La aldea fantasma de Las Cañadas quiere volver a la vida

Una propuesta presentada al Ayuntamiento de Galaroza por parte de la Asociación Lieva busca la limpieza y recuperación de este patrimonio cachonero.

El Ayuntamiento de Galaroza ha recibido un proyecto para la puesta en valor de un patrimonio perdido desde hace muchos años. Se trata de la aldea de Las Cañadas, que Galaroza recibió entre otras tras su independencia en 1553. ‘Las Cañás’, como se conoce en el pueblo, dejó de estar habitada a mitad del siglo XX, aunque aún quedan restos de edificaciones. La idea procede de Jesús Sánchez García, colaborador de la Asociación Cultural Lieva, colectivo que ha convertido el planteamiento inicial en un proyecto de actuación que pretende poner en valor este lugar. A partir de su limpieza y reacondicionamiento, se quiere rescatar este patrimonio cachonero.

El proyecto de Jesús Sánchez propone dos fases, la primera de limpieza de maleza forestal, con tareas de desbroce, tala y quema de matorral y árboles muertos que ocultan en su mayoría los restos de las viviendas que conformaron la aldea.

Tras esta jornada, para la cual se convocaría a voluntarios colaboradores, se plantea el adecentamiento de la aldea, con pautas de mantenimiento, señalización, colocación de plantas ornamentales y árboles frutales, paneles informativos y otras medidas que la conviertan en un punto de disfrute turístico de actividades y del medio natural.

El objetivo final, según Jesús Sánchez, es “convertir la aldea en un punto de interés turístico por el que se pueda transitar y observar cual era la distribución urbanística de casas y huertas, y ofrecerla como un nuevo atrayente turístico para Galaroza, al estar, además, conectado al municipio por un sendero de gran interés”.

En el futuro, en este espacio podrían llevarse a cabo proyectos de dinamización cultural con actividades como pequeños conciertos de música, exposiciones, representación de tradiciones, obras teatrales, observación astronómica, recolección de frutos, rutas etnobotánicas o mercadillos de productos ecológicos.

Podrían proponerse, según Sánchez, actividades de deporte, aventura y naturaleza, aprovechando el sendero que conecta la aldea con Galaroza, así como escalada sobre la cascada de agua que existe cerca, y otras de sensibilización y educación ambiental.

La pequeña aldea se encuentra en un estado ruinoso y de total abandono. Cuando Galaroza obtuvo su título de villa en 1553 de manos del rey Felipe II, que firmó en nombre de su padre, el emperador Carlos V, se le otorgaron seis aldeas, concretamente las de Cortegrullo, Las Cañadas, Las Vegas, Fuenteheridos, Las Chinas y Navahermosa. Las tres primeras se fueron quedando despobladas durante las fuertes migraciones del siglo XX, mientras que Fuenteheridos fue aldea de Galaroza hasta el siglo XVIII y las dos últimas aún se mantienen bajo su jurisdicción.

Las Cañás fue una población eminentemente agrícola, situada entre su pueblo matriz y Valdelarco, que llegó a contar en 1854 con 58 habitantes. Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico, publicado en 1847, dice de ella que estaba «situada en la parte sur oeste de una colina, con clima templado y buena ventilación. Tiene diez casas y una ermita; dista de su matriz un cuarto de legua y el terreno que comprende es de tercera calidad. Produce bellotas, uvas otros frutos, y entre la cría de ganados es el más preferido el cerdoso». Su población era entonces de diez vecinos y treinta y seis almas.

Poetas, escritores y periodistas se inspiraron en este lugar, como Aurelio de Vega, que en su libro ‘La Sierra de Huelva, hitos y tradiciones, publicado en 1997’, recoge parte de sus artículos en Huelva Información para recordar que «pueden verse todavía los restos de media docena de casas, que debieron ser hermosas, hechas de piedras y tapial, el suelo también empedrado, chimenea, zarzos para ahumar frutos y chacina, alacenas en las cocinas, corral y dependencias para el ganado. Los huecos de puertas y ventanas están en distribución simétrica cumpliendo las necesidades de dentro a fuera».

La calle principal sigue siendo el eje central del núcleo, y lleva a la antigua iglesia, de la cual se conservan parte de sus muros. Es el escritor cachonero Emilio Rodríguez Beneyto quien, en su libro ‘Aspectos históricos de Galaroza’, rememora la historia de este templo, al decir que en la página 306 del libro décimo de Bautismos de la parroquia cachonera puede leerse un texto del cura de entonces, Manuel Casanova y Biescas, dando noticia de la «bendición y la dedicación a la Inmaculada Concepción de la iglesia nuevamente construida en la aldea de Las Cañadas». Este sagrado acto se produjo el 1 de agosto de 1830, y al mismo concurrieron las autoridades y los párrocos de Valdelarco, Navahermosa y Cortelazor la Real, quien ofició la ceremonia. La celebración estuvo «hermoseada» por una orquesta de música, costeada por los vecinos de la aldea.

Distintos fueron los momentos vividos por la iglesia, que quedó arruinada antes de que acabase el siglo XIX. Posteriormente, la imagen de la Purísima que reinaba en este templo, fue colocada en el retablo de la Divina Pastora de la parroquia de Galaroza, desapareciendo poco después.

El camino hacia la aldea es tortuoso pero repleto de bellos parajes donde se pueden apreciar los diversos ecosistemas que pueblan la sierra. Precisamente, uno de los atractivos que se podrían poner en valor es una cascada de agua, situada en el paraje del Pitoso, que tiene altura y belleza suficientes para ser más conocida. Barrancos, vegas, muros de piedra, arroyos y huertas inundan el sendero que cada vez es más transitado por los turistas. Los visitantes, al doblar el último recodo que les introduce en Las Cañás, no pueden evitar sentir una sensación de nostalgia por lo que fue aquel lugar, por las dificultades de sus moradores, que no tuvieron más remedio que abandonar su hogar ante el avance de la supuesta modernidad.

 

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