‘Hacia una democracia directa’, por Nico Ferrando

por Nico Ferrando

Lunes, 23 de agosto de 2021. En la actualidad, y con mayor intensidad si cabe por la pandemia del Covid-19, la casi totalidad de la ciudadanía española se ha comunicado con la Administración Pública por medios telemáticos para realizar todo tipo de trámites y también para interponer recursos o reclamaciones. Hoy se habla de certificado digital, de DNI electrónico o de recursos electrónicos con una familiaridad que hace poco tiempo era totalmente impensable.

En 2015, la Ley 39/2015 del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas (LPACAP), ya obligó a todas las personas jurídicas a relacionarse de manera telemática con la administración pública. Asimismo, los autónomos han sido obligados, recientemente, por la Agencia Tributaria y la Tesorería de la Seguridad Social a cumplimentar sus obligaciones a través de este innovador canal, que ahorra tiempo y papel, dos aspectos muy importantes para contribuir a la lucha contra el cambio climático, una lucha en la que todos tenemos la obligación moral de comprometernos desde nuestra realidad más inmediata.

Mi pregunta es sencilla y la voy a hacer de forma directa: ¿Por qué no relacionarnos con la administración pública de forma segura para decidir qué valores queremos imprimir a las leyes o para determinar cómo se gasta el dinero de nuestros impuestos? No termino de entender por qué nos encaminamos, desde hace algunos unos años, a que todas nuestras obligaciones se efectúen por medios telemáticos y casi nadie levanta la voz para que, también, podamos profundizar, mediante este novedoso sistema, en una democracia más dinámica, participativa y plural, que abarque numerosos asuntos que nos conciernen como miembros de una sociedad.

La democracia directa ya no es un ideal o un sueño difícil de alcanzar. Podemos hacer que sea algo plausible en el corto plazo y puede ser, a mi juicio, una útil herramienta para acercar a los jóvenes a la política. Ahora bien: ¿Es la democracia directa la panacea? No. Tiene muchos detractores. De lo que estoy seguro es que significaría un importante cambio social que merece la pena experimentar, más si nos creemos esa frase que se arrogan, cada cierto tiempo, reputados dirigentes: Vox Populi, vox Dei (La voz del pueblo es la voz de Dios), publicada en un libro por Thomas Thynne a finales del siglo XVIII, pero muy socorrida por algunos políticos para alardear en diferentes ámbitos sobre su legitimidad democrática.

La democracia directa se practicó en la Grecia clásica en el siglo VI A.C., aunque con importantes restricciones de clase y de género. La población de la ciudad-estado de Atenas, de aproximadamente 50.000 personas, fue un perfecto escenario para este sistema, que se mostró incapaz de sobrevivir a las guerras y otros vaivenes que tuvo que padecer esta civilización. También se aplicó, más tarde, en Roma, donde se adoptó una de democracia directa en la que sólo tenían derecho de voto los ciudadanos romanos de pleno derecho. Es incuestionable, pese a que han pasado más de dos mil años, que el hecho de que los ciudadanos tuvieran el protagonismo de hacer las leyes fue un factor importante que contribuyó al auge de Roma y la civilización grecorromana.

En la actualidad, uno de los pocos ejemplos que tenemos de democracia directa es el caso de Suiza, donde en dos de sus cantones el pueblo se reúne en la plaza pública de la ciudad o en una pradera una vez al año para aprobar las leyes, el presupuesto y también las reformas constitucionales. Asimismo, hay una notable cultura de referéndum ya que se consulta a la ciudadanía sobre diversas materias que atañen a su vida diaria, lo que hace que los hombres y las mujeres de esa sociedad participen activamente del crecimiento y la evolución de la misma.

Se ha criticado de forma feroz a la democracia directa por ser un sistema lento ya que abre la posibilidad a que se escuchen voces corales. Incluso, se ha dicho que los partidos políticos que practican este tipo de sistema a nivel interno son poco eficientes. Sin estar del todo acuerdo con esta máxima, puedo aceptar que es algo farragoso cuando la democracia directa se aplica de forma presencial. No obstante, al contar con medios electrónicos no reviste esa dificultad. En este sentido, uno de los pioneros y visionarios de este sistema fue el empresario norteamericano Ross Perot, que propuso una original Democracia Directa Electrónica durante sus campañas presidenciales en la década de los 90’ del siglo XX.

También se ha afirmado que la democracia directa significaba una dictadura de la mayoría. Puede ser. No obstante, sí hay que decir que la democracia representativa es la dictadura de una minoría reducida. Me quedo con el primer supuesto hasta que seamos capaces de encontrar otro sistema mejor.

Convendría que se explicite lo que pasaría si adoptáramos una Democracia Directa en España:

-Habría una mayor participación ciudadanía en todos los ámbitos.

-Nos encaminaríamos hacia la irrelevancia del poder legislativo, que se vería reducido a un órgano que aplicaría las decisiones del conjunto de la ciudadanía y les daría forma de ley.

-Habría un adecuado control de la gestión del poder ejecutivo.

-Podríamos configurar unos presupuestos participativos, que no dependan de los intereses de exiguas minorías.

Y un largo etcétera. Quienes nos representan y defienden a ultranza la democracia representativa es porque sólo están defendiendo su modo de vida para seguir formando parte de una casta que no se ocupa de los problemas de una sociedad que es cada vez más cambiante y debe afrontar nuevos retos, para lo que nuestro marco constitucional de 1978 no está preparado. Hace aguas por muchos sitios.

La democracia directa que planteo no puede significar una ruptura total del sistema representativo existente, qué quede claro. Necesitamos seguir teniendo gestores públicos, representatividad legislativa y otras estructuras de poder.

Pensémoslo bien: si tenemos la capacidad (y la obligación) de pagar un impuesto mediante nuestra firma electrónica, por qué no podemos, también, decidir con un simple clic el destino del dinero público que pagamos o participar de la confección de las leyes.

¡Democracia Directa Ya!

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