La memoria de Hiroshima y Nagasaki ante un inquietante panorama nuclear

Nubes de hongo de humo sobre las ciudades de Iroshima (izquierda) y Nagashaki (derecha). George R. Caron/Charles Levy/Wikimedia Commons
Xavier Bohigas i Janoher

El 9 de agosto de 1945, EE. UU. lanzó una bomba nuclear sobre Nagasaki, tres días antes ya había lanzado otra sobre Hiroshima. Ambas tuvieron consecuencias terribles: murieron miles de personas de forma inmediata y los efectos de la radioactividad perviven hasta hoy.

En la actualidad, hay nueve estados armados nuclearmente: EE. UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte. Según el SIPRI, acumulan más de 14 000 armas nucleares. EE. UU. y Rusia acaparan más del 90 %. Unas 2 000 están en máxima alerta, preparadas para ser lanzadas inmediatamente.

Por si fuera poco, estos estados están modernizando sus arsenales. Destaca el astronómico presupuesto del programa norteamericano (con una duración de 30 años) que incluye la sustitución de submarinos, bombarderos, misiles y cabezas nucleares.

¿Cuánto dinero invierten en armas?

La Oficina Presupuestaria del Congreso de Estados Unidos estimó (en enero de 2019) un coste, para la década 2019–2028, de 494 000 millones de dólares. Esto representa un coste total para los 30 años de cerca de 1,5 millones de dólares.

Este programa ha suscitado críticas incluso dentro de la Administración por su enorme gasto. William J. Perry, secretario de Defensa entre 1994-1997, lo criticó públicamente por considerarlo innecesario, sobredimensionado y caro. Llegó a afirmar que los misiles balísticos intercontinentales (ICBM) no son necesarios para la defensa de los Estados Unidos.

El presupuesto ruso es sustancialmente menor. Sirva de referencia que el coste de todo el armamento (convencional y nuclear) de Rusia (en la década 2018-2027) alcanzará los 283 000 millones de euros.

Un riesgo evidente

La mera existencia de las armas nucleares ya conlleva peligros reales. Sabemos que ha habido un elevado número de accidentes (algunos de ellos muy graves) con causas muy diversas: meteorológicas, errores técnicos, errores humanos, etc.

Por otro lado, se han producido también fallos en la detección de supuestos ataques que casi han desencadenado contraataques con armas nucleares. Más datos significativos: en el periodo 1975-1990, el Pentágono apartó a decenas de miles de militares de tareas de custodia de armas nucleares debido al abuso de drogas y alcohol.

La detonación de menos del 1 % del arsenal nuclear mundial provocaría un cambio sustancial del clima del planeta que disminuiría la producción agrícola global y pondría en riesgo alimentario a 2 000 millones de personas.

Política nuclear norteamericana

Test de Ivy Mike, la primera bomba termonuclear de fusión nuclear (1952). Wikimedia Commons

En febrero de 2018, la Administración Trump publicó su Nuclear Posture Review (NPR), definitoria de su política nuclear. El documento recoge las siguientes previsiones y medidas:

  • Anuncia la ampliación de los escenarios de uso de armas nucleares.
  • No descarta su utilización como reacción a ataques significativos no nucleares.
  • Afirma que no está justificada una política de “no primer uso” de armamento nuclear.
  • Prevé la fabricación de bombas nucleares de baja potencia y, por tanto, con mayor posibilidad de ser utilizadas.

La NPR hace referencia a aquellos países que, supuestamente, representan una amenaza: Irán y Corea del Norte. Pero ¿son verdaderamente amenazas para una potencia nuclear como EE. UU.?

En julio de 2015, el llamado grupo P5+1 firmó un acuerdo con Irán que restringía el programa iraní de enriquecimiento de uranio. Desde entonces, la comisión del P5+1 ha asegurado que Irán ha cumplido escrupulosamente el acuerdo.

