Salvar al Pequeño Tim: Dickens y su cruzada contra la tuberculosis

Salvar al Pequeño Tim: Dickens y su cruzada contra la tuberculosis
por Raúl Rivas González

 

 

Poco influían en Ebenezer Scrooge el frío y el calor externos. Aunque las peores lluvias, nevadas, granizadas y neviscas podrían presumir de sacarle ventaja en un aspecto: a menudo ellas “se desprendían” con generosidad, cosa que Scrooge nunca hacía.

Así describía Charles Dickens al egoísta, avaro y misántropo protagonista de A Christmas Carol (Cuento de Navidad), celebérrima novela publicada en las vísperas de las navidades de 1843. La redacción y difusión de la obra tuvo lugar durante la época victoriana, a mediados y finales del siglo XIX.

Bosquejo de Dickens en 1842. Abajo a la izquierda, retrato de su hermana Fanny. Autor desconocido. Wikimedia Commons

La industrialización, la urbanización y el auge de la población acontecido en Europa y en especial en el Reino Unido en aquel espacio de tiempo, se combinaron de forma perniciosa y desgraciada para provocar hacinamiento, insalubridad, pobreza en la dieta y contacto con agua contaminada, creando así el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de enfermedades contagiosas.

En la producción novelística de Inglaterra abundaban los relatos que recogían los estragos causados, principalmente en las ciudades y a las clases bajas, por terribles e inesperadas enfermedades como el tifus, la fiebre tifoidea, el cólera, la viruela y la tuberculosis.

La amenaza de la tuberculosis

La tuberculosis es una enfermedad transmisible que constituye una importante causa de morbilidad. Es una de las 10 primeras causas de mortalidad del mundo y la principal debida a un solo agente infeccioso (por encima del VIH/sida). En la actualidad, casi un tercio de la población mundial está infectada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis causante de la tuberculosis, aunque solo una pequeña porción de los afectados enfermará, en especial las personas con sistemas inmunitarios debilitados.

Los últimos datos disponibles en el ámbito mundial estiman que unos 10 millones de personas enfermaron de tuberculosis en el año 2018, un número que se ha mantenido relativamente estable en los últimos años. Hoy en día, la tuberculosis farmacorresistente es una gran amenaza de salud pública. La OMS quiere reducir el número de muertes en un 95% y la tasa de incidencia en un 90% entre el año 2015 y el año 2035.

En realidad, la tuberculosis es un tormento antiguo, reflejado en arcaicos tratados médicos egipcios como el papiro Ebers y balbuceada en Europa como la Gran Plaga Blanca que asoló el continente desde 1650. En el siglo XIX la enfermedad era responsable de un séptimo de las muertes europeas y martilleaba con rabia el planeta. La envergadura de la dolencia fue tan atroz que numerosos escritores evidenciaron los avatares de la tuberculosis en sus obras.

La tuberculosis y la literatura

Algunos ejemplos son La dama de las camelias de Alejandro Dumas hijo, Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski, La verdad sobre el caso del señor Valdemar de Edgar Allan Poe o La vida y las aventuras de Nicholas Nickleby de Charles Dickens. En esta última, el escritor describe a la tuberculosis como una terrible enfermedad que prepara a su víctima, por así decirlo, para la muerte, refinando su aspecto más burdo, y arrojando a su alrededor miradas familiares sobrenaturales indicativas del cambio venidero.

Para Dickens, la tuberculosis es un padecimiento atroz en el que la lucha entre el alma y el cuerpo es tan gradual, tranquila y solemne, y el resultado tan impepinable, que día a día, y grano a grano, la parte mortal queda consumida y seca, para que el espíritu crezca ligero y sanguíneo.

Dickens y la salud pública

Ilustración de la edición de A Christmas Carol de 1843 firmada de John Leech. Wikimedia Commons

La preocupación y el acierto con el que Dickens plasma diversas enfermedades en sus obras puede ser consecuencia de que desde mediados del siglo XIX importantes áreas relacionadas con el ámbito sanitario como la epidemiología, la bioestadística o la salud ambiental fueron impulsadas y desarrolladas con éxito.

Los pioneros en salud pública tuvieron especial recelo en vigilar la propagación de los brotes y en analizar los datos estadísticos referidos a la salubridad poblacional para evitar masivos contagios en las ciudades y promover comportamientos saludables. Este conocimiento epidemiológico y sus posibles aplicaciones no estuvieron limitados o restringidos a tratados científicos y registros oficiales de población, sino que fueron difundidos como temas de interés general por la prensa, por lo que una persona culta e interesada como Dickens podía acceder a la información con facilidad.

