“La homofobia y la transfobia colocan a nuestras economías en una situación de recesión y pandemia permanentes”

Por MV Lee Badgett

 

 

Imaginemos una enfermedad grave que cruza fronteras y se expande minando la salud de las personas vulnerables y debilitando las economías. Aunque dicha descripción nos suena muy familiar hoy en día, la COVID-19 no es la única amenaza para la salud y la economía de nuestros países. Además del racismo, el sexismo y la xenofobia, otra enfermedad social que afecta a la gente y a la economía de todos los países tiene como objetivo a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT). Mi nuevo libro, The Economic Case for LGBT Equality: Why Fair and Equal Treatment Benefits Us All (La importancia económica de la igualdad LGBT: por qué el trato justo e igualitario nos beneficia a todos), demuestra cómo la homofobia y la transfobia –es decir, el proceso de estigmatizar y excluir a las personas LGBT– perjudican a nuestras economías y constituyen una violación de los derechos humanos de los individuos LGBT.

La discriminación y la violencia contra las personas LGBT se dan en todo el mundo. Aunque el término ‘LGBT’ no se utiliza en todos los países, sí se puede observar en todos ellos un grupo de personas que se definen por sus identidades de género o conductas sexuales socialmente estigmatizadas.

Y a pesar de que algunos países parecen estar avanzando hacia la plena igualdad –29 naciones permiten actualmente el matrimonio entre personas del mismo sexo–, en el ámbito de la plena inclusión de la comunidad LGBT todas las naciones siguen comportándose como países en vías de desarrollo.

Sin embargo, no siempre oímos hablar de los costos derivados de dicho trato que perjudican tanto a las personas LGBT como a nuestras economías. Cuando Pema Dorji era un adolescente en Bután, ir a la escuela era “como ir a la guerra”, según nos cuenta. Aunque hoy en día es un joven activista LGBT, Pema sigue recordando vívidamente el acoso que sufrió a manos de otros estudiantes e incluso de sus profesores. Un informe de la UNESCO de 2016 analiza problemas parecidos a los que se tienen que enfrentar los jóvenes LGBT en 94 países, con el maltrato psicológico, la violencia y la discriminación como experiencias demasiado habituales en los centros educativos.

Estas duras vivencias enseñan desde pronto a los jóvenes LGBT que no se les valora plenamente en la sociedad y que no gozan de una seguridad total. Dicha lección tiene consecuencias para todos nosotros. Numerosos estudios demuestran que el acoso repercute de manera negativa en la salud de los alumnos LGBT y aumenta la posibilidad de que abandonen sus estudios, falten a clase o tengan calificaciones más bajas. Por tanto, los estudiantes LGBT están recibiendo una educación de menor calidad y en menor cantidad que el resto. Los estudiantes no LGBT también se ven afectados. Algunos pueden ser percibidos como LGBT si no se ajustan a las reducidas expectativas de género. Y en general, los alumnos que asisten a escuelas con más acoso también tienden a obtener peores resultados académicos.

Asimismo, nuestras economías resultan perjudicadas si los alumnos no aprovechan sus estudios, ya que una peor escolarización significa siempre menos capacidades. Con una escolarización inferior o menos eficaz, los jóvenes LGBT se encontrarán en una situación de desventaja cuando entren al mercado laboral. Tendrán menos que ofrecer a los empleadores que cubren los puestos de trabajo con mejores salarios, por lo cual muchas personas LGBT acabarán en empleos con salarios más bajos o, en algunos países, en el sector informal.

