Vía libre para Iglesias tras el veto de Gabilondo

El PSOE trata de abarcar el espacio de Ciudadanos en detrimento de la izquierda mientras el PP depende más que nunca de Vox.

por Adrián Lardiez

Miércoles, 24 de marzo de 2021. El terremoto provocado por la moción de censura en la Región de Murcia aún registra réplicas. Y no hablo de la convocatoria electoral en la Comunidad de Madrid para el 4 de mayo ni de la fracasada cuestión de confianza de Castilla y León. El movimiento de placas cunde sus raíces más profundas. Una sacudida que apenas ha tenido eco en los medios de comunicación pero que podría cambiar el tablero político para la próxima década.

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, pretendió dar un golpe de efecto para recuperar el centro político (discursivo, que no programático). La maniobra le salió mal y el ocaso de los naranjas parece haberse precipitado. ¿Y cuál ha sido la respuesta del PSOE? Lanzarse a ocupar su espacio en detrimento de la izquierda.

Pedro Sánchez le ganó las primarias a Susana Díaz erigiéndose como el perfil progresista. No en vano, su lema de campaña fue “Somos la izquierda”. Su acercamiento a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y Unidas Podemos, así como a otras formaciones con las que guarda una relativa coordinación parlamentaria (EH Bildu, Compromís, Más País…), parecían demostrar que cumplía. Nada más lejos de la realidad. Poco a poco, Sánchez se ha ido escorando y no precisamente a la izquierda.

Recuerdo que cada vez que consulto con fuentes de Esquerra sobre algún asunto me refrescan la memoria: “El PSOE no hace, al PSOE se le obliga”. Y es que, siempre que tiene la oportunidad, se deja seducir por los vientos naranjas.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias mantienen desde que comenzó el año una lucha interna constante. Un Gobierno de coalición dividido por la ley Zerolo, la ley de Vivienda, la propuesta de la ley de Amnistía de los partidos independentistas, su postura con respecto al rey Emérito Juan Carlos I…

Con todo este escenario como telón de fondo, el candidato socialista a la Comunidad de Madrid ha tenido a bien vetar a Iglesias. Ángel Gabilondo aseguró en una reciente entrevista en la Sexta que no aprueba el planteamiento de Isabel Díaz Ayuso, y Pablo Iglesias de «confrontación, extremismo y anulación del contrario”. A la pregunta de con quién pactaría para gobernar en la capital, el portavoz socialista dijo que lo haría con Ciudadanos y Más Madrid, que es lo que hubiera querido en 2019 porque así se hubiera construido «un espacio plural y abierto». «Con este Iglesias, no», lanzó.

Con estas palabras, la estrategia socialista es clara: abarcar el espacio moderado de Ciudadanos. Eso sí, entraña riesgos. Se trata de un pequeño reducto. Migajas. A los resultados electorales y encuestas me remito. Además, deja vía libre a Iglesias para abarcar toda la izquierda. Movimiento, por tanto desafortunado.

El PSOE lo sabe. De hecho, el portavoz socialista en el Ayuntamiento de Madrid, Pepu Hernández, recogió cable y matizó que Gabilondo tendió la mano a Más Madrid y Ciudadanos, pero no descartó a Iglesias, sino que explicó “ en qué circunstancia y de qué manera” podrían entenderse: «Insisto en que dijo ‘este Iglesias no’, que es muy distinto que Iglesias no», aclaró.

Las placas de la derecha

Y mientras la correlación de fuerzas sufre las modificaciones fruto del paso de Iglesias y el tic derechista de Gabilondo, el PP se lo juega todo a una carta. Y no es precisamente una baza sencilla.

Tiempo ha que Pablo Casado trata de desvincularse de Vox ridiculizando al partido y a su líder, Santiago Abascal. Concretamente, desde la moción de censura. Pero lo cierto es que deberá ponerse el traje de malabarista y hacer pronunciados ejercicios de cintura, pues todos sus gobiernos autonómicos quedan en manos de la ultraderecha.

Tocado pero no hundido

El Gobierno de Castilla y León encabezado por Alfonso Fernández Mañueco (PP) y asistido por su vicepresidente Francisco Igea (Ciudadanos) ha resistido el golpe asestado por la moción de censura del PSOE. No hubo KO, pues los socialistas no contaban con los apoyos necesarios dada la negativa de los naranjas; pero el Ejecutivo regional sí que ha quedado tocado.

Los socialistas únicamente consiguieron el sí de sus propios procuradores y los dos parlamentarios de Podemos. El diputado de UPL, el de Por Ávila y la exnaranja María Montero -ahora no adscrita-, se abstuvieron. Así las cosas, los 29 del PP, los 11 de Ciudadanos y el de Vox votaron en contra.

En total, el bloque de las derechas sumó 41 procuradores, la cifra mágica de la mayoría absoluta en el parlamento de Castilla y León. He ahí el quid de la cuestión.

Mañueco e Igea han resistido, pero por el camino se han dejado la mayoría absoluta que ostentaban. Entre PP y Ciudadanos sumaban 41 diputados, mayoría absoluta (29+12). Sin embargo, con la marcha de María Montero de la formación de Inés Arrimadas, la corpulencia parlamentaria ha menguado los justo como para perderla.

La consecuencia inmediata de la moción es que ahora ambos partidos suman 40 escaños, por lo que Mañueco e Igea deberán pactar todas y cada una de sus leyes e iniciativas.

PP y Ciudadanos tienen dos opciones: bien tratar de seducir a los diputados regionalistas o al PSOE; o bien recurrir a la opción fácil, el diputado de Vox. De manera que, pese a que Pablo Casado rompió la foto de Colón durante su intervención en la moción de censura de Santiago Abascal contra Pedro Sánchez y pretende desvincularse desde entonces, los populares dependen de la formación ultra más que nunca.

Sus gobierno autonómicos han perdido músculo parlamentario tras el terremoto en Murcia. Tanto es así que en la Región, en Castilla y León y en la Comunidad de Madrid necesita de los ultras más que nunca.


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