Los tipos de interés por los suelos no auguran una nueva recesión inminente

Desde muy jovencito y nada más entrar en la Universidad a estudiar economía, existían axiomas de política económica que parecían inamovibles, uno de ellos era que unos tipos de interés bajos sólo podrían facilitar que el dinero fluya en la economía y haga subir precios y salarios… ¿Y ahora?, nada indica que los tipos a cero, la inflación bajísima y un crecimiento sostenido nos presagie una inminente recesión. Será que la economía definitivamente no es una ciencia exacta, será que todo ha cambiado con el tsunami de la crisis financiera internacional.

El capital, a la tasa más baja de la historia, pero hay un aumento fenomenal del ahorro global, una baja estructural de las tasas de interés y multiplicación de oportunidades de inversión. Increíble pero cierto.

EE.UU. creció a un nivel récord de 4,8% anual en el segundo trimestre de 2018; y el precio del petróleo superó 80 dólares el barril (+60% en los últimos 6 meses). Sin embargo, los títulos del Tesoro a 10 años no recogen síntoma alguno de inflación (+2% anual en 2018), y no sobrepasan un retorno de 3% en el año. El resultado es que los “treasuries” a 10 años ofrecieron un rendimiento de 2,83% la semana pasada, una diferencia de menos de 30 puntos básicos (p.b.) con los de 2 años (+2,50%), e inferior en solo 1 punto porcentual con los de 30 años (+3,5%): el aplanamiento de los títulos de 2, 10, y 30 años es prácticamente total. Alucinante y apasionante y en el plano global ocurre lo mismo, sólo que de modo más acentuado.

La última vez que sucedió algo semejante fue en noviembre de 2007, y adelantó la recesión global que se avecinaba (2008/2009). Es una pauta que se ha repetido en forma casi invariable desde la Segunda Guerra Mundial, sólo que ahora en vez de recesión hay un crecimiento récord de EE.UU. y del sistema financiero mundial.

El capital es un factor de producción igual que el trabajo. De ahí que los tipos de interés sean una función de la relación entre la oferta y la demanda; y que la baja tasa de interés de largo plazo actual refleje por necesidad una situación de abundancia de capital, no de restricción. Por eso, ésta es la época de las menores tasas de la historia del capitalismo desde la Revolución Industrial (1780/1840).

La abundancia de capital es resultado de la conversión del ahorro doméstico chino (6 billones de dólares) en ahorro global, a través del proceso de internacionalización del yuan que culminaría en 2025, o antes. Además, China abre este año al capital extranjero la totalidad de su sistema financiero; y esto significa que 2018 adquiere un significado histórico semejante a 2001, cuando se incorporó a la Organización Mundial de Comercio.

Ahora sucede lo mismo, solo que esta vez no se trata de una explosión de exportaciones de manufacturas (crecieron 30% anual entre 2001 y 2010), sino de capitales. Las acciones “Clase A” de las empresas chinas se han incorporaron al MSCI/ Emerging Markets Index desde julio de este año; y habría una inversión de 50.000 millones/60.000 millones de dólares de fondos sólo este mes, que treparían a 800.000 millones en 2019.

También en julio se abre el total del sistema financiero de China, incluyendo bancos, seguros, corredores de bolsa y gerenciamiento de activos. Los activos financieros chinos ascienden a 45/50 billones y crecen 14% por año. Son el triple del PIB estadounidense.

Lo esencial del capitalismo del siglo XXI no es el comercio, sino las inversiones; y la regla es que los flujos de capital arrastran el comercio de bienes y servicios a través de las cadenas globales de producción, en las que tramita más de 80% del intercambio global.

China ha devenido en la principal fuente de capitales del mundo de hoy, por encima de Wall Street y de la City de Londres. Pero los últimos 2 años ha hecho irrupción el “fenómeno Trump” en EE.UU. a través de un crecimiento récord de la economía y de un boom de inversiones de magnitud global (7 billones entre 2017 y los cinco meses de 2018).

La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) señala que las transnacionales estadounidenses (44% del total mundial) repatriarán 2.4 billones de dólares este año de los 3.2 billones que tienen en el exterior.

Esta gigantesca ola de capitales cambia el sentido de la acumulación mundial, y traslada a EE.UU. nuevamente el eje del capitalismo global. Esto sucede cuando se acelera la globalización arrastrada por la instantaneidad digital, y se despliega ante todo en las dos superpotencias, una nueva revolución industrial.

De ahí que se intensifique la hiperliquidez del sistema financiero; y que el resultado sea un aumento fenomenal del ahorro global, una baja estructural de las tasas de interés y una multiplicación de las oportunidades de inversión, debido a la reestructuración generalizada de la manufactura y los servicios desatada por el nuevo ciclo de revoluciones tecnológicas e industriales.

La categoría del optimismo, propia de los análisis subjetivos, ha quedado atrás definitivamente. Este nuevo tiempo lo está cambiando todo pero todo.

Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba es economista y periodista financiero. 

En Twitter:  @FranciscoVill87

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