Veintidós policías investigados


“Cabezas, señor, cabezas que eso es lo que no hay”,

le escribía el Conde-Duque de Olivares al Cardenal Infante el 25 de mayo de 1636.

“Cabezas, señor, cabezas que eso es lo que no hay”, le escribía el Conde-Duque de Olivares al Cardenal Infante el 25 de mayo de 1636 a propósito de la gobernabilidad de la España de su tiempo. El juez del juzgado de instrucción 7 de los de Barcelona después de examinar 390 fotografías y visionar durante nueve horas vídeos de cargas policiales habidas el 1 de octubre de 2017 en aquella ciudad, ha resuelto llamar como investigados a 22 agentes de la Policía Nacional que cargaron contra ciudadanos que deseaban votar en el referendo convocado por autoridades autonómicas legítimamente constituidas.

Lógicamente los agentes policiales no estaba allí por su iniciativa individual. Habían sido enviados por el señor ministro del Interior con órdenes terminantes de impedir la votación en el referendo convocado, declarado ilegal por las autoridades gubernativas y judiciales legítimas del Estado.

La consecuencia más grave que se hubiera producido sin la intervención policial ordenada por el señor ministro del Interior hubiese sido que el referendo se habría celebrado sin incidentes. Pese a todo el referendo se celebró a lo largo del día y los ciudadanos fuesen idos y no ocurrió nada. La prudencia política, la sabiduría elemental, dictaba ordenar “ Fórmen! ¡en su lugar descanso!”. Porque en esa posición militar se hubiera visibilizado la presencia del poder civil del Estado como garante del orden en las calles y espacios públicos y se hubiera evitado no ya golpear a pacificos ciudadanos que deseaban emitir su voto, sino aparecer en el universo mundo como un gobierno del Estado represor, apalizante y conculcador de los derechos civiles.

La resolución judicial de llamar al proceso, como investigados con asistencia letrada pues, a 22 agentes de la Policia del Estado deja establecida la imprudencia en el diseño y despliegue del dispositivo ordenado por los mandos policiales a las órdenes del señor ministro del Interior.

“¿Recordáis su antiguo orgullo, o acaso os preguntáis cómo cayó?” (final del capítulo 10 de “El Anticuario”, de Siro Walter Scott). Sin embargo, si yo fuera un policía investigado por el juez de instruccion 7 de Barcelona, ciudad condal por cierto, exigiría que compareciera el entonces señor ministro del Interior con una copia de la carta de don Gaspar de Zúñiga al Cardenal Infante para que respondiera una sola pregunta: “¿Donde tenía la cabeza al organizar el desaguisado del 1 de octubre?”.


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