¿Es ‘cool’ el Tribunal Supremo? Las instituciones ante el cambio de época

Sede del Tribunal Supremo de España el 17 de enero de 2021. Wikimedia Commons / Luis García (Zaqarbal), CC BY-SA
por Iñigo A. Navarro Mendizabal

 

Jueves, 21 de abril de 2022. Hoy en día se ha convertido en un tópico decir que vivimos un cambio de época, lo cual es correcto si atendemos a las transformaciones que se están produciendo en nuestros modos de vida y en nuestra forma de comprender la realidad. Esta realidad que querríamos entender se muestra inundada de volatilidad (porque todo es mudable, inconstante, volátil e inestable), incertidumbre (no hay un conocimiento seguro y claro), complejidad (porque se compone de elementos diversos e interrelacionados) y ambigüedad (porque casi cualquier fenómeno se puede entender de diversos modos o se puede interpretar de distintas maneras).

En esta mutabilidad constante, los mapas envejecen y quedan obsoletos con tremenda rapidez porque la realidad varía incesantemente y cada vez hace más falta ser capaz de utilizar instrumentos de navegación: aprender a usar la brújula es más importante que saberse el mapa de memoria.

También se está produciendo lo que el novelista Houllebecq utilizó para titular una de sus inquietantes y provocativas novelas: una Ampliación del campo de batalla.

El campo de batalla se ha ampliado en muchas facetas y sentidos y parece que todo es batalla constante y que todo vale para defender la posición. Todo está siempre en riesgo. Por ejemplo, no es suficiente con ser competente técnicamente en el mundo profesional, también hay que dominar las habilidades blandas (que se denominan soft skills), saber convencer a los demás, ser simpático, tener una apariencia lo más seductora posible, practicar deporte en los tiempos libres, ser eficaz en proyectar la propia imagen en las redes sociales… Hay que esforzarse diariamente y esforzarse mucho solo para mantenerse, porque han desaparecido las inercias y ahora, si no se pedalea, la bicicleta se para.

Todo ello puede conformar a un individuo que se siente agotado surgiendo la llamada sociedad del cansancio (Byung-Chul Han) que deriva no de la negatividad, sino de un exceso de positividad.

El filósofo polaco Zygmunt Bauman acuñó el término de la modernidad líquida refiriéndose a que todo, desde la realidad social hasta el propio individuo, está sometido a un constante cambio, en el que no hay nada fijo, permanente, ni sólido. El individuo debe aceptar vivir «surfeando» en su vida líquida de manera que los que mejor se adaptan son los capaces de «surfear» mejor.

Parece que las realidades, las instituciones y las identidades sólidas van desapareciendo y hay que estar constantemente adaptándose a un entorno cambiante, por lo que la identidad será maleable o voluble y nos vemos obligados a vivir en un cierto nomadismo.

Estos ejemplos nos presentan ideas complementarias y a veces repetitivas y todas ellas nos muestran una realidad líquida, cambiante, voluble, variable y tendente hacia lo desconocido. Una realidad en la que las identidades se sienten amenazadas y existe una posible reacción de fuerza como ocurre con muchos de los populismos que están emergiendo por doquier.

Las instituciones y el cambio

¿Pero qué ocurre con el Derecho y las instituciones jurídicas y políticas? Las instituciones siempre se han caracterizado por ser estructuras cuyo objetivo es vertebrar en el tiempo. El Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional o la Monarquía son todo lo contrario a lo volátil y sus actuaciones no deben ser inciertas o ambiguas. Entonces, ¿no se produce una tremenda contradicción entre las características de las instituciones y los tiempos que corren?

El gaseoso lenguaje de los likes, del engagementm con los followers, de las buenas o mala vibras, de lo que ahora es cool, de los influencers… se compadece mal con el lenguaje del Tribunal Supremo, del rey o del Congreso de los Diputados.

Alizzz y C Tangana cantan Ya no vales a una estrella que pierde engagement con los fanes y el último disco de León Benavente despacha a los Viejos rockeros viejos que tienen que saber retirarse de la fiesta a tiempo, porque su tiempo ha pasado.

En las instituciones algunos comienzan a alarmarse y a veces se proponen soluciones estrafalarias como que las instituciones adapten sin más el lenguaje de los tiempos, pero, ay, el Tribunal Supremo no puede dictar una sentencia rapeando, ni el rey debe vestir como una celebrity, ni tener un Instagram parecido al de un influencer.

Las instituciones dotan de estabilidad porque sirven de cauce y aunque las aguas bajen revueltas el cauce sigue siendo por donde bajan. Así, el Derecho debe ser capaz de encauzar la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad, la ambigüedad, la liquidez… y para ello las instituciones deben acoger lo extraordinario, lo variable y lo heterogéneo que se va produciendo de manera creciente. Deben defender los pocos principios que de verdad son fundamentales, huyendo de protocolos rancios y casposos.

No importa que el Tribunal Supremo no haga trap o hip hop si es capaz de acoger la extraordinaria diversidad social cuando dicta resoluciones para garantizar que el Derecho se aplica igual a todos y el engagement del rey deriva de su capacidad para simbolizar la unidad de la tremenda heterogeneidad del país.

El embate de lo líquido contra la solidez de las instituciones es uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos. Para superarlo deben ser capaces de acoger lo cambiante en su seno.

Iñigo A. Navarro Mendizabal, Profesor Ordinario de Derecho privado, Universidad Pontificia Comillas


Contenido bajo Licencia Creative Commons

Sea el primero en desahogarse, comentando

Deje una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.