Francisca Burdeos, una mujer soldado que pasó por hombre en el siglo XIX

por Ángel García Sanz Marcotegui, Universidad Pública de Navarra..


 

 

Diario de Palma, ejemplar del 7 de octubre de 1854. Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España.

Las mujeres que a lo largo de la historia se han vestido como los hombres (y, en muchos casos, han participado en acciones de guerra codo a codo con ellos) se prestan a relatos más o menos novelescos o sensacionalistas.

 

Los condicionantes y objetivos del travestismo son particularmente un campo fértil para la especulación acerca de la sexualidad de mujeres-soldado como la protagonista de este trabajo. Su caso es bastante similar al de Ana María de Soto, infante de marina que entre 1793 y 1798 combatió hasta que, en un reconocimiento médico, se descubrió que era mujer y recibió una pensión del Gobierno.

De todos modos, las peripecias de ambas fueron bastante diferentes y menos complejas que las de Teresa o Florencio Pla Meseguer, jefe guerrillero antifranquista, o el coronel Amelio Robles, “una mujer transgénero” del México revolucionario.

Francisca se convierte en Benito

En este sentido, la “transgresión a la feminidad normativa” de Francisca Burdeos es muy peculiar, como ocurre en los casos de mujeres que se mueven entre los márgenes que marcan factores como el sexo, una condición social humilde y un mayor o menor compromiso con ideales progresistas. En ella se unieron la decisión y la valentía para subsistir y alcanzar la independencia personal, lo que la convierte en una adelantada, aparentemente sin pretenderlo, de la lucha por la igualdad y la emancipación femenina. Por ello llaman la atención los parabienes que su comportamiento mereció de la prensa de mediados del XIX.

Francisca Burdeos Zamboráin (Tiermas, Zaragoza, 1810) tuvo al menos tres hermanos. De uno de ellos, Benito (Eslava, Navarra), que murió de niño, tomó su nombre y con él llevó una rocambolesca vida, ya que logró ocultar su condición femenina durante mucho tiempo.

Según refirió ella misma a algún periódico, que publicó sus declaraciones para que el Gobierno premiara sus servicios, a los cinco años perdió a su madre y su madrastra la maltrataba. Por ello, a los 13 años, “harta ya de sufrir”, decidió hacerse pasar por Benito, pensando que ganaría más que como mujer “con el mismo trabajo”.

A comienzos de la primera Guerra Carlista abandonó su trabajo de boyero (conductor de bueyes) en Sangüesa (Navarra) y se alistó en el cuerpo de Tiradores de Isabel II de Navarra con el nombre de Javier Urbiza o Javier Burdeos. Como tal, participó en numerosos combates.

Cuando en 1837 dicho cuerpo fue disuelto, se incorporó en Zaragoza al Segundo Batallón de Cuerpos Francos de Aragón con uno de los dos nombres citados. Siempre se portó como el más valiente soldado y no fue herida. Una vez obtenida la licencia absoluta en 1842, trabajó en el campo en varias localidades navarras, haciéndose pasar siempre por Benito.

Francisca se descubre

En 1848 se empleó en una taberna de Tudela, cuya dueña propició su detención y que se descubriera que era mujer, al acusarle de que le debía 24 reales por las comidas que le daba. Ella negó que tuviera que pagárselas y afirmó que su patrona actuaba así resentida porque quería dejar su trabajo. Sea como fuere, al ser destinada a la misma celda que otros presos, “pidió, suplicó, rogó, instó y volvió a solicitar que le pusieran en una estancia separada por razones de conveniencia propia”. Al no conseguirlo, se vio obligada a declarar que era mujer y que se llamaba Francisca Burdeos.

Retrato de Baldomero Espartero, príncipe de Vergara. Antonio María Esquivel / Wikimedia Commons

En la causa declaró que “jamás” había abusado de su disfraz de hombre para “no faltar en lo más mínimo a sus deberes de mujer honrada”, a pesar de “haber estado entre soldados libertinos que jamás advirtieron que fuese mujer”. También alegó que había tomado “mil precauciones” para que los hombres con quienes trabajaba no advirtieran su condición, como servir en casas donde no hubiera otros criados o no embriagarse.

Seguramente fue absuelta de los mencionados delitos, y más adelante logró ser presentada en Logroño a Espartero, quien le facilitó trasladarse a Madrid, a donde llegó en 1848 para pedir al Gobierno una recompensa por sus servicios. En 1853, el gobierno de Francisco Lersundi le concedió 112 reales mensuales.

Reconocimiento social

En 1854 luchó contra las tropas de la guarnición de Madrid en las barricadas cercanas a la plaza de Bilbao. Un periódico señaló entonces que era “de mediana estatura y lleva siempre el traje varonil”, y valoró su actuación como sigue: “Indudablemente merece mucho más la consideración del gobierno una mujer que ha vivido y vive como un hombre esforzado, que muchos hombres que viven como flacas mujeres”.

Pese a las valoraciones positivas de la prensa, ese mismo año, considerando que su pensión era insuficiente, pidió el empleo y sueldo de teniente o una pensión equivalente por los méritos que había contraído durante la Primera Guerra Carlista en defensa de la “causa nacional”. Sin embargo, en 1855 el Gobierno se lo denegó.

Recorte referido a Francisca/Benito Burdeos publicado en el vespertino La Regeneración (Madrid) el primero de agosto de 1861. Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España.

Las siguientes noticias sobre las vicisitudes de nuestro personaje se circunscriben prácticamente a su participación en la guerra de África (tenía ya 50 años) y al suceso siguiente. En 1861 vivía en Madrid, donde pasó por hombre y trabajó como criado de una señora, cuya prima fue asesinada el 29 de julio cuando iba con sus dos hijas, sin que quien las acompañaba (Francisca/Benito) pudiera impedirlo.

Los antecedentes y las circunstancias del crimen han merecido la atención de varios autores. Lo que aquí importa es que en 1862 y 1863 nuestra protagonista tuvo que asistir y declarar en el juicio, lo que suscitó de nuevo la cuestión de su sexo, máxime considerando que en alguna sesión exhibió “sus múltiples condecoraciones de guerra”.

Precisamente por eso, aunque no hay descartarlo, no parece ser el mismo Benito Burdeos, de 50 años, enfermo, que figura en una relación de colonos llegados de España a la isla de Santo Domingo en el vapor “Ferrol” el 4 de mayo de 1862.

De cualquier modo, a partir de estos años, parece que cayó en el olvido.


Ángel García-Sanz Marcotegui, catedrático de Enseñanza Media en excedencia desde 1983, ha sido profesor colaborador y titular interino de Historia Contemporánea en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Univeridad del País Vaso (1986-1988) y titular de esta Universidad (1988-1991) y de la Universidad Pública de Navarra (1991-2009), en la que desde último año es catedrático de Historia Contemporánea. También fue profesor tutor del Centro Asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Pamplona (1986-1988)
Este artículo fue publicado originalmente en . Una versión se publicó en el blog Traductor de Ciencia de la UPNA.The Conversation
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