‘Los gitanos de Afganistán’, por Juan de Dios Ramírez Heredia

UNICEF Afganistán. Una madre y su hijo en el campo de desplazados internos de Haji, en Kandahar (Afganistán)
por Juan de Dios Ramírez Heredia

 

Vienes, 20 de agosto de 2021. Casi todo el mundo está dispuesto a aceptar que los gitanos podíamos haber abandonado la India en torno al año 1000 y que bajo el imperio de Mahmud de Ganzi, nuestros antepasados se desplazaron desde la India a PakistánIránAfganistán y Turquía. De ahí cruzaron hacia los Balcanes en el siglo XIV, llegando a Rumania, Serbia y Bulgaria. De Grecia todo el mundo tiene constancia escrita de nuestra presencia en el año 1302

   Varios pueblos similares a los gitanos viven hoy en día en la India, aparentemente originarios del estado de Rajastán, cuya capital es Jaipur, y que está ubicado al oeste del país, limitando al norte con Punyab, y a su vez, poblaciones gitanas reconocidas como tales por los propios gitanos habitan todavía en Irán con el nombre de Luri, palabra de origen persa que significa “gitano”, y es el nombre más antiguo documentado para referirse a los gitanos, que se conservó durante la dinastía Yuan.

La lengua gitana, fundamento inapelable de nuestro origen

   Pero hubo un momento en que alguien pensó que nuestra lengua, el Rromanó, podía tener su origen en Afganistán. Fue el profesor Christian Büttner, quien en 1771 había aventurado la posibilidad de un origen indio o acaso afgano de los gitanos. Sin embargo, el honor de ser el descubridor del origen del pueblo gitano, basando su investigación en el estudio comparado de las lenguas, fue Johann Rüdiger, catedrático de la Universidad de Halle, quien en 1782 publicó un artículo de investigación lingüística, en el que analizaba el habla de una mujer gitana, Barbara Makelin, y la comparaba con el idioma recogido en una gramática alemana del hindi.

Los gitanos afganos al terminar el siglo XX

   Los gitanos afganos, como todos nuestros antepasados, seguían siendo nómadas. Compartían su tiempo estando largas temporadas viviendo en la cima de las montañas y cuando el tiempo lo permitía poblando las áridas estepas de la región. Hace, pues, 22 años que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) estimó que había 55.000 gitanos en el campamento de Spinnboldak. Pero varios miles de familias figuraban agrupados además en diversos campamentos cerca de la frontera con Pakistán, a las que hay que añadir las que vivían en desgastadas tiendas en los precipicios encima del ancho río Helmand, entonces seco a causa de la misma sequía que había devastado la vida de los gitanos.

La comunidad gitana de Afganistán tal vez alcance la cifra de 100.000 personas, aunque sus componentes no deben ser descendientes de las primeras oleadas que salieron de la India, sino que han llegado hasta el territorio afgano en diferentes momentos. Por ejemplo, hoy se pueden encontrar pequeños grupos que emigraron a finales del siglo XIX y principios del XX desde lo que entonces era territorio ruso y hoy convertidos en territorios independientes.

   Los gitanos asiáticos, nuestros hermanos mayormente desconocidos en Occidente, no se asentaron mayoritariamente en los diferentes países que encontraron en su éxodo cuando huían de los musulmanes que conquistaron el Punjab, sino que buscaron afanosamente llegar a la Europa, lo que no impidió que millones de ellos se quedaran en Asia Menor (Turquía) o que durante la invasión de Afganistán por el ejército ruso en la década de 1980 algunos grupos gitanos les siguieran.

Difíciles condiciones de vida de los gitanos afganos

   Hace 22 años que los americanos, encabezando las fuerzas armadas de otros países integrantes de la OTAN, invadieron Afganistán derrotando al Estado que los talibanes habían impuesto en aquella inhóspita tierra. Gracias a aquella guerra los gitanos afganos pudieron tener la esperanza de sobrevivir. La ayuda humanitaria llegó a ellos en último lugar, pero al fin llegó cuando tal vez el precio pagado por la supervivencia fue demasiado alto. La guerra establecida por los americanos les llevó comida y medicamentos, pero la terrible sequía padecida durante los últimos años acabó con la vida de sus camellos y sus rebaños con lo que su antiguo modo de vida empezó a peligrar.

   Cuando los americanos llegaron a Afganistán hace 20 años, los Kochi —con este nombre son conocidos los gitanos afganos, igual que en España nos llaman los Calé— sufrieron un cambio radical en sus vidas. La guerra les impidió seguir siendo nómadas. Se quedaron sin sus camellos y sus ovejas con las que atravesaban el país en caravanas anuales pasando por las ciudades de Ghazni, Herat, Uruzgan o atravesando los valles del sur y del centro de Afganistán. Se quedaron sin su principal medio de vida y perdieron la razón por la que viajar con sus animales.

   Los problemas de los gitanos afganos no terminaron con la derrota de los talibanes hace 20 años, como tampoco lo hicieron bajo la campaña militar estadounidense. ¿Qué pasará ahora con ellos cuando los talibanes han vuelto al poder? ¿Podrán seguir siendo gitanos al margen de la sociedad afgana y de sus costumbres? Antes, cuando tenían camellos y ovejas, las caravanas de los Kochi, con sus mujeres convertidas en una ráfaga de color, luciendo vistosos adornos de plata y balanceando sus negras trenzas, atravesaban el país.

Maravilloso contraste con una sociedad donde las mujeres viven cubiertas de velos negros.


Juan de Dios Ramírez Heredia (Puerto Real, 1942), colaborador de La Mar de Onuba, es un político y activista español. Abogado, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona. Está integrado en la plantilla de RTVE. Perteneciente a la comunidad gitana, se ha destacado por la defensa de los derechos de esa comunidad desde la acción política y social. Como reconocimiento a dicha labor en febrero de 2008 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz, siendo el primer gitano que recibe dicha distinción en el mundo. Ha sido Diputado en el Congreso (1977-1986 y en el  Parlamento Europeo (1986-1999). Ws miembro del Consejo de Administración del Observatorio Antirracista de la Unión Europea, con sede en Viena (Austria), en representación de España.

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