Amelia Tiganus: «Son los chicos más jóvenes los que más demandan la prostitución»

"Amelia, historia de una lucha", de editorial Serendipia. Tras las luces rojas de neón y la diversión de algunos, o muchos, hombres, se esconde una realidad de esclavitud de mujeres bajo el látigo de un negocio de proxenetas
Amelia Tiganus es una activista feminista abolicionista, superviviente de la trata de mujeres. Nació y se creció en Rumania, donde fue violada en grupo de camino a la escuela, lo que cambió por completo su vida. No denunció por vergüenza y las violaciones continuaron, a los 13 años abandonó la escuela. Quería ser profesora o médica pero dejó los estudios. Con 17 años y medio fue vendida a un proxeneta español por 300 euros. Comenzó a ejercer la prostitución en Alicante y trabajó en más de 40 prostíbulos durante más de cinco años. En 2007 decidió dejar la prostitución y, desde entonces, vive en en el País Vasco. Su vida ha inspirado el cómic ‘La historia de una lucha’, un trabajo realista y a todo color que servirá para denunciar los abusos del sistema prostitucional y sus graves consecuencias en las mujeres.
por Daniel Seixo 17/03/21

¿Cómo surge “La historia de una lucha”?

“Historia de una lucha” surge de algo que no hubiese imaginado nunca. Mi manera de verme en el mundo y en esta lucha es bastante callejera, bastante de estar con la gente. Por todo esto, cuando me ofrecieron esta oportunidad hace dos años, en un primer momento dije que no. Dije que no porque no me veía como heroína de cómic, pensaba de alguna manera que no podía colocarme ahí. Pero con el tiempo me convencieron de que sería una herramienta útil para seguir para llegar a un público más joven al que de otra forma sería más complicado poder trasmitirle el mensaje de la lucha abolicionista. Finalmente le di prioridad a eso, la capacidad para llegar a más gente y decidí exponerme una vez más, pero en esta ocasión de una manera mucho más profunda dado el impacto que ha generado en mí volver a ponerlo todo en imágenes. Al final creo para mí también es un paso más en esta lucha personal y política.

Se ha hablado mucho en estos tiempos acerca de la educación sexual y los valores feministas de estas nuevas generaciones, ¿consideras que nos encontramos ante generaciones menos machistas tal y como muchos analistas y políticos se empeñan en señalar?

Al contrario de lo que se podría esperar, el machismo parece aumentar. El patriarcado y el capitalismo han ido impregnando su forma de ver las cosas entre la juventud. Pasa mucho en las personas adultas que damos por hecho que los jóvenes saben cosas que quizás no puedan saber por ellas mismas. Por ejemplo, hemos dejado la educación sexo-afectiva a un lado, una educación que pretendía ser feminista y que hemos dejado en manos de la industria de la explotación sexual que se encarga de que la reacción patriarcal y neoliberal sea más fuerte que nunca.

Tenemos un grave problema, tenemos que crear esa contracultura, pero lo tenemos muy complicado dado que la gente joven sufre un auténtico bombardeo de mensajes misóginos y reaccionarios.

Especialmente con la expansión de internet, con las redes sociales. Estamos en ese punto en el que nos enfrentamos de golpe con esta realidad. Cuando yo misma comencé a ser activista, me encontraba con que la sociedad no entendía que la prostitución tuviera repercusión o fuera un problema primordial en la lucha por la igualdad de mujeres y hombres, en el bienestar, en la justicia social, pero ahora sí lo entienden, lo entienden porque han visto el peligro en casa, porque han visto que sus jóvenes consumen ese tipo de pornografía a edades cada vez más tempranas, se educan en ella de manera sexista. Porque poco a poco, mediante las redes, entienden que eso es el sexo.

Uno de los capítulos del libro se centra en la pornografía, ¿qué papel juega este elemento en la explotación sexual?

Sin duda alguna es la mayor herramienta que tiene el patriarcado y el capitalismo para reforzarse. Es el marketing de la prostitución.

¿Cuál es el perfil del putero?

Rompiendo con el imaginario y con los estereotipos que pueden existir socialmente, no existe un perfil del putero. Cualquiera puede ser un putero. No importa su condición económica, su status social o su edad, lo único que tienen en común es que son hombres y que son machistas. Para anteponer sus deseos sexuales a los derechos humanos de las mujeres y convertirlas así en mercancía, sin duda un hombre tiene que ser profundamente machista. En la actualidad es cierto que incluso la policía alerta de que no solo demanda de prostitución va en aumento, sino que además son los chicos más jóvenes los que más demandan la prostitución.  Esto tiene sentido volviendo al tema anterior, volviendo a como la industria criminal genera una demanda para que este negocio siga rodando y siga beneficiando a unos pocos. En mi relato he discernido tres tipos de puteros en base a como se comportaban con nosotras:

