Confesión

La desolada imagen de un sueño perdido

atravesó fugazmente silencio y oscuridad,

buscando locamente el calor de su nido,

que una tarde triste se llenó de soledad.

Y yo, prisionera de aquel sueño,

caricatura de un alma, máscara de amor,

miraba indiferente que vagaba sin dueño,

esa inútil silueta entre el vacío y el rencor.

Nada le dije y el cadáver inerte,

lentamente, a mis pies se arrodilló.

¿Qué sentí mientras me miraba la muerte?,

¡qué importa!, tal vez, mi corazón rio.

Después, como quien odia la libertad,

acurruqué mi cabeza entre sus manos

y, en un loco impulso de sinceridad…

¿es tarde?”, “¿son tiempos lejanos?”.

Y no vi nada más, nada.

Me abracé a él, al frágil esqueleto,

mientras nos cubría la madrugada…

¿Luego qué? Perdona… ¡ese es mi secreto!


Mari Ángeles Solís 

@mangelessolis1 

Sea el primero en desahogarse, comentando

Deje una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*


Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.