Turquía desconfía de EE. UU.

Por Houssien El Ouariachi.

La crisis entre Turquía y Estados Unidos ha dado un giro más en una espiral que parece no acabará bien para los dos mayores socios de la OTAN. El presidente turco, Recep Tayipp Erdogan, ha llamado en un discurso con motivo del 17 aniversario de la fundación de su partido AKP, a un boicot de los productos electrónicos estadounidenses como respuesta a las sanciones impuestas por Donald Trump.

Aunque muchos analistas responsabilizan a los dos mandatarios de la crisis que amenaza con arrastrar a muchas economías terceras, en especial de los países de la Unión Europea, especialmente el sector bancario de España e Italia, no deja de ser una visión superficial. La crisis se viene gestando durante los últimos siete años, que Trump ha venido a acelerar por su falta de tacto y su ignorancia.

El partido fundado por Erdogán ha apostado de forma entusiasta por la adhesión a la Unión Europea, una intención que EEUU ha apoyado siempre, mejoró la calidad de la democracia turca, inició un proceso de dialogo con el PKK en Oslo, limitó el poder político de la institución militar y abrió definitivamente su economía al mercado. Sin embargo, cuando empiezan las negociaciones serias en 2006, los turcos se han topado con la oposición de algunos gobiernos conservadores de la UE, especialmente del expresidente francés Nicolas Sarkozy, y con una campaña mediática cada vez más crítica con la posibilidad de ingreso de un país de mayoría musulmana a un club que algunos denominan judeocristiano.

Los turcos se han sentido humillados y discriminados al ver cómo países como Rumanía y Bulgaria ingresaban en la UE en 2007 al mismo tiempo que se ponían más exigencias y trabas para su adhesión. Con la crisis económica de 2008 que debilitó mucho a la UE y el estallido de la llamada primavera árabe a finales de 2010 emergen las diferencias y los desencuentros.

La elección de Barak Obama al frente del Ejecutivo de EEUU y su visita histórica a Oriente Medio en 2009 había levantado muchas esperanzas tras una década de guerras en Afganistán, Irak y Palestina, pero sus elocuentes discursos no pasan de ser retórica, y sus planes de llevar la paz a la región y de cerrar Guantánamo nunca vieron la luz.

Y justamente la política de Obama en Siria está en el origen del malestar turco con los estadounidenses. Los cambios tácticos de los norteamericanos arrastraban a sus aliados árabes de la zona pero contrastaban con la delicada posición turca que tiene que compatibilizar sus prioridades con las de sus aliados, en especial de EEUU. Dada la longitud de la frontera entre los vecinos Turquía y Siria, el gobierno de Erdogán temía las consecuencias directas de la guerra sobre su país, además del protagonismo que adquirían las milicias kurdo sirias que Ankara considera terroristas.

Sin embargo, las quejas turcas no tenían eco en los países occidentales; EEUU apoyaba a los kurdos en contra de la voluntad de su aliado en la OTAN, los atentados del PKK y de Dáesh en las ciudades turcas no recibían el apoyo que recibe un aliado, los turcos se sintieron solos para hacer frente a la llegada de millones de refugiados a su territorio, y lo peor fue la fría reacción a la tentativa de golpe de Estado de hace dos años, cuyas consecuencias directas han derivado en la crisis actual.

Erdogán solicitó a EEUU la entrega del clérico Fethullah Gülen, quien vive en Pensilvania, acusado de estar detrás del intento del golpe de Estado; y la falta de respuesta ha llevado a los turcos a sospechar que EEUU estaría detrás del mismo aunque no lo expresaban oficialmente. Asimismo, entre los miles de detenidos en Turquía figura el pastor estadounidense Andrew Brunson, acusado de espionaje y participación en el golpe, y habría oficiado, según la fiscalía turca, una misa la misma noche del golpe en pro de su éxito, actualmente bajo arresto domiciliario.

La llegada de Trump al despacho oval ha dejado poco espacio para la negociación y la diplomacia, y su imprudencia le ha llevado a atacar a diestro y siniestro, inclusive a sus mayores aliados, generando una profunda desconfianza en la política de EEUU. Esa desconfianza se ha acentuado en el caso de los turcos hasta el punto de tejer alianzas cada vez más estrechas con países como Rusia, China e Irán.

Oficialmente, Trump ha tomado represalias contra dos ministros turcos y ha doblado los aranceles al acero y el aluminio, provocando una gran inestabilidad en la economía turca en defensa del pastor Brunson; no obstante, la compra del sistema de misiles ruso S400, la oposición de Erdogán a las políticas de Netanyahu en Palestina y el rechazo turco a boicotear a Irán están detrás de la decisión.

Los países afectados por las sanciones de Trump en su particular guerra económica han expresado su apoyo y solidaridad con Turquía, una reacción que los turcos agradecen y responden con reforzar sus lazos económicos con ellos, incluida Merkel.

De momento, el gobierno turco ha tomado varias medidas económicas para reducir su dependencia del dólar, como la inyección de más liquidez y la toma del euro como moneda alternativa,… que no se sabe si serán suficientes para estabilizar su moneda, las primeras reacciones de la bolsa de Ankara son positivas. Sin embargo, en una subida de tono que amenaza con empeorar todavía más la situación, Erdogán ha llamado a un boicot parcial de los productos estadounidenses. ¿Es una medida real o una amenaza para hacer reflexionar a Trump? El tiempo dirá.