Alisa Trojansky: “Es hora de formalizar el sector de los cuidados y de frenar la tendencia a su privatización”

Alisa Trojansky, asistente del Grupo Socialista y Demócrata en el Parlamento Europeo, autora del flamante informe “¿Hacia la uberización de los cuidados?”.
por Ben Wray

 

 

El debate sobre cómo cuidar a la gente en tiempos de pandemia interactúa cada vez más con profundas transformaciones a largo plazo –sobre todo con el envejecimiento de la población–, y estas transformaciones plantean a su vez interrogantes sobre la sostenibilidad de los actuales sistemas de atención en toda Europa.

En todo el continente, la prestación de servicios de cuidados a largo plazo –que sigue siendo un sector muy feminizado, solo en la OCDE el 90% de estos servicios los realizan mujeres–, viene experimentando una privatización progresiva en las últimas décadas, y se caracteriza hoy por una escasez de financiación, bajos salarios, condiciones deficientes y, en muchos países, falta de personal.

A medida que se multiplica la demanda de cuidados en toda Europa, sin que el sector público se muestre capaz de satisfacerla, las plataformas digitales están entrando en este sector para colmar el vacío y están redefiniendo la forma en la que se organiza la atención domiciliaria.

Las plataformas de cuidados no están bajo el foco mediático, a diferencia de lo que ocurre con las plataformas digitales de servicios de transporte, tipo Uber y Deliveroo, pero abarcan una parte cada vez más importante del sector de los cuidados y tienen importantes implicaciones para los trabajadores que realizan los servicios de atención domiciliaria.

Al igual que las plataformas digitales de otros sectores, las de atención domiciliaria utilizan una aplicación para conectar a los clientes con los trabajadores que prestan la atención a domicilio y normalmente ponen a disposición de los clientes un sistema de evaluación de los servicios prestados por los trabajadores, que operan como contratistas autónomos para la plataforma. Sus horas de trabajo y las tarifas cobradas suelen determinarse íntegramente en la negociación con el cliente. En los últimos años han surgido plataformas de atención domiciliaria en toda Europa. Aunque aún no hay un actor dominante que controle el mercado europeo, puede que estemos sólo al principio de la uberización de los cuidados.

Hablamos con Alisa Trojansky, asistente del Grupo Socialista y Demócrata en el Parlamento Europeo y autora del reciente informe Towards the Uberisation of Care?: Platform work in the sector of long-term home care and its implications for workers’ rights (¿Hacia la uberización de los cuidados?: plataformas de trabajo en el sector de la atención domiciliaria a largo plazo y sus implicaciones para los derechos de los trabajadores), publicado por el Grupo de los Trabajadores del Comité Económico y Social Europeo sobre las principales conclusiones de su informe y sobre cómo la pandemia podría afectar al futuro de la atención domiciliaria en Europa.

Cuando se habla de plataformas digitales la mayoría de la gente piensa en los repartidores de Uber o Deliveroo, no en servicios de cuidados a domicilio. ¿Puede explicar cómo funcionan las plataformas de atención domiciliaria y cuáles son las diferencias y similitudes con otras plataformas de microtareas?

Es muy importante distinguirlas, porque es cierto que se pone mucho más el foco en las plataformas que ofrecen servicios de transporte específicos. Los empleos de atención a domicilio a largo plazo, en general, suelen estar muy mal pagados, normalmente los realizan mujeres, desproporcionadamente migrantes, y tradicionalmente han sido trabajos informales, por lo que la aparición de las plataformas de cuidados debe entenderse en ese contexto específico.

Otro aspecto básico es que los cuidados son algo más que un servicio, son un derecho, y en la mayoría de los países europeos existe, en cierta medida, una prestación pública de atención domiciliaria. Por lo tanto, estamos ante algo muy diferente al reparto de comida a domicilio, por ejemplo. Además, la mayoría de los trabajadores asistenciales son muy vulnerables y se entabla una relación especial, más estrecha, entre el trabajador asistencial y el cliente. Por lo general, no se trata de un servicio único; ambas partes se benefician de una relación a largo plazo.