El talento de Dickens permitió al escritor plasmar con brillantez los síntomas de la tuberculosis en sus novelas. La tos prolongada, el broncoespasmo, la fiebre, los sudores nocturnos, la pérdida de peso y de energía, la falta de sueño y de apetito, y el trauma emocional que experimentaba la persona afectada de tuberculosis quedaba perfilado en los párrafos trazados por Dickens.

La preocupación por la enfermedad aparecía incluso en la correspondencia personal del escritor. El 1 de septiembre de 1848, Dickens escribió una carta a su esposa Catherine en la que describía el terrible aspecto de sufrimiento y de asfixia mostrado por una niña tísica llamada Fanny, que hundida en una especie de letargo, parecía haberse ido para no despertar más.

El pequeño Tim

Ilustración de A Christmas Carol de Dickens firmada por Arthur Rackam en 1915. Wikimedia Commons

Dickens insistió con los síntomas tuberculosos en la descripción del mal que afectaba al personaje de Timothy Cratchit, el pequeño Tiny Tim en la novela Cuento de Navidad. El escritor sentía especial inquietud hacia las ramificaciones médicas de la pobreza y la considerable huella que dejada en los niños. Tiny Tim es un ejemplo clarificador.

¡Ay, Tiny Tim!: llevaba una pequeña muleta y sus piernas enfundadas en armazones de hierro.

En la novela, Dickens no explica por qué Tiny Tim porta muleta y aparatos ortopédicos en las piernas, ni deja claro por qué morirá si el avaro Ebenezer Scrooge no cambia de costumbres. Según Russell Chesney, médico del Hospital Infantil de la Universidad de Tennessee en Memphis, Tiny Tim sufría una combinación de raquitismo y tuberculosis.

Durante el tiempo en que fue escrita la novela, el 60% de los niños en Londres tenían raquitismo y casi el 50% mostraba signos de tuberculosis. Esta elevada incidencia estaba fomentada por el modo de vida hacinado, la malnutrición, la suciedad y la baja exposición a la luz solar.

Por aquel entonces, la ciudad de Londres era un inmenso quemador de carbón. Esto, unido a la erupción volcánica que provocó el evento conocido como Año sin verano, ennegreció los cielos londinenses durante muchos años. Por fortuna, tanto el raquitismo como la tuberculosis pueden mejorar con un mayor aporte de vitamina D, que puede ser obtenida mediante la exposición a la luz solar y el consumo de una dieta equilibrada.

Cuestión de medios

Dickens estaba familiarizado con el raquitismo y con la tuberculosis y escribió sobre el aceite de hígado de bacalao como una posible cura para estas enfermedades. La vitamina D puede regular el estado inmunológico en pacientes que sufren tuberculosis pulmonar al promover la síntesis del péptido antimicrobiano catelicidina (LL-37) que tiene actividad específica contra la bacteria Mycobacterium tuberculosis. Estudios de metaanálisis recientes apuntan una relación entre los niveles bajos de vitamina D y el aumento en el riesgo de padecer tuberculosis.

El fantasma de la navidad mostró a Ebenezer Scrooge cuál era el camino, debía ser más generoso con Robert “Bob” Cratchit, padre de Tiny Tim, y el resto de la familia. Entrelíneas, Dickens sugirió que el apoyo económico de Scrooge podía cambiar el rumbo vital del pequeño, quizás asegurando una mejor dieta, exposición al sol e ingesta de aceite de hígado de bacalao, un suplemento común diario con alto contenido de vitamina D.

El mal de Pott y Quasimodo

Quasimodo, personaje de Nuestra Señora de París de Víctor Hugo, en óleo sobre lienzo firmado por Antoine Wiertz en 1839. Wikimedia Commons

Otros autores sugieren que Tiny Tim sufría la enfermedad de Pott o mal de Pott. Esta dolencia es un tipo de artritis tuberculosa causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis cuando afecta a las articulaciones intervertebrales.

La enfermedad fue descrita en el siglo XVIII por el cirujano británico Percivall Pott, uno de los padres de la ortopedia. La deformidad espinal severa que sufría Quasimodo en la novela Nuestra Señora de París de Víctor Hugo puede ser explicada como representación de la enfermedad de Pott o tuberculosis de la columna vertebral, dolencia real y habitual en el siglo XIX.

En 1843, cuando Dickens escribió A Christmas Carol, aproximadamente la mitad de la población inglesa estaba afectada de tuberculosis. Era la enfermedad más común y la principal causa de muerte en el mundo occidental.

