‘El voto demoscópico’, por Alejandro Díaz del Pino

por Alejandro Díaz del Pino

 

Miércoles, 2 de febrero de 2022. El pasado fin de semana se celebró el Benidorm Fest, un festival de música para elegir al representante de España en el certamen de Eurovisión. La cantante Rigoberta Bandini y el grupo gallego Tanxugueiras eran los favoritos para el público, al que correspondía elegir a través del ‘voto popular’. Éste otorgó la victoria al grupo Tanxugueiras, seguido de Bandini. Pero, cosas de la democracia, resultó que el voto del pueblo sólo tenía un valor del 25 por ciento.

Esto desató una ola de incredulidad y quejas entre los espectadores, cuando descubrieron que otro 25 por ciento correspondía al ‘voto demoscópico’: el resultado de una muestra de 350 personas encuestadas con muy poca transparencia en cuanto a los criterios adoptados. Aún con ese apoyo ya menos democrático, seguía ganando Tanxugueiras. Pero faltaba el ‘voto del jurado’, que tenía un peso del 50 por ciento, nada menos. Tras emitir los ‘especialistas’ su veredicto, ni Tanxugueiras ni Bandini fueron las elegidas, sino Chanel Terrero, quien representará a España en Eurovisión para sorpresa de los telespañolitos.

Esto derivó en una oleada de protestas que ha llegado a momentos delirantes, como a que el sindicato Comisiones Obreras haya solicitado formalmente la anulación de los resultados. El Benidorm Fest logró conectar y movilizar a miles de españoles que, al conocer los resultados, se sintieron estafados. No entendían que su voto valiese sólo el 25 por ciento, frente al voto demoscópico y al del jurado, que representaron un 75 por ciento.

Es una anécdota menor, pero escenifica, nunca mejor dicho, la perversión de la democracia española. El voto demoscópico, en un sentido figurado, se utiliza en este país desde el referéndum constitucional, elección tras elección, y para cuestiones mucho más serias que quién nos representará en Eurovisión. El voto demoscópico es, por ejemplo, que un partido gobierne con una caja B de donde saca dinero para comprar voluntades: no hay mejor muestra de voto demoscópico que la trama Gürtel. El voto demoscópico es un voto dopado a un partido dopado.

El voto demoscópico es, también, que la estructura general del sistema de medios en el Estado responda a un oligopolio mediático que recibe más del 80 por ciento de la publicidad y cuyas líneas editoriales son, en todos y cada uno de los casos, conservadoras. ¿Qué cadena generalista de televisión no está bajo el control de la derecha? Ninguna.

¿Qué informativo de alguna de las cadenas del oligopolio mediático no está bajo el control de la derecha? Ninguno. ¿Qué medios de este entramado no comparten el discurso reaccionario y han sido, voluntaria o involuntariamente, copartícipes del auge de los neofascismos? Ninguno. ¿Qué periódico puede comprar un lector en el quiosco que tenga abiertamente una posición de izquierdas? Ninguno.

El voto demoscópico es un horror y un error para una democracia, vinculado con los poderes fácticos y al servicio, por tanto, de los intereses particulares de turno. El voto demoscópico son todas las malas praxis que distorsionan el resultado final de unas elecciones, casi siempre en favor de la derecha. Hay que reconocer su forma de construir su relato para poder combatirlo.

Vale como ejemplo lo sucedido en Lorca el pasado lunes, cuando un pleno fue suspendido por un asalto de neonazis que, en sintonía con la patronal ganadera, se ‘oponían’ a una ordenanza que delimitaba la distancia a la que puede construirse una macrogranja respecto a una zona residencial. Es manifiesto el contraste entre la forma de informar y actuar ante el desahucio de una familia, y cuando un grupo de neonazis agrede a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, toma un ayuntamiento e impide, a través de la violencia, el desempeño de la democracia.

En el primer caso, se criminaliza a los activistas de las plataformas antidesahucios, se les agrede con contundencia, se les llega a calificar como radicales y se les aplica eso que algunos llaman ‘todo el peso de la ley’. En el segundo caso, no se les identifica como neonazis sino como “ganaderos exaltados” (Pedro Piqueras, Informativos Telecinco, martes 31 de enero de 2022, Grupo Mediaset), no hay presencia de antidisturbios y telediarios, como el de Vicente Vallés (Antena 3, misma fecha, Grupo Atresmedia), le dedican apenas 20 segundos, como si paralizar a través de la violencia la aprobación de una norma en un pleno fuese algo anecdótico. Por cierto, el Partido Popular y Vox se niegan a condenar estos hechos. Qué se yo, les habrá traído recuerdos del pasado y les ha podido la nostalgia.

La demoscopia no debería ser una herramienta al servicio de los poderosos. Hay consultoras que mantienen que el Partido Popular y Vox podrían gobernar con mayoría absoluta si se celebrasen hoy elecciones generales. La mayoría de este tipo de encuestadoras da una especie de empate técnico entre el bloque de investidura y la suma de la derecha y la derecha extrema. Exactamente lo mismo sucedía en Portugal, nuestro país hermano y vecino.
Hasta que fueron las elecciones generales el pasado domingo y resultó que no sólo no estaban empatados los bloques de izquierda y derecha, sino que el Partido Socialista cosechó una holgada mayoría absoluta. Si entendemos por demoscopia que los medios de comunicación de masas lancen cada día una encuesta (casi siempre favorable a las derechas), ésta ha dejado de ser un instrumento sociológico para convertirse en más materia propagandística y desestabilizadora.

Todas estas cuestiones a las que metafóricamente me refiero como voto demoscópico influyen, y mucho, en la percepción y consecuente toma de decisiones individuales y colectivas e, incluso, en la creciente polarización de una sociedad que aspira a vivir en paz y en una democracia plena. Mi intención no es otra que aportar herramientas para facilitar la identificación de cómo y cuándo estamos siendo manipulados con un fin muy claro: familiarizarnos con el discurso reaccionario para que la derecha pueda seguir marcando e imponiendo su agenda incluso estando en la oposición.

Porque además del voto demoscópico tienen a su favor el voto del jurado, el del 50 por ciento. El de un Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que lleva más de tres años caducado porque el PP bloquea, en contra de los más elementales consensos democráticos, su renovación con el fin de preservar una mayoría conservadora en funciones que se corresponde con los ya lejanos años de M. Rajoy. El Tribunal Constitucional mantiene, asimismo, una mayoría también conservadora contra natura que decidirá sobre la Ley del Aborto del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que recurrió el PP, como ya hiciera con la ley que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo y otras tantas que suponen avances en los derechos civiles.

Lejos de invitar al desánimo y la desmovilización, mi intención es la contraria. Sólo existe en este contexto una forma de contrarrestar los votos demoscópicos y del jurado. La receta es llenar las urnas de voto popular. El pueblo debe defender en las urnas lo que le pertenece: su soberanía. Si en estos momentos no estamos gobernados por la ultraderecha, a la que Pablo Casado le ha abierto las puertas para hacer una coalición, es porque en las últimas elecciones generales la izquierda se movilizó de forma excepcional. Por eso, contra los caciques, voto popular. Contra el oligopolio mediático, voto popular. Contra el despotismo ilustrado, voto popular. Sin olvidar que la militancia, el activismo y la participación ciudadana construyen todo lo que han querido destruir quienes nos quieren en soledad: el poder popular.

Alejandro Díaz es Periodista

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