Por eso creo que es bastante diferente de algo como Uber, porque al cuidador y al cliente no les une un simple algoritmo. Aunque la plataforma actúa como intermediaria, suele ser un medio por el cual el cuidador y el cliente se conectan in situ, sopesan si el cuidador puede satisfacer las necesidades del cliente y la tarifa que el cliente puede ofrecer, y luego deciden si les conviene seguir adelante. Creo que un modelo Uber puro daría lugar a un escenario bastante horrible, porque tiene que ser una decisión tomada por ambas partes.

He visto algunas aplicaciones de atención domiciliaria muy parecidas a Uber, pero la mayoría en los Estados Unidos. En Europa aún no hay ninguna empresa destacada que siga ese modelo. En este momento [el mercado] está bastante fragmentado, porque se encuentra en sus primeras fases de desarrollo: en algunos países hay varias plataformas asistenciales, mientras que en otros aún no se han implantado. Por lo general, depende del alcance de los servicios asistenciales estructurados que ofrece el sector público.

En su informe se constata que, en las últimas décadas, la atención domiciliaria se privatiza y desregula cada vez más en toda Europa. También identifica casos de gobiernos que subcontratan los servicios asistenciales a plataformas proveedoras. ¿Han surgido las plataformas asistenciales a raíz de la privatización de los servicios de cuidados en Europa?

Existe un enorme mercado de servicios de atención domiciliaria en crecimiento, y en parte se debe a que el individuo o la familia se ven obligados a solventar el problema por sí mismos, bien porque no hay servicios disponibles o porque los fondos para la atención proporcionados por los Gobiernos resultan insuficientes. Creo que la privatización lleva a la gente a buscar soluciones alternativas.

En cuanto a la subcontratación, hay ejemplos de plataformas asistenciales a las que el gobierno empieza a pagar directamente por la prestación de cuidados, o indirectamente, a través de las personas a las que el gobierno reembolsa. La escala en la que los gobiernos acepten subcontratar los servicios a plataformas asistenciales será, en mi opinión, un factor que determinará en gran medida el crecimiento de estas plataformas en el futuro.

Ofrecer servicios de atención domiciliaria a través de plataformas tiene obviamente importantes implicaciones para los trabajadores asistenciales, sobre todo porque están expuestos a las evaluaciones de los clientes, algo que puede afectar a sus posibilidades de obtener más trabajo en el futuro. También preocupa la seguridad laboral y la formación, y qué responsabilidad (si la hay) asumen las plataformas en este sentido. ¿Cómo afecta la prestación de servicios de cuidados a través de plataformas a los derechos de los trabajadores?

Las plataformas se publicitan ante los trabajadores diciendo que podrán conseguir salarios mucho más altos que en el sector de la asistencia estructurada, pero pasan por alto los aspectos que no están cubiertos y que lo estarían si el servicio lo prestara un empleador. Por ejemplo, la salud y seguridad y el seguro ante eventualidades, que son realmente importantes al hablar de servicios ofrecidos en un domicilio.

Además, no hay posibilidades reales de crear sindicatos y de negociar con la plataforma como empleador. Esto dificulta enormemente que los trabajadores puedan organizarse, una cuestión que debe ser abordada a través de la legislación –los trabajadores asistenciales deben tener el derecho a negociar, y a llegar a conocerse en persona, porque un trabajador puede sentirse solo en la plataforma para la que trabaja, ya que no necesariamente entran en contacto con sus demás colegas–.

Esa fue una de las principales recomendaciones de mi informe: que las plataformas tengan la obligación de proporcionar un medio por el cual los trabajadores puedan conectar entre sí. Y también un procedimiento de resolución de conflictos, para que cuando surja un problema entre el cliente y el trabajador, no termine automáticamente en una mala calificación para este, porque ese mecanismo de mercado es bastante injusto para el trabajador.