La responsabilidad cívica de Dickens

Dickens exhibió un profundo sentido de responsabilidad cívica hacia el bienestar de los niños y ejerció un amplio activismo hacia el establecimiento del Hospital para Niños enfermos de Great Ormond Street en Londres, el primer hospital para niños de Inglaterra. Décadas más tarde, en 1929, el escritor J. M. Barrie donó los derechos de autor de Peter Pan al mismo hospital.

Ilustración de A Christmas Carol de Dickens firmada por Arthur Rackam en 1915. Wikimedia Commons

A veces, las mejores historias de ficción están construidas sobre vivencias reales y quizás parte del éxito de Dickens esté en su capacidad para plasmar el mundo que le rodeaba. En 1997, durante las obras de renovación de la iglesia de Saint Andrews en Londres, fue descubierta la tumba de un tal Timothy Cratchit, que había muerto en 1884 a la edad de cuarenta y cinco años.

Los trabajadores tropezaron con una lápida que rezaba:

“En memoria. Timothy Cratchit. 1839-1884. Amado esposo de Julia, padre de Robert e hijo de Robert y Martha”.

Además de los restos esqueléticos, los arqueólogos también encontraron un marco de metal y cuero que Timothy Cratchit había usado para sostener sus piernas y la parte baja de la espalda. Después de todo, parece que, en verdad, el arrepentimiento de Ebenezer Scrooge salvó al pequeño Tiny Tim.


Raúl Rivas González. Catedrático de Microbiología en la Universidad de Salamanca. Licenciado en Biología (1999) y Doctor en Microbiología (2003). Investigador del Instituto Hispano-Luso de Investigaciones Agrarias (CIALE), investigador de una Unidad de Excelencia de la Junta de Castilla y León y científico vinculado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ha sido investigador de la Universidad de Gent en Bélgica y profesor visitante en la Universidad Austral de Chile. Su investigación está relacionada con la microbiología, la biotecnología, la biodiversidad bacteriana y las interacciones microbianas. Su experiencia se puede resumir en la participación en 59 proyectos y contratos de investigación, siendo en 40 de ellos el investigador principal. Autor de 4 patentes, 5 licencias de derechos, 218 comunicaciones científicas en congresos, 182 publicaciones científicas (artículos de investigación indexados, capítulos de libros, artículos científicos de divulgación), 33 artículos didácticos y 30 artículos de divulgación. Es subdirector del Departamento de Microbiología y Genética de la Universidad de Salamanca y ha sido editor en jefe de la revista "Microbiology Insights" (2008-2017) y editor asociado en otras revistas internacionales. Evaluador de proyectos científicos nacionales e internacionales. Miembro de comités científicos de reuniones y congresos. Asesor científico de empresas. Ha alcanzado la evaluación de Excelente en el Programa Nacional Docentia (2007-2012 y 2013-2016). Ha participado en 21 proyectos de innovación y mejora docente siendo en 12 de ellos el investigador principal. Ha supervisado 14 Tesis Doctorales, 9 Tesis de Grado, 32 Trabajos de Máster, 50 Trabajos de Grado, 4 alumnos de formación, 8 prácticas en empresa y 3 alumnos con becas de colaboración en departamentos universitarios. Ha sido director de 39 cursos de formación permanente y especializada. Imparte docencia en la Universidad de Salamanca en los grados de Farmacia (Microbiología), Ciencias Ambientales (Biotecnología Ambiental), y Criminología (Métodos microbiológicos y de biología molecular en investigación criminalística), así como en el Máster oficial en Evaluación y Desarrollo de Medicamentos. Ha sido profesor de los Campus Científicos de Verano (FECYT, 2016-2018) y del Programa Interuniversitario de la Experiencia de Castilla y León (2015-2018). Ha recibido varios premios y menciones entre los que destaca el Primer Premio Nacional de Fotografía Científica (Gobierno de España y FECYT, 2015). Es miembro de la Sociedad Española de Microbiología, de la Sociedad Española de Fijación de Nitrógeno, de diversas comisiones docentes y ha intervenido en numerosos tribunales nacionales e internacionales para la evaluación de trabajos académicos de diversa índole. Participa activamente en la difusión y divulgación de la Microbiología y de la Biotecnología a la sociedad impartiendo charlas, talleres o cursos de formación e interviniendo en actividades como la Semana de la Ciencia en Castilla y León, el festival Pint of Science o La Noche Europea de los Investigadores, entre otras. Desde el año 2015 hasta 2018 dirigió y condujo el programa de radio semanal El Viejo Verde (http://radio.usal.es/) emitido por Internet y por la 89.0 FM Salamanca y dedicado a la divulgación científica. En el año 2019 publicó La maldición de Tutankamón y otras historias de la microbiología y El asesino que envenenó a Napoleón y otras historias de la microbiología de la editorial Guadalmazán.
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