    • El “putero majo”: había muchísima gente que me decía que no todos los puteros son malos, que hay algunos que también tratan bien a las prostitutas o van solamente a hablar. En mi artículo “La revuelta de las putas”, lo desarrollo un poquito más, hablo de como estos puteros son los que pueden llegar a hacernos más daño. No solo quieren acceder a nuestro cuerpo a cambio de un billete – porque es lo que hacen, en los cinco años que estuve atrapada en este sistema prostitucional, no he conocido a ningún putero que solo viniera a hablar – no solo quieren eso, sino que además también quieren encontrar la performance de la novia y la mujer cariñosa, esa que lo escucha con atención. Es decir, por un billete quieren encontrar aquello que no se puede comprar, ni vender. Pretenden comprar afecto. De esta forma nos obliga a estar presentes en todo momento, nos impiden disociarnos. Por desgracia la mayoría hemos sufrido la violencia sexual, pero cuando sufres una violación o varias cada día, la penetración como tal no tiene el mismo impacto debido a la disociación, que aunque es peligrosa para nosotras a largo plazo, supone un mecanismo de protección. Pero lo peor de este tipo de clientes es no poder disociarse y tener que sentir cuando te están penetrando, el manoseo, el babeo, los intentos de besos. Todo eso nos impacta mucho más en este caso, todo llegar a dejarte una huella mucho más difícil de tratar.
    • El “putero macho”: entienden que su masculinidad la define la cantidad de mujeres a las que penetran. Principalmente son los que vienen a poner en práctica aquello que aprenden en la pornografía. La pornografía es para ellos la teoría y la prostitución es donde ejercen las prácticas que han aprendido para extenderlas posteriormente a todas las mujeres. Ese es el gran problema, la prostitución sirve como puente de aquello que en un principio es considerado como fantasía. Algo que no es así, porque las mujeres que están siendo grabadas en las películas pornográficas sufren esos daños de verdad, no interpretan un papel. Lo que les sucede, les sucede de verdad. Pero estos “puteros machos” solo piensan en poder realizar esas prácticas y no les interesa en absoluto ni como estamos, ni como nos sentimos, ni nos preguntan absolutamente nada. La mujer es lo de menos en todo este proceso.
    • El “putero sádico”: es un grupo bastante visibilizado, ¿a dónde van los hombres sádicos que en condiciones ajenas a la prostitución serían directamente encarcelados? Pues acuden a la prostitución. Allí las prácticas que llevan a cabo son difíciles de narrar… Estamos hablando de prácticas de tortura, prácticas que nos dañan profundamente, que nos deshumanizan…

Me gustaría añadir a estos tres perfiles de puteros un perfil que desde mi punto de vista también debe añadirse al perfil de putero, estoy hablando de los hombres que dicen aquello de “yo no soy putero, yo solo voy a tomar una copa”. Una copa a un prostíbulo o a un piso, porque últimamente los pisos van en aumento. Desde mi punto de vista, estos hombres también son puteros. Aunque no llegan a consumir prostitución, quienes contribuyen a normalizar esos campos de concentración exclusivos para mujeres empobrecidas, quienes piensan que se pueden tomar una copa tranquilamente y divertirse con sus colegas mientras manosean, mientras regatean, mientras directamente hacen el gilipollas, también son puteros. Cuando pagas tres veces el precio de una copa es porque pagas por esa mercancía que está expuesta ahí, ese dinero va a los bolsillos del proxeneta. Es decir, forman parte, fomentan y sostienen este sistema prostitucional.

Este trabajo pretende dibujar el horror que sentías con los abusos, y las heridas emocionales que te causaron y que, ya como superviviente, siguen supurando dolor, ¿qué sientes cuando escuchas que una parte del feminismo se refiere a la prostitución como trabajo sexual?

Creo que hay una parte de desconocimiento. Hay que diferencia quien habla por desconocimiento y quien tiene pleno conocimiento de lo que está haciendo y tiene otras intenciones. Creo que para llegar a lo que representa la prostitución hace falta un proceso, tenemos que informar, tenemos que romper con muchísimos esquemas que tenemos muy metidos adentro. Generalmente confío en conversar con compañeras y sobre todo con poner en el centro la cuestión de la sexualidad y la cuestión de los puteros. Porque cuando ponemos en el centro la sexualidad masculina que entiende que su satisfacción sexual debe estar por encima de todo, las feministas que opinan que la prostitución es un trabajo, no tienen muchos argumentos para defender esa postura. Debemos alejarnos un poquito del tema de la libre elección, no solo en el movimiento feminista, sino en todos los proyectos sociales, pero especialmente en el caso del feminismo. Las mujeres siempre corremos el peligro de ser las que más pagamos el precio de todas las injusticias,

¿Existen secuelas físicas o emocionales tras ejercer la prostitución?