Discriminación en el mercado laboral

Incluso los que tienen un alto nivel educativo pueden enfrentarse a la discriminación en el mercado laboral de muchos países. La Agencia de los Derechos Fundamentales de la UE acaba de publicar los nuevos resultados de una encuesta en la que uno de cada cinco ciudadanos de la UE aseguraron haber sido discriminados en el trabajo en el año anterior por ser LGBTI (la I representa a las personas intersexuales). Asombrosamente, dicha cifra fue ligeramente superior a la de un estudio similar que se llevó a cabo en 2012, en el que el 19% denunció haber sufrido discriminación. Otros datos sugieren que la discriminación contra las personas LGBT contribuye a una brecha salarial del 11% en detrimento de los hombres gays y bisexuales en comparación con los heterosexuales. En su conjunto, la discriminación en el lugar de trabajo significa que las personas LGBT reciben un trato injusto y perjudicial para nuestras economías, pues los empleadores están rechazando a trabajadores cualificados que tienen mucho que aportar.

El tipo de estigmatización que sufren en los trabajos y las escuelas perjudica a la salud de las personas LGBT, así como a sus salarios y calificaciones. Los psicólogos denominan ‘estrés de las minorías’ a la carga adicional a la que se enfrentan las personas LGBT y todas las personas estigmatizadas. Por ejemplo, la discriminación real y el miedo a que les discriminen hace que muchas personas LGBT estén siempre alerta y les obliga a esconder su orientación sexual o su identidad de género para evitar un trato injusto. Incluso en los Países Bajos, la nación más abierta de la UE, un tercio de las personas LGBT rara vez o nunca se atreven a admitir que son LGBT; el país menos abierto fue Lituania, donde dicha cifra aumenta hasta el 84% de las personas LGBT. La falta de apertura contribuye a una salud inferior, lo cual les obliga a acceder a los recursos psicológicos y les dificulta conectar con otras personas LGBT que podrían constituir una fuente de apoyo.

Entre los traumas que le dejaron los malos tratos en la escuela, Pema Dorji tuvo que enfrentarse a una grave depresión y a dos intentos de suicidio. Esto refleja de cerca las investigaciones sobre las disparidades en el ámbito de la salud que revelaron tasas más elevadas de problemas de salud entre las personas LGBT de numerosos países. La activista china Ying Xin preside el Centro LGBT de Pekín, donde trata a numerosas personas que llegan con problemas psicológicos provocados por la estigmatización a la que se enfrentan.

El proceso de la estigmatización refuerza y acentúa los efectos negativos de la homofobia y la transfobia.

Debido a sus problemas de salud, les resulta más difícil encontrar o mantener trabajos o terminar sus estudios. Si están desempleadas o trabajan por salarios más reducidos, los recursos a su alcance para mantenerse saludables o acceder a una formación se ven más limitados. Si las personas LGBT no han salido del armario, no pueden ser ellas mismas en el trabajo y se ven obligadas a invertir demasiada energía en guardar su secreto. Este círculo vicioso impide que las personas LGBT logren la igualdad y contribuyan plenamente a nuestras economías.

Por tanto, no es de extrañar que los países con leyes y personas más inclusivas con la minoría LGBT suelan gozar de economías más fuertes. Si analizamos todos los perjuicios que sufren las personas LGBT, podremos ver cuánto pierden en ingresos debido a la discriminación y la mala salud. Varios estudios llevados a cabo en India, Kenia y Sudáfrica sugieren que es posible que las economías lleguen a perder alrededor del 1% del PIB debido a la salud inferior y a los impedimentos en el mercado laboral a los que se enfrentan las personas LGBT.

En cierto sentido, la homofobia y la transfobia colocan a nuestras economías en una situación de recesión y pandemia permanentes. Al igual que destinamos recursos y aplicamos nuevas estrategias para luchar contra la COVID-19, también debemos hacerlo para luchar contra la homofobia y la transfobia. Tenemos que mejorar las leyes y medidas para exigir un trato igualitario y una inclusión plena, así como desarrollar nuevas herramientas y aliados para garantizar la inclusión plena de las personas LGBT.


MV Lee Badgett es profesora de economía en la Universidad de Massachusetts Amherst y la autora de The Economic Case for LGBT Equality: Why Fair and Equal Treatment Benefits Us All (Beacon Press, 2020).
Twitter : @LeeBadgett
Artículo traducido del inglés y publicado por cortesía de

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