La mujer que sabía a matriarca

Mª José Moruno además de todo lo demás, tiene la sangre roja, de la mejor cosecha cordobesa, de esa raza que se fraguó sin entreverar.

No es ni grande ni pequeña, no es alta ni baja, no tiene más edad que la biológica, ama todo lo que hace y lo que deja de hacer, es tan austera como generosa, impone y no poco,  aunque siempre da cobijo – y sobradamente- a las más débiles. Tiene líneas rojas, pero reconozco que de trazo fino para los que ella señala como adversarios. Se necesita hacer méritos a lo grande para entrar en su reino, y… si no eres pobre, frágil o indiscriminadamente vulnerable, solo el apego, susurradamente ganado, te garantiza el sillón de orejeras.

La mayoría pensamos  que es irrepetible, pero no todas ni todos piensan lo mismo del personaje. Tiene algunas detractoras en la sombra, con lupas desenfocadas. Pero es sencillo:se trata de entender a una matriarca emocional, política, y feminista, que para amansar la caricatura de sus demonios, que son los demonios de las  mujeres cuidadoras y supervivientes, se disfraza de inmensidad.

Ella es Mª José Moruno, de Fuente Ovejuna. Solo podía ser de allí. Ningún otro lugar la define con tanta precisión, el municipio de la provincia de Córdoba, afamado por los sucesos históricos del siglo XV que inspiraron la obra teatral a la que dio nombreescrita por Lope de Vega en 1619,

donde se relata la indignación y sublevación del pueblo, ante el abuso del Comendador, representante del poder real y nobiliario local, que pretendía ejercer su “derecho de pernada” amén de otros abusos contra la población, como usarlos como tropa en sus ambiciones particulares. Resultado, el pueblo, al unísono, se subleva y ejecuta al Comendador.

Pues eso, ella es producto de esa historia, de ese pueblo, de esa rebeldía traducida siempre en acción, con la mirada de profe en activo sin recreo, combinando rotulador rojo y morado, rectificando en privado y reforzando positivamente en público, como las maestras de la república.

Hoy vive y habita en la ciudad  del estoico romano Séneca, del musulmán Averroes, y del judío Maimónides. Ejerce de matriarca sin matices en una tribu física, económica, amorosa y humanamente tangible. Practica el arte de lo colectivo con los suyos, en tres niveles de generación. Su discurso es privado y es público, ejerce la coherencia sin pedir disculpas, práctica lo diverso y lo antagónico, mezcla modelos de familia, como si eso fuera fácil, se arriesga sin ruido y normaliza lo que la sociedad censura.

Su estética es de una sobriedad extrema, a pesar de que no está exenta de un cierto, y más que honrado “acaudalamiento”. No lleva hábito,  pero lo pareciera, eso le da un halo de divinidad terrenal, que ella procura sea contemplado en sus justos términos, y a veces pienso que hasta ostensiblemente, por no titular provocativamente.

Por ir mar adentro, podríamos decir que es una positivista desafiante, cosa que contrarresta con esa imagen edulcorada de mujer de las desamparadas. Su paso como docente, con mayúsculas, por la enseñanza pública no solo marca a su alumnado, su vida sentimental, y moldea un personaje hecho para enseñar. Cualquier propuesta,  estratégica o programática, la convierte en parte del temario, se comunica con la instrucción, que luego democratiza, sabiendo que la educación es la mejor arma para liberar, para hacer mejores personas.

No había terminado la década de los sesenta, cuando Julio Anguita entró a colaborar con la Plataforma  de Enseñantes (de carácter libertario, que se reunía con cristianos de base, clandestina y muy ligada a la Comuna Revolucionaria de Acción Social) y allí estaba Mª José Moruno, cuna de esa melé que sosegadamente tejieron.

Esta mujer, además de todo lo demás, tiene la sangre roja, de la mejor cosecha cordobesa, de esa raza que se fraguó sin entreverar, ni en el gobierno ni en la oposición. Fue concejala del Ayuntamiento de Córdoba en diversas Legislaturas, así como Concejala Portavoz de IU, durante el gobierno municipal del Partido Popular, entre los años 1995 y 1999.

Es brava, y osó presentar su candidatura dentro de su organización en 2007, encabezando el sector crítico y apoyada activamente  por Julio Anguita, en cuya lista se integró, despegándose de ella solo para que corriera el aire de la sierra cordobesa. Julio sabía que ella era una versión morada, apremiante para el tiempo que se avecinaba de más patriarcado, y lo hizo dolorosamente,  frente al gran y entrañable Francisco Martínez “Curro”, también ex concejal de la formación, por quienes todos sentíamos una gran debilidad. Luego, no fue sencillo el zurcido, ella era rotunda. Cuando le preguntaban por la unidad, respondía que le sonaba a pensamiento único…

Estuvo 10 años vinculada a cargos públicos. Amén de coordinar la Formación y el Debate en la poderosa Izquierda Unida cordobesa, repetía la respuesta del por qué IU entonces, en la provincia de Córdoba, era un gigante, y no podía tener los pies de barro.

Decía que los pies eran el aparato que funciona con afiliados formados e informados, y actuando sin más tentaciones…Hacia un símil con la Biblia, cuando en ella se habla del camino hacia la Tierra Prometida, y remarcaba que lo importante no es la tierra, sino la transformación que hacemos en el camino.

El tiempo de mujer en Córdoba no se entiende sin mujeres como ella. Desde el poder municipal, desde la base militante, desde el movimiento feminista, desde sus apuestas arriesgadas pero teñidas siempre del morado innegociable, se acercaba y se distanciaba, de los procesos,  acompañados siempre por el sonido de la diversidad, con el tono de quien sabe que las antorchas se relevan y que los pasos a menudo hay que darlos al lado, pero nunca atrás. Casi obsesa con el reto de transferir y socializar el conocimiento, sabía no adoctrinar y si motivar el aprendizaje en las generaciones, que hoy son hijas del matrimonio más salvaje conocido entre el capitalismo y el patriarcado.

Miriam Jurado ( Stop Desahucios ), María José Moruno ( Foro Feminista), Rafael Juan ( Acampada Dignidad-Rey Heredia) y Jorge Alcázar ( Marchas 22M ) en un acto del colectivo Prometeo en Cordoba.

Mª José forma parte de la Memoria Histórica, de la Democracia, de Regeneración inacabada e incumplida, de los Presupuestos Participativos con Perspectiva de Género, de los Diálogos Feministas de Córdoba, ella es parte del alma del Fórum de Política Feminista de Andalucía.

Vive a lomos de esa yegua que la lleva de Córdoba a Málaga, cuando el mar la reclama para ajustar las piezas de este puzle tan abultado como sus utopías, pero que tienen la virtualidad de mantenerla – a deshora-  acercándose a la razón, al sentido común de que podemos ser más personas lejos del desamor, desde la mano tendida más que desde el puñal levantado, desde la solidaridad más que desde la exclusión, desde la paz más que desde la violencia. Hay una excepción en su vida, y en la de muchas de nosotras, implacable, con todos los que oprimen, con los que violan y asesinan.

Decía Simone Beauvoir: “El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”. Por eso Mª José saltó para vivir como pensaba…y no pensar como vivía.

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