Basurita bajo el texto

Color rosa, por Eduardo Ruiz Fernández
Ileana Ruiz

Una no sabe para quién escribe hasta que alguien se atreve a mirar a través de las persianas de letras y vuelve a ver la vida en color rosa. Aún teniendo la mejor disposición para escribir, no siempre las palabras indicadas acuden a la cita.

A veces, las metáforas concurren a los reiterados llamados realizados por los informes técnicos que se archivan a medio elaborar en el escritorio digital, lo cual no es tan grave como cuando es un dato estadístico el que se asoma al borde de un poema.

Ambas impertinencias pueden ser muy buenas o, al menos, útiles, solo que están en el lugar equivocado. En tiempos pasados serían víctimas del borrón o la  tachadura. Actualmente una suave sombra los recubre y en el breve compás de dos tiempos (cortar/pegar), la selección va a dar con sus cosquillas al fondo de la página.

Allí se van macerando ideas chucutas, imágenes que no lograron impresionar cabalmente a la retina, fórmulas inexactas, definiciones originales, símiles misiles, verbos interesantes pero no tanto, nombres vislumbrados en la duermevela, prefijos que se cayeron de sus alfileres, frases inmaduras, oraciones edulcoradas, párrafos descafeinados.

En fin, una sarta de elementos verbales que en su momento se atravesaron en la autopista de la línea y que obligaron a recurrir a una rápida maniobra para no atropellarlos y dejarlos sin vida en el pavimento humedecido por la tinta.

Hay veces que me canso de soñar luceros cuando sólo hay tinieblas; de las lagunas apestosas y estancadas de una audiencia en ejercicio de funciones que me aplaude sin haber escuchado ni una palabra de lo que dije; de la miel empalagosa de quienes quieren detener los pasos de la gente dándoles ofertas engañosas; de tener que esperar horas en medio de un murmullo blanco por un avión con retraso; de la basura plástica que la inconsciencia humana enreda en los brazos extendidos de los árboles; de la palabra que no compromete, de tener que confirmar los acuerdos previos; de enviar a la papelera de reciclaje el trabajo hecho con cariño. Me canso de la gente que se cansa y abandona las luchas colectivas.

A veces en la penumbra se esconde un abrazo monosílabo, como tú, como yo. Otras veces, lo que se haya es pura basurita bajo el texto como un cocuyo insomne, como esto que has leído hoy.

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