¡De la vuelta al cole!

por José Luis Pedreira Massa

 

Todo proceso tiene sus fases. En el caso de la pandemia por Covid-19 ha sido también así: fase de inicio y difusión de la pandemia, fase de tomar medidas, fase de confinamiento, fase de desconfinamiento, fase de reactivación y vamos a iniciar una nueva: la vuelta al cole de los niños, niñas y adolescentes.

Las voces de los agoreros claman por el hecho de no existir protocolos, porque el gobierno central no ejerce su liderazgo. Una vez más nos situamos en la ley del todo o nada, un dualismo que excluye todos los pasos intermedios y abona un tránsito por veredas de caminos quemados y abrojos resecados. En el colmo de la situación pareciera como que hay que solicitar el permiso y la aprobación de las medidas, fueren cuales fueran, a determinados medios de comunicación y a determinados comentaristas que se han erigido como valedores de la verdad universal, incluida la posesión de una ciencia única y verdadera. Se olvidan de su posición real: “Capitanes a posteriori” y líderes de opinión del desconocimiento masivo, con titulación de epidemiólogos oportunistas y doctores honoris causa de la confusión, la mezcla de informaciones sin contrastar y detentadores de la verdad por ciencia infusa. Son los que (re)niegan de la dialéctica y la dinámica de la ciencia: solo la búsqueda de falsear la visión existente es ciencia, como formulaba Popper, estos “científicos” poseen “la” verdad, así que confunden religión con ciencia.

La actualidad constituye una realidad compleja, cambiante y de una novedad tal que excluye la experiencia previa en el caso concreto que nos ocupa y, por lo tanto, precisa de buenas dosis de adaptación a las circunstancias cambiantes con  capacidad de (auto)crítica. Se precisa serenidad en el planteamiento de los factores a estudiar, templanza en la interpretación de los datos que se obtienen y flexibilidad a la hora de trasmitirlos, sin faltar al fundamento científico y conocedores de la gran dificultad de traspasar a la realidad cotidiana los resultados que se obtienen en la investigación. Es tal la dificultad en el campo de la infancia y la adolescencia que la Fundación Carlos Castilla del Pino publicó, hace unos 25 años, un libro del Prof. Sir Michael Rutter sobre el particular: “El paso de los hallazgos científicos a la realidad cotidiana”, así que la cuestión no es fácil ni sencilla, menos aún simple o simplista como lo hacen estos tertulianos inmisericordes.

Todo este estado de confusión generalizada aconteció en el desconfinamiento de la infancia y en las fases de desconfinamiento general. Nada estaba bien, se introducían preguntas de minorías sociales, se buscaban las excepciones y se generalizaba desde esa particularidad. Problemas, solo problemas, solo había una intervención mantenida: “ y…si…”, así ver lo que falta, nunca para completar, solo para desunir y generar dudas de forma permanente, con lo que disminuye la confianza y, como resultado final, de la credibilidad. Gobernar así es pensar en lo que falta, en lo que van a echar de menos, en el ataque sin llevar a cabo lo que se sugiere. Solo la mediocridad y la mala intención puede generar este estado de cosas en el que buscar los problemas y los culpables es una opción, en vez de contribuir a la solución.

La vuelta al colegio de nuestros hijos e hijas es la última ocasión que ha servido para retorcer el lenguaje, para pervertir las situaciones en vez de buscar soluciones conjuntas ala gran dificultad a la que nos enfrentamos.

En el pasado mes de junio se requirió al Gobierno para que realizara una normativa para el retorno a la escolaridad. El Gobierno cumplió con su labor y en el mes de julio publicó unas normas generales para que todas y cada una de las Comunidades Autónomas elaboraran la adaptación de la norma en el ámbito de su competencia, ya que la gestión, planificación y normativa de la educación, en todos los tramos desde la etapa de infantil a la de los estudios universitarios, se encuentra transferida a las CC.AA.

El tiempo pasaba y las CC.AA no respondías, a pesare de haber estado berrando por sus competencias limitadas durante el confinamiento. Pasaba el tiempo y las CC.AA seguían sin decir nada, ni esta boca es mía.

