hasta que se proclamara la Segunda República. También se frustró por las armas militares totalitarias y fascistas.

Sea el primero en desahogarse, comentando

Deje una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.