Se han hecho muchísimos estudios sobre este tema. Yo lo sufrí en primera persona, pero no se trata solo de mi palabra. Siempre digo que salí de la prostitución físicamente hace 14 años, pero psicológicamente sigo saliendo todos los días. Estoy descubriendo cosas que pensaba que ni existían, pero que tienen que ver con el daño que ha hecho la disociación en mí. Hasta hace poco pensaba que si no sentía nada, es que estaba bien… Pero no sentía nada porque estaba desconectada de mi capacidad emocional. Ahora empiezo a darme cuenta del daño.

Hay mujeres que sobreviven físicamente, porque también hay mujeres que no sobreviven, pero son irrecuperables desde el punto de vista psicológico. De esto también tenemos que hablar, porque los daños que sufrimos al ser convertidas en mercancía, también debido al consumo de cocaína y de alcohol, la violencia física, psicológica, socioeconómica, cultural, todas estas violencias que nos atraviesan, nos dejan en una situación de absoluta vulnerabilidad.

Cuando nos ponen a disposición de hombres por una simple transacción económica en la que nosotras somos una mera mercancía para el ocio y el disfrute y el negocio de algunos, las secuelas son inevitables. Podemos hablar también de las enfermedades de transmisión sexual que ellos nos contagian, porque socialmente siempre hemos sido consideradas a lo largo de la historia como portadoras de enfermedades, pero son los puteros los que nos traen esas enfermedades y luego las llevan a sus casas, porque la mayoría de los puteros son hombres que tienen un compromiso con una mujer, sea su pareja, su novia o su esposa.

También vivimos con miedo, la gente no puede conectar con esa sensación de vivir constantemente con miedo. Llegamos a obsesionarnos por miedo a contraer una enfermedad de transmisión sexual, miedo a la violencia que podamos sufrir entre esas cuatro paredes a solas con un putero, miedo a que te puedan asesinar… Es un suma y sigue, que es imposible que no nos deje huella. Me preocupa que haya una parte de la sociedad que entienda y comprenda los tocamientos que pueden producir unos daños terribles en las víctimas, pero que no sea capaz de entender el daño terrible que puede producir la prostitución. Una parte de la sociedad que además llega a afirmar que podría ser un trabajo. En ningún trabajo – y conocemos las condiciones de explotación laboral y de enajenación, la disociación, todos lo sabemos– pero en ningún trabajo quien te paga, te manosea, te babea, te penetra, te utiliza como si fueras un objeto. No es para nada comparable.

Te refieres a los prostíbulos como ‘campos de concentración’, ¿supone la tercería locativa  un paso imprescindible para lograr erradicar la prostitución? 

La tercería locativa es un paso muy importante en la lucha por abolir la prostitución, es algo en lo que el movimiento abolicionista español lleva pidiendo desde el 95. Pero esto ahora mismo no es suficiente, no habrá grandes presiones por parte del lobby proxeneta para que esto no sea así, porque en el momento histórico que vivimos a causa de la pandemia, todo se está moviendo a lo virtual. Por tanto esto es una medida muy importante, pero tiene que venir acompañada de otras muchas medidas que persigan todas las formas de proxenetismo, especialmente teniendo la mirada puesta sobre el proxenetismo virtual.

¿Considera que realmente resulta posible abolir la prostitución en España?

Sí, claro que es posible. Si no fuera posible no encontraría la fuerza para seguir haciendo lo que estoy haciendo y lo que estamos haciendo las abolicionistas. Nos dicen mucho eso de que es utopía, pero eso es lo que mueve a los movimientos de lucha por la justicia social, la utopía, el poder alcanzar ese mundo posible. En otros países se han llevado a cabo, Suecia hace más de veinte años empezó a poner en práctica medidas abolicionistas y podemos ver que ese trabajo tiene una repercusión. Hay que entender que abolir la prostitución no es erradicar la prostitución, no es sinónimo directo, es una consecuencia, pero una consecuencia a largo plazo. Nos encontramos siempre con esa pregunta de ¿y mientras tanto? Pues mientras tanto tenemos todas las demandas abolicionistas: que prohíban todas las formas de proxenetismo, que se creen políticas públicas de ayuda a las mujeres que están en situación de prostitución o que están a un paso de caer en la prostitución durante esta crisis que estamos sufriendo. Y no solo una ayuda económica, sino también formación, terapias, acceso a vivienda, acompañamiento psicosocial, asesoramiento jurídico, esto es lo que entendemos nosotras por derechos y esto se puede hacer ya y se debe hacer ya. Se puede empezar a multar a los puteros, porque entendemos que un billete no exime de responsabilidad a un agresor sexual. Debemos fomentar y poner en práctica esa educación sexual y afectiva en valores feministas.

