El auge de la demanda china dispara el precio de los alimentos al nivel mundial

Los precios de la alimentación no dejan de subir… Parece una cadena que no tiene fin pero realmente todo lo que ocurre en el enorme país comunista chino influye de manera directa en nuestra vida al influir directamente en la economía global. 

La regla estratégica china establecida en el momento más álgido de la guerra civil en la década de los treinta es que la única forma de controlar una tendencia es acelerarla; y para eso se deja guiar por una necesidad ineludible y forzada, que la acción de la política debe canalizar. La nueva civilización que propone Xi Jinping no es una expresión de buenas intenciones, que en el mejor de los casos no sería más que un intento vacío de corto plazo.
por Francisco Villanueva

 

Parece una cadena que no tiene fin pero realmente todo lo que ocurre en el enorme país comunista chino influye de manera directa en nuestra vida al influir directamente en la economía global. Ahora el aumento del precio de los alimentos es el resultado directo del auge de la demanda de granos y aceites en Asia, consecuencia a su vez de la fenomenal recuperación de su economía en la etapa pos-pandemia, especialmente en China, que ha recuperado en plenitud el boom de consumo (6,9 billones de dólares) que la caracterizara en la etapa pre-pandemia en el tercer trimestre del año, y que ahora se elevaría en 1,5 billones en el ciclo 2020/2021, y alcanzaría a 8,5 billones.

El precio del maíz en China ha aumentado 20% a partir de febrero, y esto a su vez ha triplicado las importaciones, previéndose un crecimiento excepcional que pasaría de 7 millones de toneladas en 2020 a 22 millones de toneladas en 2021.

El Departamento de Agricultura de Estados Unidos señala que el stock de reservas del maíz en la República Popular ha disminuido casi 90% el último año (ha caído 57 millones de toneladas entre mayo y septiembre del año pasado). De ahí las compras record en EEUU de 10 millones de toneladas de maíz el 10 de octubre de 2020, con un adicional de 5 millones de toneladas en diciembre; y todo esto por encima de lo pactado en el acuerdo estratégico con Estados Unidos (Fase 1 – Comercial) sellado con el presidente Donald Trump el 15 de enero del año pasado en la Casa Blanca, con la presencia de Liu He, mano derecha de Xi Jinmping en los temas económicos, financieros y estratégicos.

El caso de las reservas de carne de cerdo congelada en China ha sido especialmente significativo, y ya que prácticamente se han agotado (cayeron 452.000 toneladas entre septiembre de 2019 y agosto del año pasado). Esto sucede cuando la República Popular de China es la primera productora, la mayor consumidora, y la principal importadora de carne de cerdo del mundo, con una ingesta de 57 kilos por año de su población de 1.440 millones de habitantes con 10.000 dólares anuales de ingresos per cápita.

El gobierno de Pekín se ha volcado ahora a una campaña nacional para disminuir y eliminar el enorme desperdicio en su alimentación que experimenta actualmente.

El cálculo de la Academia de Ciencias es que los consumidores chinos desperdician entre 17 y 18 millones de toneladas de alimentos por año, suficientes para alimentar entre 30 y 50 millones de personas en ese período. Por eso coloca el énfasis ahora en el cambio de hábitos alimentarios de la población china, y busca reducir el consumo de carne sobre todo la de cerdo; y en general el montante de las calorías consumidas diariamente como forma de enfrentar los problemas derivados de una alimentación excesiva.

La frugalidad se ha convertido en un objetivo nacional cuando el país experimenta un boom de consumo de su población de características globales. Esta política del gobierno chino se funda en una visión de largo plazo de carácter global. El cálculo del presidente Xi Jinping es que con el actual nivel de crecimiento de la economía mundial del 3% al 5% por año, y con una clase media china con ingresos comparables a los norteamericanos, que hoy asciende a 440 millones de personas, que serían 780 millones en 2028 y más de 1.000 millones en 2030, la relación recursos / economía global es ya 1,6, y alcanzaría a 2,5 en los próximos 10 años, lo que la tornaría en absolutamente insustentable y abriría paso a una crisis orgánica en materia de recursos.

De ahí que la política de frugalidad alimentaria sea sólo un adelanto de lo que viene, que es impulsar una “nueva civilización”, con una distinta forma de consumir y relacionarse, ante todo con la naturaleza. Se trata de una conversión cultural, social, económica y ecológica de extraordinaria envergadura, que es parte de un esfuerzo de transformación, ante todo alimentaria.

La regla estratégica china establecida en el momento más álgido de la guerra civil en la década de los treinta es que la única forma de controlar una tendencia es acelerarla; y para eso se deja guiar por una necesidad ineludible y forzada, que la acción de la política debe canalizar. La nueva civilización que propone Xi Jinping no es una expresión de buenas intenciones, que en el mejor de los casos no sería más que un intento vacío de corto plazo.

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