En la actualidad, el número de clientes de la mayoría de las plataformas asistenciales es mucho mayor que el número de trabajadores, por lo que estos puede que estén en una posición más fuerte para elegir su trabajo que los conductores de Uber, por ejemplo. Pero el sistema de valoración del servicio es decisivo, porque resulta muy difícil para una persona ajena a ese domicilio juzgar si la valoración es justa o no.

Una de las plataformas estudiadas en su informe, la irlandesa Home Care Direct, cobra una comisión del 13% en cada transacción. ¿Por qué los clientes y los trabajadores asistenciales no se limitan a pasar por alto la plataforma una vez que han establecido contacto entre sí? ¿No supone eso una amenaza para el modelo de negocio de las plataformas?

Muchas plataformas incluyen en sus condiciones y reglamentos que los usuarios no pueden eludir la plataforma. Lo interesante es que el razonamiento que la plataforma utiliza es: “nosotros le ofrecemos protección y estaremos con ustedes si algo sale mal”. Pero, en la práctica, es cuestionable que las plataformas cumplan lo que dicen, porque no se ocupan activamente de los problemas de salud y seguridad ni de las cuestiones que atañen a los seguros. Creo que, de hecho, es posible [pasar por alto la plataforma], pero a pesar de ello el modelo funciona, porque si no estas plataformas no existirían.

La pandemia ha tenido obviamente un gran impacto en el sector asistencial. Muchos trabajadores de atención domiciliaria perdieron sus empleos casi de la noche a la mañana, debido al confinamiento domiciliario. ¿Qué consecuencias puede tener la pandemia para las plataformas asistenciales a corto y largo plazo?

La pandemia ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de estos trabajadores, porque se encuentran dentro de la casa de otras personas, sin apenas protección gubernamental. De hecho, los trabajadores asistenciales fueron excluidos en gran medida de las ayudas públicas. El impacto económico para ellos fue enorme. Pero, por otro lado, la pandemia ha dejado patente la importancia de los inmigrantes para realizar las labores de asistencia domiciliaria en Europa y ha demostrado que se trata de un mercado laboral europeizado. Mucha gente migró desde su país de origen para prestar servicios de atención domiciliaria y, por supuesto, muchos regresaron a su país cuando ellos o su familia lo pasaron mal durante la pandemia o perdieron su empleo. Así que la pandemia ha puesto por fin el foco sobre las condiciones laborales de estos trabajadores.

En cuanto a si la pandemia cambiará realmente las tendencias que estábamos viendo en el sector de la atención antes de la crisis, no estoy tan segura. Seguimos teniendo una enorme escasez de mano de obra asistencial en toda Europa y los familiares tienen cada vez menos tiempo para asumir ellos mismos sus responsabilidades de asistencia. Por eso creo que en el futuro veremos el sector asistencial ampliarse, ya que la demanda de estos servicios crecerá.

Su informe recomienda cambios legislativos a nivel nacional y de la UE. ¿Cómo deberían los Gobiernos abordar el auge de las plataformas asistenciales?

Una de las principales cuestiones pendientes es formalizar todo el sector y frenar la tendencia a la privatización. Porque, en mi opinión, la privatización suele venir impulsada por la presión de reducir los costes, así que creo que también es una cuestión de inversión pública.

El sector necesita ser regulado; es preciso desarrollar las habilidades y cualificaciones, para evitar la desprofesionalización de la atención. Creo que, a largo plazo, deberíamos reflexionar sobre la conveniencia de gestionar las plataformas públicamente y que la tecnología utilizada por estas plataformas sea controlada de forma privada.

Pienso que la clave está en unas buenas condiciones laborales y un salario justo, en la prestación de unos servicios de calidad, por gente capacitada. No se trata sólo de una cuestión de derechos de los trabajadores, sino de la dignidad de las personas mayores.

Versión editada de un artículo publicado por primera vez en Brave New Europe.


Ben Wray es un periodista independiente que dirige el proyecto Gig Economy de Brave New Europe . También produce un boletín llamado Source Direct sobre política escocesa, al que puede suscribirse aquí: https://sourcenews.scot/mailing-list/

Gorjeo: @ Ben_Wray1989

Artículo traducido del inglés por

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