Aguado el lento

Isabel Díaz Ayuso e Ignacio Aguado (Imagen: Comunidad de Madrid).

«Aguado el lento no se ha animado en todos estos meses a poner fin al gobierno Ayuso y Ayuso no ha tardado ni un santiamén en hacerlo».

«Aguado el lento o no sabía nada de lo que ocurría en Murcia o tenía una confianza ciega en Ayuso o simplemente es que es muy leeeeento».

«Aguado el lento podría ver cómo, en unas posibles elecciones castizas de mayo su partido se la pega contra el suelo con tanta fuerza que sea difícil recoger los trozos naranjas».

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Miércoles, 10 de marzo de 2021. Esperando a Aguado, como a Godot, desde antes del verano. El líder de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid (vicepresidente de Ayuso en el gobierno regional que acaba de firmar su finiquito) ha tenido la oportunidad de romper con el PP más ultra, el de Isabel Díaz Ayuso, y dejar de depender de los apoyos de la extrema derecha de Vox durante meses. Aguado, que una vez inauguró un dispensador de gel hidroalcóholico en una estación de metro, se ha tragado las mayores contradicciones durante la gestión de la pandemia de su presidenta y durante la gestión (por decir algo) del temporal Filomena, entre otros hits, sin decir ni mu (o casi), pin parental mediante.

Aguado el lento ha tenido la valentía de levantar algo la voz (un susurro) en el día de hoy. «Que Ayuso tome nota de lo de Murcia», ha tartamudeado. Pero por algo le llaman el lento, pues cuando creyó que estaba adquiriendo algo de protagonismo político, cuando el tic toc del reloj fijaba las miradas en él, se le adelantó la presidenta: disolución de la Asamblea de Madrid, finiquita la legislatura y convoca elecciones (o eso creía). Más Madrid se ponía las pilas y presentaba una moción de censura en la Asamblea, antes de que se publicara en el BOCAM la disolución. Ahora, todo está patas arriba.

No se puede convocar una moción con el parlamento disueltas, ni llamar a elecciones con una convocatoria en marcha. El lío se prevé jurídico, aunque es político, en estas latitudes en las que judicializamos la política y politizamos la justicia como quien come pan. La decisión presidencial fue previa a la moción, ya veremos. Silente Unidas Podemos. El PSOE, a remolque de los de Mónica García, presentaba su propia moción. Gabilondo Crivillé, le llaman. Casado, también, como cansado, viendo cómo se habla más de Ayuso que de él, viendo cómo puede perder nada más y nada menos que dos presidencias autonómicas (o tres, con Castilla y León). De mal en peor.

Cuentan los pasillos del Congreso (sí, el día que tenía que estar en la Asamblea de Madrid, estaba en el Congreso), que la operación murciana se dirigió desde Moncloa, que Arrimadas (que pretende simular que Ciudadanos es de centro, tras echar el resto quitando lazos amarillos de las vallas catalanas como quien recoge cerezas del Jerte) lo vio genial buscando un giro de guion inesperado frente a la lenta descomposición naranja.

En Moncloa (según los corrillos periodísticos que dicen que lo saben todo) sabrían que los olores a Mar Menor llegarían hasta el Manzanares y que en la Puerta del Sol, para evitar que se repitiera la jugada murciana, pillarían el mensaje y convocarían elecciones anticipadas madrileñas, con sabor a chotis (para el 4 de mayo), poco antes de San Isidro (el 15) y después de la festividad del Dos de Mayo (fiesta autonómica y en Malasaña). Se rumorea que para unas elecciones en Madrid querrían presentar a Margarita Robles para confrontar con Ayuso. Y entonces se interpuso Más Madrid. Ahora entramos en una nueva bipolaridad: ¿miraremos a los juzgados para que se pronuncien sobre si hay o no elecciones o moción, mientras nos preparamos para afrontar una nueva campaña electoral?

La izquierda madrileña, muy dicha en los sainetes, todavía puede dar juego si hay elecciones: unidad o no unidad, una lista conjunta o dos o 36… Mientras, a nivel estatal, en el Congreso, el desconcierto es máximo. La jugada murciana del PSOE y Ciudadanos aleja la posibilidad de un acuerdo a corto plazo para la renovación de los órganos de Estado con el PP. Casado ha salido despavorido del Hemiciclo cuando ha conocido la noticia de Murcia.

Ciudadanos niega que vaya a salir adelante una moción en Castilla y León, a no ser que tenga diputados díscolos entre sus filas que no obedezcan a la dirección y voten a favor de la moción socialista contra Alfonso Fernández Mañueco. Lo mismo el PSOE ha puesto la miel en los labios de las naranjas murcianas para arrastrarles a una operación estatal que los de Arrimadas no vieron venir. Como si quisieran un Ciudadanos socio del PSOE en distintos territorios para presionar a la mayoría de la investidura con lo de la geometría variable. O todo lo contrario: como si quisieran ahondar en las contradicciones de Ciudadanos para que se delate, o implosione, o yo qué sé. Otra opción es que nada estuviera tan premeditado y veremos a ver cómo acaba esto.

Aguado el lento no se ha animado en todos estos meses a poner fin al gobierno Ayuso y Ayuso no ha tardado ni un santiamén en hacerlo, pero la presidenta no ha tenido en cuenta que tenía que tener preparado el BOCAM (hasta el desastre final) y puede alargarse la contienda en los tribunales al anticiparse las mociones de censura a la publicación, huele a toga.

Aguado el lento o no sabía nada de lo que ocurría en Murcia (es decir, Arrimadas se la ha jugado queriendo o sin querer, ha sido más rápida que él) o tenía una confianza ciega en Ayuso (es decir, su presidenta se la ha jugado, más rápida que él) o simplemente es que es muy leeeeento. Aguado el lento, si prospera finalmente una moción de censura, puede seguir siendo vicepresidente de la Comunidad con el PSOE e inaugurar dispensadores de gel hidroalcóholico muchas veces más. O lo que es más, podría pactar, como en Murcia, la presidencia de la Comunidad de Madrid para Ciudadanos y ser presidente.

Aguado el lento podría ver cómo, en unas posibles elecciones castizas de mayo su partido se la pega contra el suelo con tanta fuerza que sea difícil recoger los trozos naranjas. Ciudadanos puede pasar, en una jugada maestra, de conseguir más presencia institucional en las comunidades autónomas a darse, definitivamente, el batacazo final si la catástrofe catalana se repitiera en unos comicios en Madrid. Aguado el lento, ese político.


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