Adiós Alfredo

“A las aladas almas de las rosas

de almendro de nata te requiero;

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero»

(Miguel Hernández)

Estaba escribiendo el artículo semanal cuando aconteció una de esas noticias que paralizan al teclado y te impelen a seguirla, ya no puedes ponerte a escribir, es necesario llenar de contenido ese primer flash del noticiero.

“Alfredo Pérez Rubalcaba ha sufrido un ictus y es ingresado muy grave”

Escueta noticia que activa las neuronas médicas y la deformación profesional hace recorrer los tipos de ictus. Si está grave las probabilidades clínicas y etiopatogénicas se reducen, pero el pronóstico es más preocupante. Las neuronas médicas siguen rulando a toda velocidad y la preocupación se incrementa.

Tras unas horas informan de un abordaje esperanzador y una estabilización clínica. Un respiro, bueno solo un respirín. Las neuronas médicas siguen lanzando sus informaciones y el resultado no acaba de ser tranquilizador.

Hacia afuera intento dar ánimos y esperanzas a la gente que me pregunta. Pero… la procesión va por dentro, esa procesión que no tiene horario, ni recorrido, pero la sientes avanzar lenta e inexorable hacia destinos innombrables.

Nueva información… posible recidiva. Nuevo estímulo neuronal y rula una preocupación creciente. A la par el Presidente del Gobierno retorna de un viaje oficial y circula que los actos electorales se realizan con dudas y con gestos cariacontecidos de los que intervienen. Se está en situación de alarma, de vigilancia, con tensión a que pueda pasar… ni se quiere decir, solo se siente dentro, muy dentro.

Las actividades siguen su curso con una oreja prendida de la noticia… Alguien pensará que parece demasiado, que hasta podría ser una exageración, que no era alguien tan relevante, incluso que ya no era nada en la política…

Entonces tiene sentido la procesión interior, en esta ocasión las neuronas no son médicas sino las de rebobinar la información que se posee, esa puesta al día rápida que te posiciona y ubica frente a los acontecimientos y la memoria selectiva adquiere toda la importancia que las investigaciones del Premio Nobel Erik Kandel han puesto de manifiesto.

Alfredo Pérez Rubalcaba llevaba unos cuantos años tras las líneas de la política activa. Se había retirado con una gran dignidad y elevada posición ética, pues en vez de transformarse en asesor o consejero con sueldo suculento por arte de puertas giratorias, había retornado a su cátedra de Química Orgánica en la Facultad de Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. Estaba con sus alumnos y alumnas, preparando los contenidos teórico-prácticos, estimulando a la recopilación y análisis bibliográfico. Peleando con el peso de la carga docente, con las tutorías, poniendo y corrigiendo las pruebas de evaluación. Ahí estaba Alfredo. Incluso alguna gente de este país lo habría olvidado y otros grupos ni sabrían quien era porque no decía barbaridades en los medios, ni insultaba, ni vociferaba, solamente impartía clases en la UCM.

Pero para los que tienen amnesia selectiva e intencionada se deben aportar datos para que retorne a la memoria la información potente y real. Sin Alfredo Pérez Rubalcaba se entiende muy poco la historia española de los últimos 30 años. Un hombre, un socialista que lo había sido todo en la política española. Había sido todo, menos Presidente del Gobierno, quizá fuera el que más se lo mereciere por preparación y altura intelectual, pero la vida es así de caprichosa a la par que injusta.

Había ingresado en la política administrativa desde el Ministerio de Educación con Maravall, llegando a ser Secretario de Estado. Parecía que estaba en su caldo de cultivo idóneo. Pronto accedió al Ministerio de Educación y a elaborar la LOGSE, a intentar construir una nueva ley de universidades con la LRU. Siempre se comprometía, no rehuía ni compromisos ni responsabilidades. Destacó con dos componentes fundamentales: la capacidad de negociación y la capacidad de argumentación racional y documentada. Rápido de reflejos y mirada electrizante resultaba ser un comunicador de primera. Con estos componentes y la forma en que lo hacía no es de extrañar que pasara a otro tipo de actividades como el Ministerio de Presidencia del Gobierno desde donde asume, por primera vez, el ser Portavoz del Gobierno. De sus elecciones como parlamentario por Madrid, Cantabria y Cádiz pasa a ser el Portavoz Parlamentario del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados. En toda esta fase relucen sus capacidades dialécticas y de debate y sus cualidades para la negociación y para alcanzar pactos, algunos tan delicados como el Pacto antiterrorista.

