El arte gráfico de Roy Lichenstein

Chica llorando, 1963.

Rodrigo López Alonso

El artista Pop Art norteamericano expone en Madrid sus posters, realizados a lo largo de cuatro décadas.

Roy Lichenstein es, junto a Andy Warhol, el máximo representante del Pop Art norteamericano, estilo nacido en el inicio de los años sesenta del siglo XX, la llamada “década prodigiosa”.

Reconocido mundialmente por su estilo inconfundible, Lichenstein se dio a conocer en su ciudad, Nueva York, en el otoño de 1961. Y lo hizo con unos cuadros que representaban “tal cual” fragmentos de viñetas del mundo del comic y sus personajes más populares en la América de aquel momento: el Ratón Mickey, el Pato Donald y Popeye, en un primer momento. Después vendrían sus “chicas”, extraidas de las historietas románticas dirigidas al público femenino; y a continuación las escenas bélicas destinadas a la población  masculina.

Un estilo fácilmente reconocible

En aquel momento, tanto Warhol como Lichenstein, estaban buscando su tema, su lenguaje propio para salir a la palestra del mercado del Arte y romper así con el estilo hegemónico hasta entonces, el llamado “expresionismo abstracto”, representado por Jasper Johns y Robert Rauchemberg.

En el caso de Warhol, había comenzado a trabajar con Superman, uno de los iconos más potentes de la cultura popular norteamericana. Pero al comprobar que Lichenstein ya tenía avanzados algunos cuadros, con un repertorio y una técnica… y que había iniciado ya su difusión entre los galeristas, decidió abandonar el camino trazado y buscar otra vía alternativa, que encontraría meses después con sus Sopas Campbells.

Lichenstein tuvo la fortuna de que le conociera el prestigioso galerista Leo Castelli en aquel otoño de 1961, y que éste accediera a representarle. En 1962 ya había realizado su primera exposición en Manhattan con todas sus obras vendidas inmediatamente después de la inauguración.

Las viñetas descontextualizadas de Roy Lichenstein se convertían en una metáfora de la sociedad de masas. Según sus propias palabras, “existía una enorme ironía en mi trabajo e intentaba adoptar una postura crítica ante lo que representaba nuestra cultura industrial y su despliegue visual”.

Lenguaje universal

Esa iconografía representada por el nuevo Arte Pop, con su repertorio visual y simbólico, podía parecer en un principio algo típico y exclusivamente norteamericano; pero con el tiempo se conviertió en un fenómeno universal. En este sentido, Lichenstein defendía que su obra “puede ser comprendida por todo el mundo”.

Y no se equivocaba Roy Lichenstein, pues en 1966, con la presentación de su obra en la Bienal de Venecia llegó su consagración en el continente europeo. En 1967 fue reclamado por el Museo Stedelij de Amsterdam y por la Tate Gallery de Londres. Y en el emblemático año 1968 le abrió sus puertas el Museo Guggenheim de Nueva York, además de aparecer dos veces en el semanario TIME con sus imágenes, una de ellas dedicada al malogrado Bob Kennedy.

Brochazos, 1965.

El Arte Pop ya se había impuesto y, sin prejuicios de ningún tipo, utilizaba la ironía dadaista como una de sus fuentes de inspiración conceptual. Los artistas pop colocaban sus objetos banales en los altares solemnes del Arte. Y Lichenstein, tras la irrupción de sus viñetas, se burlaba con su “brochazo” (1965) de la solemnidad de los expresionistas abstractos. También plasmaba su particular visión de la historia del Arte con homenajes a algunos de sus protagonistas incuestionables, como Van Gogh, Picasso o Monet. O se inspiraba en el Art Déco con su serie de pinturas modernas, donde adopta las formas ornamentales geométricas presentes en edificios tan emblemáticos como el Rockefeller Center o el Chrysler, ambos en Nueva York.

La técnica de Lichenstein

Roy Lichenstein ya contaba con una cierta experiencia cuando dio con su “estilo universalmente reconocible”. Había estudiado Bellas Artes y se dedicó posteriormente a la enseñanza en varias universidades del área de Nueva York, además de pintar en la linea expresionista abstracta durante algún tiempo. También conocía las artes y las técnicas gráficas con las que tuvo oportunidad de experimentar, como profesor de Diseño Industrial en la Universidad de Oswego, durante los últimos años de la década de los 50´.

Lincoln Center Film Festival, 1966.

Lichenstein incorporó a su obra no sólo el contenido de los personajes de comic o los objetos cotidianos de los anuncios publicitarios. Adoptó como un homenaje añadido, la propia técnica de la trama mecánica con que se reproducían esas publicaciones, impresas en rotativas offset.

Esos puntos ben-day, que ampliados en un lienzo de grandes dimensiones adquirían un nuevo sentido estético y un significado diferente, también recordaban al puntillismo de Seurat. Para Lichenstein se trataba de un lenguaje del que él se apropiaba y hacía que su obra fuera más reconocible e impactante. En cierto modo, esta técnica se convertía también en una metáfora de la sociedad de los mass media.

No conviene olvidad que este “milagro de la trama” era capaz de convertir un conjunto de puntos, más o menos densos y entintados, en una imagen que el ojo humano interpreta al verla en los periódicos, en los tebeos o en las revistas más populares.

Posters

Paris Review, 1966.

Roy Lichenstein, como artista coherente con sus principios y como conocedor que era del lenguaje gráfico, realizó a lo largo de sus décadas de actividad, hasta su muerte acaecida en 1997, un buen número de carteles. Estos posters, como soportes promocionales que eran, tenían diferentes objetivos y finalidades. Algunos de ellos los diseñaba para anunciar sus exposiciones en galerías y museos, otros eran sobre acontecimientos culturales, y también realizó posters con temáticas sociales y políticas, en defensa de causas humanitarias, contra el Aparteid, contra el hambre o a favor del medio ambiente.

Exposición: Roy Lichenstein. Posters 

Fundación Canal, Madrid. Visitar hasta el 5 de enero de 2019

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