Y tenemos un ejemplo claro también, porque la segunda república era abolicionista, no es algo que no se pueda poner en práctica, que no se pueda alcanzar, y sobre todo no podemos pensar eso, porque tenemos memoria y sabemos que otras mujeres, antes que nosotras han luchado y han conseguido cosas. Yo  creo que como feminista me veo en la obligación de cuidar ese legado y ser consciente de ello. Tengo la obligación ética y moral de luchar por un mundo mejor que el que yo he encontrado, para que ninguna mujer pase por lo que yo he pasado, para que ninguna niña sea violada, marginalizada, arrojada a la prostitución y convertida en mercancía para el disfrute de los hombres.

¿Confías en el actual Ministerio de Igualdad para avanzar en este objetivo?

Bueno, en más de una ocasión he afirmado que no confío en el estado y en sus instituciones, ni tampoco en los partidos políticos. En lo que confío es en el movimiento feminista y en lo que representa. En este momento somos la sociedad civil organizada y tenemos unas demandas claras, las estamos poniendo sobre la mesa, las estamos exigiendo, el papel que tienen los partidos políticos es defendernos como interlocutoras válidas y poner en práctica aquello que exigimos. Hasta hace unos meses creía que estábamos a un paso de conseguir esa ley abolicionista del sistema prostitucional, pero luego pasaron muchas cosas. Me preocupa que cuando hablemos de abolir la prostitución y de aplicar esta ley abolicionista desde el ministerio de Igualdad se diga que no hay un consenso, que hay un debate abierto en el feminismo. Pero sin embargo, cuando se refieren a la ley trans, dicen totalmente lo contrario y no tienen en cuenta lo que estamos diciendo, lo que estamos denunciando desde el movimiento feminista.

Cuando hablamos de la ley abolicionista del sistema prostitucional, hay que tener en cuenta que no depende exclusivamente del ministerio de Igualdad, hay otros ministerios que están profundamente tocados por este tema y que tienen también una responsabilidad muy grande. Está el ministerio de Interior, está el ministerio de Trabajo, el de Salud… Es decir, hay muchos ministerios que se pueden poner las pilas ya y hacer esto posible. No es solo una cosa que dependa exclusivamente del ministerio de Igualdad. Aunque sí que debe ser impulsada desde aquí. Pero al final, necesita del apoyo de estos otros ministerios.

En muchas ocasiones se acusa al abolicionismo de no reparar en las mujeres que ejercen la prostitución, ¿qué hay de cierto en esta afirmación?

Es una afirmación muy recurrente. Creo que cada parte escucha lo que le conviene. En realidad, creo que las mujeres abolicionistas, y algunos hombres también, escuchamos muy de cerca y acompañamos procesos de mujeres que nos cuentan en primera persona lo que están viviendo. Es absolutamente falso que las abolicionistas no estamos escuchando a las mujeres prostituida, quizás nos digan esto porque justamente escuchamos a aquellas que no tienen voz y que no tienen esa repercusión mediática de la que sueñen gozar aquellas que defienden que la prostitución en un trabajo. Curiosamente, en su relato las defensoras de regular la prostitución no nos están contando como han llegado ahí y que es lo que ocurre cuando estás entre cuatro paredes con un putero. Su discurso es un discurso hueco y vacío.

Nosotras, las abolicionistas, al relato de las mujeres prostituidas le añadimos el análisis que necesita cualquier realidad social. Ahora mismo me defino  como una experta, pero no por el hecho de haber pasado por la prostitución, eso no te convierte en una experta, como de la misma manera las mujeres que ha sufrido la violencia de género no se convierten en expertas en violencia de género. Es necesario escuchar las voces de gente especialista para poder situarnos.

Para terminar, ¿Qué les dirías a nuestras lectoras y lectores para que compren este comic, para que compren “La historia de una lucha”?

Les podría recomendar que compren el cómic o que exijan a sus bibliotecas municipales que lo tengan. Hay gente que quizás no dispone de medios, pero se puede hacer un llamamiento a que las bibliotecas municipales lo tengan para que se pueda prestar. Creo que es un trabajo que nos sirve para abrir los ojos y a la vez es un relato que no nos deja bloqueadas, ofrece esa esperanza para lograr salir de ese bloqueo que nos puede dar un acontecimiento o un testimonio muy duro. El cómic da un paso más allá de la línea de mi trabajo, especialmente va a servir para humanizar a todas las mujeres y las relaciones entre mujeres y hombres. No es un cómic solo para mujeres, precisamente es un cómic también para hombres, para jóvenes varones, porque es importante que se den cuenta de que esto no solo nos afecta y nos destruye a las mujeres, sino que destruye también su capacidad humana de empatizar y disfrutar de la relación con otra igual.


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