Llega al Ministerio de Interior y a la Vicepresidencia del Gobierno y a Portavoz del Gobierno. Para muchos analistas ha sido el mejor portavoz de gobierno que había existido. En esta etapa consigue ir desmontando a ETA hasta que la banda terrorista declara un alto el fuego. Sus capacidades desarrolladas junto a Jesús Eguiguren “tocando” a quienes había que tocar consiguen el final de ETA tras más de cuarenta años de asesinatos y actividad terrorista.

En todas estas circunstancias la actividad de Alfredo fue con altura de miras, con entrega y con la gran visión de servidor público y de Hombre de Estado, así con mayúsculas. Sus enemigos, que tuvo y muchos, se encargaban de lanzar fango contra sus actividades. Recordemos a toda la institución eclesial contra la LOGSE que se manifestaba con bullicio y griterío, o los insultos sufridos por la tregua de ETA, o las acusaciones por el caso Faisán, o la falta de reconocimiento de la derecha a su decisiva intervención en el final de ETA que algún dirigente hasta le quiso usurpar en la reciente campaña electoral. Ante todo esto Alfredo reaccionaba con más entrega y más trabajo a la causa del conjunto de los españoles y las españolas. Su mirada estaba puesta en, con, por y para el conjunto de la población, por ello era tan gran servidor público.

Llegó la hora. Anuncian la noticia. Se nos cae el mundo encima: Alfredo ha fallecido luchando contra el ictus.

Ante esta inercia de la negación de la historia, planta cara Ana Tomás y Valiente, hija del que fuera Presidente del Tribunal Constitucional y asesinado por ETA, en una nota el día del fallecimiento de Alfredo: “Pero tampoco voy a olvidar jamás su decisiva contribución al fin del terrorismo etarra, con esa mezcla de inteligencia, valentía y sentido de Estado que le caracterizaban. A él se lo dije muchas veces, ahora quiero decirlo en público. Es mi minúscula contribución a ese tan merecido homenaje que te debe este país. GRACIAS, Alfredo”.

En estos momentos en que el dolor por la muerte de Alfredo nos atenaza, no podemos olvidar tu grandeza interior, tu honestidad humana e intelectual, tu saber estar, ver y callar, porque el valor de tus silencios era muy superior a lo que decías y cuando hablabas daba elementos de valor incalculable, por tus reflexiones, por tu capacidad de negociar, por tu defensa de la paz y la democracia, por saber retomar tus actividades docentes frente a los cantos de sirena, por tu cultura y altura intelectual, por tu valentía y tu sencillez, porque sabía trasmitir y enseñar lo que es ser socialista. Tenías tanta fortaleza y seguridad que explicabas de forma sencilla y racional qué era votar en las  elecciones: “Cuanto menos se tiene más importante es tu voto. Los votos construyen hospitales, con la indiferencia no se construye nada”.

Ante toda esta vida dedicada al servicio de España y los españoles y españolas, ha habido un grupo de mezquinos mequetrefes, bellacos, villanos y malandrines que han utilizado este dolor para intentar insultar o vejar a Alfredo. Pero Alfredo representaba el diálogo frente a la rigidez de los que creen tener la verdad, representaba el progreso frente a las tendencias regresivas de estos grupos, la reflexión racional y de altura frente a la mediocridad y ausencia de capacidad reflexiva persistente de estos colectivos. Alfredo representaba la fortaleza de espíritu frente a la inmoralidad y el rencor, la capacidad de negociación luchando por la paz y la democracia frente al autoritarismo, la exposición pausada y razonada frente a la vehemencia vacía de contenidos, representaba la fortaleza frente a la debilidad y su impostura, representaba la justicia social frente a la injusticia. A todos estos mentecatos no les necesitamos para nada.

Alfredo se ha ido en un momento delicado, triste momento para recordar y para vivir. Bertolt Brech lo decía con sagacidad: “Hay hombres que luchan un día y son buenos/Hay otros que luchan un año y son mejores/ hay quienes luchan muchos años y son muy buenos/Pero hay los que luchan toda la vida/esos son los imprescindibles”.

Adiós amigo y compañero, hasta pronto, que la tierra te sea leve.


José Luis Pedreira Massa es psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

 

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