Urbanismo y regadío están secando Doñana: ¿hay solución?

por Carmen Díaz-Paniagua.


Doñana es uno de los humedales más importantes de Europa y, desde su creación como Reserva Biológica en 1964 y como Parque Nacional en 1969, ha recibido un buen número de reconocimientos que resaltan su importancia para la conservación de la naturaleza y de las especies que allí habitan.

La mayoría de los humedales de este espacio protegido tienen un carácter temporal o estacional. Esto quiere decir que no son medios acuáticos permanentes, sino que sufren un periodo seco que suele producirse en verano. Además de la extensa marisma, zona de especial importancia para las aves, en el Parque se encuentra uno de los sistemas de lagunas temporales más importantes de Europa.

Las lagunas están situadas sobre suelos arenosos, muy permeables y con escasa capacidad de retener el agua. Su inundación se produce gracias al gran acuífero sobre el que está situado Doñana y del que depende, por tanto, su conservación.

Si los niveles de las aguas subterráneas descienden y se alejan de la superficie, la aportación de las lluvias anuales no alcanza para inundar o mantener el ciclo de inundación de las lagunas. Por eso, cuando se elaboró la Ley de Doñana en 1978, uno de sus primeros artículos incluía la obligación de “limitar o suspender cualquier actividad que pueda afectar a la cantidad o calidad de las aguas del Parque”.

Un problema que se remonta décadas atrás

En el 2019, tras décadas en las que no se ha sabido mantener suficiente control sobre las extracciones del acuífero, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir va a declarar tres de las cinco masas de agua del mismo como sobreexplotadas. La decisión ha sido consecuencia de la resolución de la Comisión Europea de llevar a España ante el Tribunal de Justicia Europeo por su “innacción” a la hora de proteger las masas de agua del humedal y conservar los hábitats de Doñana.

Se trata de una medida extrema que llega con retraso, pues hace tiempo que se está detectando el deterioro del sistema. Pero cuando hemos advertido de la desecación de lagunas importantes o de las tendencias de temporalización de las que se consideraban permanentes, no hemos percibido ningún síntoma de preocupación o urgencia por solucionar estos problemas. Más bien hemos visto cómo se va retrasando la toma de decisiones, esperando mientras tanto a que llegue un buen año de lluvias que permita esconder durante unos años más las evidencias de deterioro de los humedales.

En las últimas décadas, el área de Doñana ha sufrido grandes transformaciones, con un amplio desarrollo de cultivos de regadío y el establecimiento de urbanizaciones turísticas en sus alrededores, todas ellas captando aguas del acuífero. Desde los años 80 se está alertando sobre el riesgo de desecación y del acortamiento del periodo de inundación que las extracciones de aguas subterráneas podrían causar a las lagunas.

Pero la propia dinámica de inundación y desecación de las lagunas, que tan singulares las hace, ha escondido sus problemas, pues estamos acostumbrados a verlas tanto inundadas como secas.

Cada año, cuando se producen las grandes lluvias, que normalmente caen en otoño o en invierno, los acuíferos se recargan y las aguas subterráneas aumentan hasta alcanzar el nivel del suelo, sobrepasándolo y formando así las lagunas temporales. Estas masas de agua se mantienen hasta que se desecan gradualmente por evaporación.

El clima mediterráneo confiere a estas lagunas otra característica muy especial: su impredecibilidad. Es imposible saber cuánto y cuándo va a llover. Unos años las lagunas se llenan en otoño, otros años se llenan en invierno, otros en primavera e incluso otros años las lagunas no llegan a llenarse.

La red de control de los niveles de aguas subterráneas, establecida por todo el Parque, ha revelado el descenso continuado de los niveles de inundación, especialmente en las áreas de mayor concentración de campos de cultivos. Sin embargo, en un sistema tan cambiante es muy difícil demostrar que las lagunas tienen problemas de conservación.

Además, no existían datos continuados sobre la variación de los niveles de las lagunas que permitieran demostrar sus tendencias de desecación. Por ello, hemos recurrido a las imágenes de satélite. Estas nos han permitido observar, por una parte, cómo se ha ido acortando el periodo de inundación de las lagunas temporales (mientras que en las áreas de los alrededores del parque se incrementaba el número de balsas de riego).

Por otra parte, hemos detectado cómo las lagunas permanentes, que antes se mantenían estables en verano, ahora son dependientes de las lluvias, llegando a secarse o a alcanzar niveles muy bajos de inundación en la última década.

Hogar de especies singulares y amenazadas

Las lagunas temporales mediterráneas se consideran de especial importancia porque albergan un buen número de especies raras, muchas de ellas amenazadas, que han ido reduciendo cada vez más su distribución precisamente por la desaparición de este tipo de hábitats.

Su singularidad se debe a que son especies acuáticas, pero también a que son capaces de resistir la fase seca que soportan estas lagunas. Entre ellas se encuentra un buen número de plantas acuáticas, de coleópteros y heterópteros acuáticos, de crustáceos planctónicos, de libélulas, de anfibios e incluso reptiles como las culebras de agua y los galápagos.

La gran diversidad de especies de Doñana se debe a la gran abundancia y heterogeneidad de sus lagunas: desde pequeñas lagunas someras, que permiten el desarrollo de especies de cortos ciclos de vida en ausencia de grandes depredadores, hasta extensas lagunas, algunas aisladas y otras conectadas a otros medios que permiten el intercambio de especies.

Además, existe un pequeño número de lagunas permanentes que tienen una función importante para la fauna dispersante, como muchos coleópteros y heterópteros, que las usan como refugio donde pasar la fase seca hasta que vuelven a inundarse las demás lagunas en el ciclo hidrológico siguiente.

La desaparición de las lagunas temporales de largos ciclos de inundación se asocia a la pérdida de especies o a la reducción de sus poblaciones. Así se ha detectado, por ejemplo, para algunas libélulas, galápagos y algunas especies importantes de plantas acuáticas, cuya presencia actual en Doñana se limita, casi en su totalidad, a los cuerpos de agua que se mantienen artificialmente.

Desde el punto de vista hidrogeológico, es muy difícil predecir cuánto tardarían estos sistemas en recuperarse. Y tampoco sabemos aún cómo de estricta será la aplicación de las medidas derivadas de la declaración de sobreexplotación del acuífero. Los conflictos de intereses sociales y económicos han hecho muy difícil hasta ahora la aplicación de las normas relacionadas con el uso del agua en la zona.

Desde el punto de vista biológico, en el caso de que se consiguiera recuperar la dinámica higrogeológica y las lagunas volvieran a mantener los adecuados periodos de inundación, podría ser demasiado tarde para las especies que se van perdiendo, especialmente las que se encuentran en peor estado de conservación.


Carmen Díaz-Paniagua

Investigadora del Departamento de Ecología de Humedales, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC). Ha dirigido proyectos financiados por Organismo Autónomo de Parques Nacionales (Ministerio alimentación agricultura y medio Ambiente) 2010-2015 y participado en proyectos de investigación financiados por Ministerio de Economía y Competitividad (2015-2018).

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