OT-2017: Informar con justeza

/ por J.L. Pedreira Massa, Psiquiatra y Psicoterapeuta de niños y adolescentes. Prof. Psicopatología UNED /

Parece ser que OT-17 está siendo útil para muchas cosas, según las redes sociales al uso.  La última utilidad tiene que ver con el momento actual de llegar a la final, de la presión, del estrés, de aparición de síntomas de ansiedad, de despedidas… Se dicen muchas cosas, algunas de ellas tienen buena intención, pero es claramente insuficiente. La buena intención no es un mecanismo de comprensión bueno, es simplemente un parche; en ocasiones necesario, pero insuficiente. El “buenismo” no arregla, por él mismo, nada.

 

El estrés consiste en la presión que se siente por circunstancias del presente, del hoy. Es decir: un examen, mejor dicho estudiar para preparar el examen, el trabajo, la presión de un jefe o de un maestro, el inicio de un viaje, las demandas o requerimientos que nos hace la gente, saber lo que tenemos que hacer y el tiempo corre… Estos son factores del estrés. Por ello la situación de estrés de OT-17 no es de ahora, sino que desde que se decide concursar uno se somete a los avatares de la presión de un concurso de estas características en personas que se encuentran en la adolescencia tardía o joven adultez. Es una transformación: de una afición, de un anhelo puede pasar a ser un proyecto de vida.

Ahora toca expresar el estrés de cara al exterior. Una de las formas de expresarse es la presencia de la ansiedad de tipo reactivo a esa presión, en consecuencia la ansiedad adaptativa entra en parámetros normales y vuelve a ser expresión de vida. Pero si la ansiedad se presenta haciendo que el futuro ocupe el lugar del presente, es decir cuando el peso específico de un futuro, siempre incierto, nos invade y supera. Entonces aparecen síntomas externos que son manifestaciones de esa ansiedad.

En otras palabras, el estrés constituye un gran mecanismo de adaptación, lo que en la fisiopatología clásica se denominaba como “Síndrome general de adaptación” y que involucraba al conjunto del organismo modificándose con la finalidad de adaptarse a los cambios que el entorno le solicitaba. Ante esta presión, el sujeto se adapta de formas básicas con las consecuencias que comporta a nivel del funcionamiento cerebral, tal y como ha expuesto el premio Nobel de Medicina Prof. E. Kandel: ante un estímulo externo de aparición aguda, que origina un esfuerzo global y la puesta en marcha de las señales de alerta y de protección, entre las que destaca el incremento de los glucocorticoides, que tienen una acción directa en el sistema nervioso central de disminución de las dendritas neuronales y, como consecuencia, una disminución de las interconexiones neuronales, lo que tiene un efecto de protección y es transitorio. Si el estrés persiste y se transforma en estrés crónico, esta acción ya no es de protección, sino que sería “tóxica” y el efecto deja de ser transitorio para pasar a ser permanente. Por lo tanto el estrés es bueno, es señal de vida, salvo que se transforme en una circunstancia crónica, pues entonces pasa a tener acciones más destructivas.

Además cada persona llega a cada momento dado con una mochila de vivencias y experiencias vitales, con una forma de ser, de estar y de reaccionar ante los estímulos diversos a los que se les somete. En este caso lo hacen fuera de su contexto natural de vida y de relaciones.

En estas circunstancias ¿qué se hace? Pues buscar una “tabla salvavidas” a la que asirse con la finalidad de buscar seguridad y contrarrestar los efectos desagradables de los propios mecanismos de adaptación. Uno de esos mecanismos utilizados se hace maximizando el valor de valores de amistad y relación (p.e. se ponen en juego mecanismos afectivos y emocionales que se acercan a los amorosos), la interacción se vehicula por un afecto desmedido, desbocado y focalizado en alguien. Por ello esa unión es intensa o el rechazo, en otras ocasiones, es visceral.

¿Cuáles son esas formas de expresión? La forma más arcaica de presentación, quizá la más íntima, son síntomas de tipo corporal: aumento de la sudoración en ras por todo el cuerpo o localizada en las manos o en la cara; aumento de la frecuencia de los latidos cardiacos y de la frecuencia respiratoria; dolores varios imprecisos (cefalea, abdominalgias, mialgias erráticas); sensación de cansancio y/o mareo, incluso pueden aparecer nauseas y/o vómitos o despeños diarreicos que pueden acompañarse con síntomas vegetativos como palidez o sensación de frialdad/calor; tono muscular con cierta tendencia a la rigidez y la contractura. Este tipo de síntomas suele aparecer en personas con dificultades en reconocer o identificar sus propias emociones y la de los otros, con escasa fantasía y escasas ensoñaciones y, sobre todo, con gran integración social.

La segunda forma de expresión del estrés aparece con síntomas comporta mentales del tipo de irritabilidad que, en ocasiones pasa a ser reacciones iracundas; explosiones de cierta agresividad contra objetos (golpear la pared, la mesa, tirar objetos contra la pared); baja tolerancia a la frustración; en otras ocasiones puede ser retraimiento más o menos cercano a la inhibición; timidez extrema; sonrisa forzada; mirada huidiza. Son dos extremos polares que enmarcan la multitud de posibilidades intermedias, con o sin acompañamiento de los síntomas corporales, que son más frecuentes cuando predominan las manifestaciones de inhibición. Estos comportamientos se suelen presentar como descargas, duran poco tiempo y la sensación posterior es de cierto cansancio y cierto sentimiento de culpa.

La tercera forma de presentación se refiere a los síntomas de la serie emocional como alteraciones del humor con cierta labilidad emocional; tristezas aparentemente inmotivadas, acompañadas de llanto y/o malestar interno; inquietud psicomotriz versus sensación de paralización; alteración del sueño y/o del apetito; la parición del “bajón”: presentación brusca de forma impredecible, cursa con una  mezcla de sentimientos y emociones diversas, equívocas y se expresa con llanto y sensación de vacío y soledad, el humor es alternante: irritabilidad, enfado, malas contestaciones, en algunas personas hasta pueden aparecer autoagresiones o posibles conductas para-suicidas, la duración es variable, a veces dependiente de la aparición de un acto banal e inesperado y que desaparición de forma tan brusca como fue el inicio, además la capacidad de recidiva es elevada, incluso en el mismo día. Aquí los diagnósticos que se emiten son variados como trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, pero en realidad es una reacción adaptativa muy sintomática.

Estas formas de presentación aparecen en este grupo de OT, quizá porque son de una edad más joven que en otros grupos, quizá porque la vivencia de la presión excede a sus formas de defensa y adaptación, quizá porque el éxito les ha sobrevenido de una forma repentina, quizá porque las expectativas han sido muy elevadas y el choque con la realidad resulta más o menos insoportable, quizá porque los vínculos creados han sido demasiado explícitos y de contenido fusionar, quizá porque se han visibilizado aspectos personales que expresan valentía, pero desbordan emoción en estado puro.

¿Es explicable desde la racionalización? Evidentemente no, porque tanto los contenidos, la vivencia como la forma de expresión oscilan entre lo afectivo y lo emocional y así aparece. Dependiendo de su personalidad y de sus experiencias y vivencias previas de forma individual pueden precisar ayuda, pero no de consejitos, sino de algo más riguroso. Quizá esta sea una contribución de visibilización más que esta promoción de OT ha realizado.

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