Discapacidad, ¿el precio por vivir más?

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por Javier Jerez-Roig, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya.


Diversos estudios establecen el límite de vida natural del ser humano entre los 120 y 130 años. Entonces, ¿por qué hoy la esperanza de vida rara vez supera los 80 años en la mayor parte de países?

La salud es un fenómeno social: más del 70 % del proceso salud-enfermedad se puede explicar mediante determinantes sociales. Gracias a los cambios sociopolíticos y los avances científicos, países desarrollados han logrado duplicar su esperanza media de vida en el último siglo. Japón supera el 25 % de personas mayores de 65 años y se espera que en 2050 roce el 40 %. Junto a España, encabeza la clasificación de los países más envejecidos del mundo.

Esto puede considerarse un éxito, pero acarrea el reto de mantener la calidad de vida y la capacidad física y mental durante el mayor tiempo posible. La discapacidad tiene un elevado impacto sanitario y socioeconómico en la población general; prevenirla y postergarla es un desafío para la Salud Pública.

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¿Qué es la discapacidad?

Existen diversas maneras de evaluar la discapacidad, pero el modelo aceptado hoy en todo el mundo es la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (CIF) de la OMS, establecido en 2001.

Este modelo entiende la discapacidad como un término complejo que engloba las deficiencias (en estructuras y funciones corporales), las limitaciones de la actividad diaria y las restricciones de participación social. En este proceso de capacidad-discapacidad interactúan factores biológicos, psicológicos y sociales. En ellos intervienen, a su vez, determinantes individuales, como la edad y el sexo, y contextuales, como el medio ambiente, que pueden representar barreras o facilitadores.

En algunos países ha surgido el termino de “diversidad funcional” con el fin de evitar el carácter peyorativo que conlleva “discapacidad” en lenguas latinas. Se considera, por tanto, que no existen personas con menos capacidad sino con capacidades diferentes, según la actividad a la que nos refiramos.

¿A cuántas personas afecta la discapacidad?

Existen en el mundo más de mil millones de personas discapacitadas, lo que supone un 15 % de la población mundial.

En Europa, un estudio epidemiológico reciente indica que el 14 % de las personas mayores sufren discapacidad severa, ya que necesitan ayuda parcial o total para realizar sus actividades básicas de la vida diaria. Existen importantes diferencias entre regiones: la prevalencia es el doble en el este de Europa que en el norte.

Las desigualdades en salud son relevantes incluso en Europa, donde los discapacitados de las regiones sur y este presentan un perfil menos favorable (mayor inactividad física, obesidad, peor calidad de vida, más casos de depresión) comparado con sus vecinos del norte.

Sin embargo, el sur de Europa se caracteriza por un mayor soporte social familiar, lo cual explicaría la menor institucionalización de personas dependientes. En el caso de personas que viven en residencias geriátricas, la prevalencia de discapacidad supera el 70 %.

¿Cómo ocurre el declive funcional?

Se comienza a perder funcionalidad a partir de los 30 años de vida. Este tope y la posterior curva de declive dependen de varios factores, algunos de los cuales son modificables, como la dieta y el ejercicio físico. La capacidad cognitiva es fundamental para el mantenimiento de la funcionalidad, así como el soporte social y la participación en actividades].

Además, los problemas de salud física pueden predecir el declive funcional. Sería el caso, por ejemplo, de la hospitalización y la incontinencia urinaria.

En residencias geriátricas la probabilidad de sufrir pérdida funcional es superior al 50 % cada 2 años. El proceso no es siempre irreversible: diversos estudios muestran que entre el 10 y el 25 % de residentes mejora su capacidad funcional en algún momento, lo que indica que el proceso de discapacidad es dinámico y susceptible de mejora si se toman medidas.

El declive funcional suele ser progresivo: en primer lugar afecta a las actividades instrumentales de la vida diaria, aquellas que requieren doble tarea (dual task) y de mayor complejidad. Por ejemplo, realizar compras y llevar las cuentas de la casa.

Después siguen las actividades básicas de la vida, necesarias para la supervivencia del individuo. También existe un orden, establecido hace ya seis décadas y recientemente corroborado en otros estudios: primero se ven afectadas las actividades de movilidad como caminar, ir al baño y subir escaleras, seguidas de las actividades de autocuidado como ducharse y vestirse. La última tarea que suele perderse es la capacidad de alimentarse.

Tendencia reciente y situación futura

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En países desarrollados, los cambios socioculturales y políticos de la segunda mitad del siglo XX han favorecido el denominado “modelo de transición de la discapacidad”, caracterizado por una postergación de la discapacidad a edades más avanzadas. La discapacidad llega, pero lo hace más tarde y con más lentitud.

Sin embargo, todavía se desconoce si esta tendencia se mantendrá durante las próximas décadas. Es difícil determinar el impacto exacto de los muchos factores que intervienen en la salud poblacional, como la exposición a factores de riesgo (contaminación atmosférica, estrés psicosocial) o la crisis económica de 2008, entre otros.

Con tal de prepararse para el futuro y poder prevenir o atrasar el declive funcional, es fundamental la instauración de estrategias de Salud Comunitaria desde edades tempranas (recordemos que el concepto de envejecimiento saludable engloba todo el ciclo de vida). En este sentido, se recomienda implementar programas multicomponente que incluyan no solo ejercicio físico, sino también intervenciones nutricionales, cognitivas e incluso sociales.

Un desafío contemporáneo tiene especial relevancia. La nuestra es la primera generación que entiende el cambio climático como una amenaza a la vida en la Tierra y la última que está a tiempo de tomar medidas efectivas para combatir el problema.

El aumento global de la temperatura afecta a los ecosistemas, la disposición de alimentos y las enfermedades infecciosas. Esto puede aumentar la carga de morbilidad (años de vida perdidos ajustados por la discapacidad), sobre todo en países en vías de desarrollo. Una vez más el futuro dependerá del rumbo de la sociedad y las decisiones políticas que se tomen.


Javier Jerez-Roig, Profesor de fisioterapia; Investigador Delegado de la Facultad de Ciencias de la Salud y Bienestar; Jefe del Grupo de Investigación en Metodología, Métodos, Modelos y Resultados de la Salud y las Ciencias Sociales (M3O), Universitat de Vic - Universitat Central de Catalunya.
Este artículo fue publicado originalmente en 

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