La pobreza ambiental afecta ya a millones de personas en el mundo

Niños sentados en una azotea de Manila (Filipinas). Shutterstock / John Christian Fjellestad
por Borja Santos Porras

 

Miércoles, 10 de noviembre de 2021. Durante la COP26 se busca que los líderes de cada país tomen los compromisos necesarios para reducir las emisiones, movilizar fondos e impulsar la adaptación y la resiliencia, especialmente para proteger el medio ambiente y las poblaciones humanas.

Según los informes publicados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), “un aumento de 2 °C tendría un gran impacto en la seguridad, los alimentos y la salud humana”. Sin embargo, esta es una situación que ya estamos viviendo y que está empujando a muchas personas a experimentar pobreza ambiental, un concepto clave para entender las consecuencias del cambio climático.

Indicadores para medir el nivel de pobreza
Los países con mayor Índice de Desarrollo Humano tienden a ejercer mayor presión sobre el planeta a gran escala. Informe sobre Desarrollo Humano 2020 / PNUD

Históricamente, la medición de la pobreza ha tenido un enfoque principalmente monetario. Se ha calculado mediante los ingresos medios necesarios por habitante para cubrir las necesidades básicas. El Banco Mundial a nivel global y cada país a nivel nacional la definen en diferentes cantidades. Según esta perspectiva, el crecimiento económico ha demostrado ser una de las principales formas de reducir la pobreza.

En las últimas décadas, a través de otras mediciones como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el Índice de Pobreza Multidimensional, se han ido incluyendo otras variables para estimar la salud, la educación o el nivel de vida, relacionando la pobreza con la libertad y la capacidad para alcanzar el bienestar.

Pero en estas mediciones faltaba el impacto medioambiental. La pobreza no se explica sencillamente por la responsabilidad del individuo, sino por el contexto que rodea a esa persona. Numerosos estudios muestran que el calentamiento global ha aumentado la desigualdad económica. Ha favorecido a los países más fríos como Noruega y Suecia y arrastrado el crecimiento económico en países cálidos como India y Nigeria.

Por este motivo, se han desarrollado para el Índice de Desarrollo Humano nuevas metodologías como el IDH ajustado por las presiones planetarias (IDHP). Este tiene en cuenta la presión que ejerce cada país sobre el planeta en dos áreas:

    • Las emisiones de dióxido de carbono.
    • La huella material, entendiéndola como la extracción de recursos naturales para satisfacer la demanda doméstica de productos y servicios de un país. No en vano, se podía observar cómo los países con mayor desarrollo humano eran también los países con mayor huella material per cápita y, por tanto, mayor impacto ambiental.

Pobreza y cambio climático

En este contexto, debemos entender que la pobreza y el cambio climático tienen una relación bidireccional. La pobreza ambiental puede entenderse como la “falta de un medio ambiente sano necesario para la supervivencia y el desarrollo de la sociedad”.

Los factores que agravan la pobreza ambiental pueden dividirse principalmente en dos categorías: los desastres cada vez más recurrentes producidos por la variabilidad climática y la contaminación y agotamiento de los recursos naturales.

La variabilidad climática altera el funcionamiento normal de la sociedad, generando situaciones de emergencia que tienen efectos devastadores en el corto y en el largo plazo. En 2016, un informe del Banco Mundial y el Fondo Mundial para la Reducción de los Desastres y la Recuperación revelaba que 26 millones de personas son empujadas directamente a la pobreza cada año debido a desastres producidos por estas alteraciones climáticas. La ONU estima las pérdidas económicas directas por desastres de 1998 a 2017 en casi tres billones de dólares, y los desastres relacionados con el clima representan el 77% del total.

Las personas en situación de pobreza son más vulnerables y están más expuestas a desastres climáticos. Esto se debe en parte a que poseen una menor capacidad para elegir dónde situar su vivienda y esta suele ser de menor calidad y menos resistente.