Aun así, Donald Trump ha intentado boicotear el acuerdo. Incluso presionó para que otros estados cancelasen sus negocios con Irán, a pesar de que el acuerdo prohíbe cualquier acción que obstaculice la normalización de relaciones económicas. En mayo de 2018, Trump ya anunció la retirada de EEUU del acuerdo.

Los medios de comunicación han sobredimensionado la capacidad nuclear de Corea del Norte. Los expertos estiman que el país ha producido material fisible necesario para 30-60 bombas. De ellas, entre 10 y 20 ya estarían montadas.

Relevante también es el hecho de que Corea, por un lado, no parece disponer de la tecnología para miniaturizar las cabezas nucleares e inserirlas en los misiles y, por otro lado, no es probable que tenga vehículos adecuados para la reentrada de una cabeza nuclear en la atmósfera. Estos dos puntos reducen notablemente su capacidad nuclear real.

Obstáculos a la prohibición de armas nucleares

En julio de 2017, la Asamblea General de la ONU aprobó el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares. Ratificado hoy por 24 estados, entrará en vigor cuando lo hayan ratificado 50. Los estados nuclearmente armados y los miembros de la OTAN ni siquiera estuvieron presentes en las negociaciones previas. Las potencias nucleares rechazan el Tratado.

Mijaíl Gorbachov (izquierda) y Ronald Reagan (derecha) firmando el Tratado INF. The Ronald Reagan Library/Wikimedia Commons

Este aniversario de los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki coincide con la retirada oficial (1 agosto) de EE. UU. del Tratado INF (siglas de Intermediate-Range Nuclear Forces).

Entre 1977 y 1987, Europa fue el escenario de la tensión entre EE. UU. y la URSS a raíz del despliegue de misiles con cabezas nucleares de ambas potencias. Finalmente, los dos estados firmaron el Tratado INF, que supuso la eliminación de misiles de corto y medio alcance.

Durante los últimos años, EE. UU. y Rusia se han acusado mutuamente de incumplir este Tratado. La Administración Trump optó por retirarse del Tratado unilateralmente, lo que ha provocado que Rusia anunciase posteriormente su desvinculación. No ha habido voluntad por parte de ninguno de los países de renegociar el Tratado. Ahora, ambos pueden desarrollar (y desplegar en Europa) misiles de corto y medio alcance.

En busca de la supremacía nuclear

Parece que el objetivo de EE. UU. sea desligarse de compromisos de desarme que le impidan alcanzar la supremacía nuclear. Una estrategia coherente con su retirada del Tratado ABM de limitación de sistemas de defensa antimisiles en 2002. Ello le permitió implementar un escudo antimisiles, que motivó lógicas protestas de Rusia.

Tras estas decisiones siempre encontramos a John Bolton, actual asesor de Seguridad Nacional y defensor de no restringir la soberanía norteamericana con acuerdos. Fue también el principal impulsor de la retirada del acuerdo con Irán.

Actualmente, el único tratado vigente entre EE. UU. y Rusia de limitación de armamento nuclear es el START que vence en 2021. Es probable que Trump decida no prorrogarlo. En ese caso, no existirá ningún tratado bilateral de limitación nuclear. Tal contexto podría provocar mayor tensión internacional, mayor riesgo de confrontación nuclear y una nueva carrera armamentística nuclear.

El actual panorama nuclear es, pues, preocupante. Es necesaria una intensa acción política para revertir la situación. Una opinión pública mayoritaria a favor de la firma del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares ayudaría en este sentido.


Este artículo se ha redactado conjuntamente con Teresa de Fortuny, investigadora del Centre Delàs d’Estudis per la Pau.


 

Xavier Bohigas i Janoher es profesor jubilado del Departament de Física i Enginyeria Nuclear de la Universitat Politècnica de Catalunya. Ha impartido clases de Mecánica, Óptica y Electromagnetismo. Ha publicado varios libros docentes.

Este artículo fue publicado originalmente en


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