Un recorrido de cine por Berlín, emblema político del siglo XX

Puerta de Brandeburgo en 2019. Roberto R. Aramayo, Author provided
por Roberto R. Aramayo

La Revolución Francesa hace de París la capital europea del Siglo XVIII. La Revolución Industrial otorga ese papel a Londres en el Siglo XIX. Pero Berlín protagoniza los hitos políticos del siglo XX desde 1919 hasta 1989. La caída del Muro berlinés representa un hiato simbólico que inaugura el clima social, político y económico de nuestro presente, una vez desaparecidos los equilibrios geoestratégicos de la Guerra fría.

En Berlín acontecen las revoluciones políticas derivadas del Tratado de Versalles. Allí es donde se finiquita esa República de Weimar cuya constitución defendió con ahínco Ernst Cassirer en 1929 invocando nada menos que a Leibniz y Kant como sus artífices intelectuales.

Potsdamer Platz en el Siglo XXI (Roberto R. Aramayo)

El advenimiento del Tercer Reich pretende transmutar Berlín en Germania, la onírica macrocapital del futuro imperio milenario, cruento delirio que acabará convirtiéndola en una ciudad escindida por el “telón de acero”. Ese fue su tortuoso itinerario hasta devenir nuevamente la capital de una Alemania reunificada: una urbe cosmopolita digna del Siglo XXI.

En cada una de tales etapas, Berlín ha sido protagonista de grandes obras cinematográficas y literarias que recorremos a continuación.

La República de Weimar durante los años veinte

El frenesí que reinaba en esta capital europea de los años veinte se puede apreciar en el documental Berlín, sinfonía de una gran ciudad.

 

Los estragos de una trepidante hiperinflacción se ven bien descritos por la novela Una princesa en Berlín. Pese a ello, esta ciudad tuvo una intensa vida cultural y cultivó un ambiente libertino, como vienen a testimoniar por ejemplo el musical Cabaret o la serie televisiva Berlin Babylone.

Billete de cien mil millones de marcos durante la inflación (1924)

Del tránsito que va desde la República de Weimar al nacionalsocialismo se ocupa Philip Kerr en su saga del comisario berlinés Bernie Gunther. No es casual que la última entrega se titule justamente Metrópolis.

Las Olimpiadas del 36 bajo el Tercer Reich

Leni Riefenstahl puso su genio cinematográfico al servicio de la propaganda nazi en El triunfo de la voluntad. Pero su obra maestra la realizó al rodar las Olimpiadas berlinesas de 1936.

La undécima edición de las olimpiadas modernas tuvo lugar en Berlín. Pese al boicot propuesto por la República española que ofreció Barcelona como sede. Mientras España sufría una Guerra civil en la que un bando contaba con ayuda de la Italia y Alemania fascistas, en agosto de 1936 casi todas las naciones invitadas acudieron a la cita olímpica berlinesa.

Hitler abandonó el estadio para no estrechar la mano a Jesse Owens, plusmarquista de color que desbarató con sus medallas la presunta supremacía del pueblo ario. Actualmente una de las avenidas aledañas al estadio berlinés lleva el nombre del atleta olimpico afroamericano.

Olimpiadas Berlín 1936.

Del puente aéreo al Plan Marshall

La juventud exultante que puebla las películas de Riefenstahl desaparece del escenario y deja su lugar al atribulado adolescente de Alemania, año cero. Esta película se rodó en 1948. Es el año del bloqueo de Berlín sorteado por el puente áereo de los aliados. Roberto Rossellini pasea su cámara neorrealista por el desolador paisaje de un Berlín en ruinas.

Gracias al Plan Marshall en los años cincuenta la RFA irá renaciendo de sus cenizas. Este devenir se lo narra la miniserie alemana Ku’damm 56.

Billy Wilder nos muestra un Berlín sin barreras físicas en su satírica Un, dos , tres, en la que todos los comunistas adoran la Coca-Cola. En agosto de 1961 se levanta el muro en pleno rodaje y tienen que reconstruir la Puerta de Brandeburgo en un estudio bávaro para finalizar la película sin alterar el guión.

En junio de 1963 Kennedy da su famoso discurso en el Ayuntamiento de Schöneberg. Allí quedó para la historia su legendaria frase de Ich bin ein Berliner: Soy berlinés, puesto que soy libre.

Cortina rasgada y El puente de los espías dan cuenta del clima que reinaba en Berlín durante la Guerra fría, sobre todo tras la crisis de los misiles en Cuba. Simbólica es la inquietante imagen de los tanques confrontados en el berlinés paso fronterizo Checkpoint Charlie.

Al otro lado del telón de acero

Lo que se llama “nostalgia del Este” se plasma en los Ampelmann. Y se narra en Good Bye Lenin, donde una mujer aparentemente abandonada por su esposo decide no abandonar la DDR por lealtad hacia el partido.

Esa lealtad se refleja en La vida de los otros, donde un policía queda prendado por aquellos a quienes espía y comprende que hay otras formas de vida más gratificantes. Corren ya los años ochenta y queda poco para que desaparezca la República Democrática de Alemania. En el otro lado del muro se rueda por aquel entonces El cielo sobre Berlin.

El caso Eichmann

De reciente factura es El caso Fritz Bauer. Este magistrado judío logra encausar a ciertos jerarcas nazis que pasaban inadvertidos en la República Federal de Alemania. Con ello consigue que la nueva juventud alemana cuestionara el proceder de sus mayores.

Su empeño consigue sentar en el banquillo a Adolph Eichmann. Pero el responsable de la logística del holocausto tiene que ser capturado por el servicio secreto israelí en Argentina y juzgado en Israel. Este juicio es relatado por Hannah Arendt en su libro Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal.

La emblemática Puerta de Brandeburgo

La Puerta de Brandeburgo, situada en la Plaza de París, es el icono más reconocible de Berlín. Mas no sólo del actual, sino también del que protagoniza el Siglo XX. Porque nuestro imaginario colectivo recuerda con viveza el monumento bombardeado en 1945. E igualmente aquel que sólo podía verse a lo lejos tras un cartel donde se advertía: Acthung, Sie verlassen jetz West-Berlin! (¡Cuidado, está saliendo de Berlín Oeste!).

Maquetas berlinesas de chocolate junto a la Gendarmenmarkt (foto de Roberto R. Aramayo)

Ahora es un lugar festivo donde los berlineses celebran sus fines de año. Y allí se fotografían cuantos visitan la ciudad por uno u otro motivo: ya sea por sus museos y bibliotecas, la naturaleza circundante y sus barrios multifacéticos, cualquiera de sus tres óperas y dos Filarmónicas, la Berlinale o el idisosincrático ambiente socio-cultural que sigue distinguiéndola del resto de Alemania y de otras capitales europeas.

En el imaginario colectivo se conservan igualmente los dibujos que hizo Albert Speer de la Germania hitleriana o lo narrado por El hundimiento sobre la tremendamente absurda batalla de Berlín.


 

Roberto R. Aramayo, Profesor de Investigación IFS-CSIC. Historiador de las ideas morales y políticas, Instituto de Filosofía IFS-CSIC

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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