Bárcenas, el PP y el gobernar para robar

El Secretario General del PP, Javier Arenas, dialoga con Mariano Rajoy en presencia del tesorero Luis Bárcenas. El presidente les eligió en el congreso de Valencia para los máximos cargos en el Partido Popular.
por Rafael Simancas

La historia de la derecha española es una historia de corrupción sistémica y de constante abuso de poder. Lo era antes de la recuperación de la democracia y, por desgracia, lo ha seguido siendo durante los últimos cuarenta años.

La última declaración de Luis Bárcenas, quien fuera su gerente y tesorero durante décadas, solo añade un testimonio directo más a la larga ristra de denuncias, investigaciones policiales y sentencias judiciales que reflejan aquella realidad lamentable.

La actual dirección del PP, encabezada por Pablo Casado y Teodoro García Egea, pudieron elegir entre una estrategia de depuración y renovación o la tradicional maniobra de negar y distraer. En definitiva, Casado ha podido elegir entre limpiar y tapar, pero ha elegido tapar.

Porque asegurar que el caso Bárcenas es un caso “del pasado” responde a un intento lastimoso de escamotear la verdad y la responsabilidad debidas. Este PP es aquel PP, el PP de siempre.

Casado estaba en la dirección del PP señalada por Bárcenas como corrupta. Y Casado ganó su congreso gracias al apoyo de Cospedal, directamente implicada en los casos judicializados. Y Casado mantiene en sus escaños a Arenas y García Escudero, citados expresamente por Bárcenas como receptores de sobresueldos ilegales.

Inventar supuestas tramas ocultas, urdidas en alianzas inverosímiles entre la fiscalía y Bárcenas, con el propósito increíble de hundir al PP ya hundido en las elecciones catalanas, tan solo entierra más la credibilidad de Casado y su equipo.

Se trata de la misma teoría de la conspiración que llevó a Rajoy a asegurar que el caso Gürtel no era un “caso del PP” sino “un caso contra el PP”. Ese caso que condenó a su partido por corrupción en sentencia judicial y que le sacó de la Moncloa, mediante la primera moción de censura exitosa en la historia de nuestra democracia.

Las confesiones de Bárcenas son terribles y, quizás, lo más terrible es que prácticamente nadie ha dudado de su credibilidad. Los actuales dirigentes del PP, incluso, alegan en su defensa la distancia temporal, pero no niegan la veracidad de lo confesado por su ex tesorero.

En su breve declaración, Bárcenas confiesa que el PP se ha financiado de forma ilegal y opaca prácticamente desde su fundación inicial con Fraga Iribarne. Sostiene que esa conducta corrupta se mantuvo con los presidentes Aznar y Rajoy. Asegura que los dirigentes populares recibían regularmente sobres con dinero sucio, procedente de mordidas.

El tesorero del PP durante tanto tiempo relaciona las “donaciones” de empresarios con adjudicaciones de contratos públicos, es decir, con cohechos recogidos como delitos graves en el código penal. Confirma que las obras realizadas en su sede nacional de la madrileña calle Génova se pagaron ilegalmente, en b.

La declaración de Bárcenas implica el latrocinio sistemático, el saqueo de las arcas públicas, el fraude fiscal permanente, el dopaje electoral descarado…

Y a todas estas conductas lamentables deben añadirse las maniobras arteras en búsqueda de la impunidad. Cometen delitos y siguen delinquiendo para tapar sus delitos.

Porque tal es la justificación última de la llamada “operación Kitchen”: la utilización delictiva de medios policiales para encubrir los delitos de los propios dirigentes del PP, incluido el uso de fondos reservados, el soborno, seguimientos ilegales, escuchas sin autorización judicial, el robo y destrucción de pruebas…

Y hemos de concluir que esa es también la justificación para aquello que confesaba el ex director de la policía Ignacio Cosidó en los chats internos del PP: “controlando la Sala Segunda (del Tribunal Supremo) desde detrás”. Amén de las “inversiones” estratégicas en el accionariado de determinados medios de comunicación, especializados en distraer a la opinión pública con la conspiranoia en torno al terrible atentado del 11M.

No es la derecha del pasado. Es la derecha de siempre, con sus señas de identidad de siempre: corrupción sistémica y abuso de poder.

Casado estaba llamado a elegir: limpiar o tapar. Y parece que ha elegido lo segundo.


Rafael Simancas es Secretario general del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados.

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