La mercantilización humanitaria

Llámenme raro, pero últimamente no logro distinguir la diferencia entre comprarme una lavadora o hacerme socio de una ONG. Debo haber mostrado demasiado interés en mis redes sociales por las organizaciones humanitarias y por las lavadoras, porque no deja de invadirme últimamente la publicidad de ambas. Si bien en el caso de los electrodomésticos me da lo mismo, porque tengo asumido que no hay ventas sin publicidad, lo de las ongs, qué quieren que les diga, se me hace más cuesta arriba.

Me podrán ustedes decir que es lo mismo y tal vez tengan razón. No obstante no termino de acostumbrarme a que me vendan la contribución altruista que yo quiera hacer como un producto mercantil. Que me propongan exhibir mi carnet de socio de la ONG de turno como llevo el logotipo del cocodrilo en mis prendas o el de la manzana mordida en mis aparatos electrónicos.

Tal vez me ocurra esto porque soy de otra generación. Uno es hijo de esa época en la que había pocas entidades, pequeñas y no se llamaban ongs. Te afiliabas o vinculabas a ellas por lo que veías que hacían y no pensando en las desgravaciones fiscales de Hacienda. Una época en la que no tenías que pararte en la calle a cada rato para decirle al captador que no te interesa, que ya eres socio o que lo que está vendiendo como ONG, no lo es en realidad sino que es una organización gubernamental que ya estás financiando con tus impuestos.

Podría decirle también que si quiero colaborar con una organización mejor me apunto directamente a ella, sin intermediarios callejeros, con lo que me garantizo que todos los euros que le doy, desde el primer momento, va dirigido al fin que quiero y no a la empresa con la que subcontrataron la campaña, pero esto lo omito porque al fin y al cabo él se está ganando la vida con ello. Lo que me lleva a otra cuestión: la de las organizaciones que invierten en acciones humanitarias haciéndoles contratos precarios a sus propios trabajadores o a los que se subcontratan en su nombre.

No sé, supongo que habrán hecho sus cuentas y de momento les compensa. Eso sí, igual descubren un día que esta mercantilización de la acción humanitaria acaba cansando a la gente y que dejamos de colaborar de pronto y, lo que será peor, con una pérdida de confianza. Probablemente lo achaquen a las modas o a la volubilidad de los ciudadanos, porque ellos “lo hicieron todo bien”.

Javier Polo Brazo, colaborador habitual de La Mar de Onuba.

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