Adicionalmente, el incremento de precios en los alimentos como consecuencia de la variabilidad climática afecta de manera desproporcionada a las poblaciones con menos recursos.

La migración forzosa es otro de los principales factores climáticos que empujan a las personas a la pobreza. Según otro de los informes del IPCC, aproximadamente el 10 % de la población mundial vive en zonas costeras bajas (a tan solo 10 metros del nivel del mar) cuya habitabilidad está en constante amenaza debido al incremento del nivel del mar. Por ejemplo, se prevé que El Salvador pierda entre el 10 % y el 28 % de su costa antes de que acabe el siglo.

Otro estudio estimó que más de 1 millón de personas que viven en tres megadeltas –el delta del Ganges-Brahmaputra en Bangladesh, el delta del Mekong en Vietnam y el delta del Nilo en Egipto– se verán directamente afectadas por la erosión costera y la pérdida de tierras para 2050.

Por otro lado, la disminución y el agotamiento de los recursos naturales debidos a la deforestación, la erosión del suelo, la sobrepesca o la contaminación del aire hacen disminuir los recursos indispensables para la vida humana afectando especialmente a las personas más vulnerables.

Consecuencias de la contaminación

La contaminación es la causante de enfermedades frecuentes y, en algunas ocasiones, puede llevar a la discapacidad e incapacidad para trabajar. A nivel mundial, un informe publicado en 2017 por la Comisión de The Lancet sobre contaminación y salud estimó que la contaminación fue la causa de 9 millones (16 %) de muertes prematuras en 2015, quince veces más que las muertes causadas por los conflictos y tres veces más que la malaria, el sida y la tuberculosis juntas.

Según otro estudio de Berkeley Earth, la contaminación del aire en China es responsable de 1,6 millones de muertes al año, aproximadamente el 17 % de todas las muertes en el país.

La Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico (UNESCAP) alerta de que el agotamiento y escasez de recursos naturales en sociedades agrícolas y en zonas costeras dependientes de los recursos marinos obstaculiza aún más el acceso a estos recursos a personas que no pueden diversificar su economía. En Camboya, por ejemplo, la sobrepesca ha agotado las poblaciones de peces del lago Tonlé Sap del que dependen millones de personas.

Las políticas desarrolladas para abordar la pobreza ambiental deberán no solo reducir el impacto negativo de nuestro consumo (en especial del 10 % más rico del planeta) sino también encontrar formas de aumentar las oportunidades económicas sostenibles de quienes viven en la pobreza y abordar una transición justa que proteja a las comunidades afectadas por la transformación ecológica.

Como dice Borja Monreal, “lo peor de la pobreza es su silencio”. Por eso durante estos días, más que nunca, debemos visibilizar que millones de personas están ya experimentando pobreza medioambiental y entender que sus orígenes y consecuencias son responsabilidad de todos.


Este artículo se publicó originalmente en inglés en IE Insights, el ‘hub’ de conocimiento de IE University.


Borja Santos Porras trabaja como director Ejecutivo y profesor en la "IE School of Global and Public Affairs" de la universidad del IE. Apasionado por la transformación social, compagina su actividad laboral con consultorías y colaboraciones en proyectos de desarrollo y cooperación internacional, políticas públicas, economía, emprendimiento social y ayuda humanitaria. Ha trabajado durante casi quince años en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas y programas internacionales en países de África, Europa, América y Asia. Ha diseñado estrategias para un mejor crecimiento económico con el Gobierno de Sri Lanka y el Centro de Desarrollo Internacional de Harvard; realizado evaluaciones de impacto en Perú y Belice con el Banco Mundial o BID; dirigido programas de respuesta humanitaria y gestión del riesgo de desastres de las Naciones Unidas y el Gobierno de Etiopía y Ecuador; gestionado proyectos de ayuda al desarrollo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de España en diferentes países; y fomentado ecosistemas de innovación en ciudades como San Sebastián.

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