Desde mediados de agosto la presión mediática se vuelve a dirigir hacia el gobierno obviando, intencionadamente, no solo que la responsabilidad es de las CC.AA, sino que el Ministerio ya había cumplido elaborando unas líneas generales para que, desde cada territorio, lo aplicasen según sus recursos y sus propias competencias.

Las CC.AA seguían en silencio o bullendo, por medio de sus voceros mediáticos, fieles lebreles en busca de pieza en la montería diseñada para conseguir el trofeo consiguiente.

Reunión conjunta de los Ministerios de Educación y Sanidad con los consejeros correspondientes. La tarea resulta monótona, permítase esta sensación personal, por reiterada y manoseada. Las normas generales reiteran las emitidas en julio y sobre la que las CC.AA no habían hecho los deberes y que son la aplicación institucional de las normas generales de sanidad sobre el particular, según las recomendaciones conocidas de los epidemiólogos.

Primer obstáculo: ¿cómo se va a hacer? Respuesta fácil y de lógica aplastante: cada uno debe aplicarlo, de acuerdo a su realidad concreta en cada centro y las direcciones de los centros escolares remitirán la necesidad de recursos pertinente a su entidad gestora responsable, es decir. La Consejería de Educación de cada Comunidad Autónoma.

“Pues que den libertad para acudir o no al colegio”, “inseguridad en el contacto/contagio de los niños”. Esos que dicen estas cosas llevan a sus hijos al parque donde juegan no con 20, sino con el mogollón cambiante de niños mientras sus figuras parentales debaten el retorno el cole en la terraza de una cafetería atestada de la zona. Esta caricatura pretende poner de manifiesto las incoherencias en las que estamos sumergidos, simplemente porque es una realidad nueva.

¿Deben volver los niños al colegio? Rotundamente sí, porque están en la edad de escolaridad obligatoria, porque la escolaridad no es solo aprendizaje de materias concretas, sino un estímulo afectivo y cognitivo que se denomina sociabilización. Además habrá que solicitar que se cumplan los requisitos frente al contagio, debemos saber que solo hay una medida real: incrementar la inversión en recursos materiales hasta donde sea posible según la estructura de cada centro y en recursos humanos hasta los niveles necesarios para dar cumplimiento a las nuevas ratios. Esta situación incluye a los niños con y sin discapacidades o algún tipo de dificultades, sus centros, especiales o de integración, deberán adaptar la norma según sus particularidades.

Luego vienen los palos en las ruedas de la eterna demanda: “que me digan a mi…”, cada uno somos expertos en nuestro lugar y en base a ello pediremos los recursos que precisemos para dar cumplimiento a las normas.

Una responsabilidad compartida consiste en saber trasmitir serenidad a la hora de afrontar este difícil y particular momento, con capacidad asertiva y responsabilidad para solicitar los recursos que se precisan en tiempo y forma y por las vías correspondientes.

Por cierto: la responsabilidad es de las CC.AA, la función del Ministerio Estatal es de coordinación general. Hemos de exigir que cada consejero o consejera asuma esa responsabilidad y si manifiesta dudas o incompetencia que busque cómo solucionarlo, en vez de buscar culpables por doquier.

En los centros escolares no existen niños TEA, TDAH, u otros, sino niños normales y que en algunos casos presentan dificultades o necesidad de ayudas específicas, primero lo general y luego lo particular y específico. Poner por delante lo minoritario confunde sobremanera. Las dificultades y sus consecuencias educativas no son consecuencias de Covid-19, sino que eran anteriores y, en ocasiones, se ha podido evidenciar alguna repercusión de las modificaciones de contexto a la que han estado expuestos. Los recortes silenciados tienen estas consecuencias tremendas, pero son previos al covid-19. La sensibilidad consiste en reconocerlo, no en hacer que se transforme en mayoritario.

No poner el carro delante lo bueyes suele ser una buena elección. Ser prudentes a la hora de desarrollar cada paso, tener templanza en la aplicación, comprender sin comparecer, ayudar con propuestas sencillas y fáciles de integrar, flexibilidad a la hora de recibir a los niños y niñas, firmeza en las decisiones evitando la rigidez en la exigencia. Son virtudes educativas con y sin covid-19.


José Luis Pedreira Massa, Don Galimatías en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

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