De acuerdos, pactos y coaliciones

Quedan cuatro años por delante sin elecciones, posiblemente y salvo cataclismo universal. Ahora toca convulsionar las opiniones para hacer un gobierno. Ante ello la gente echa las cuentas de la vieja, pero eso no es así en política ya que funciona la aritmética variable, que viene a ser algo así como sumamos según nos parece por el tema que tenemos y según lo planteamos.

Los resultados electorales han sido inequívocos, quien ha ganado lo ha hecho sin paliativos, el resto ha perdido y por mucho. Los contrincantes han quedado a gran distancia y quien puede apoyar ha perdido apoyos por doquier restándole fuerza a la hora de presión.

En estas circunstancias se habla de pactos, acuerdos, coaliciones y se hace con intención de hacer sinónimas las tres opciones. Vamos a intentar aclarar las similitudes y diferencias de forma lingüística siguiendo los diccionarios de uso habitual, solamente eso y que luego cada palo que aguante su vela.

Acuerdos: Etimológicamente tiene dos orígenes latinos: accordare y cordis (acusativo de cor). Acuerdo es una resolución premeditada o convenio de una o varias personas e implica una decisión o madurez en la determinación de algo. Es decir, acuerdo es una decisión tomada en común por dos o más partes (personas, asamblea, junta o tribunal) y, por extensión, que se toma en el seno de una institución.

Pacto: Su etimología deviene del latín pactum. Significa acuerdo, alianza, trato o compromiso cuyas partes involucradas aceptan respetar aquello que estipulan. Pacto establece un compromiso y fija una fidelidad hacia los términos acordados o hacia una declaración, por lo tanto, obliga al cumplimiento de ciertas pautas. En otros términos, se refiere a un convenio o tratado solemne, estricto y condicional entre dos o más partes en el que se establece una obediencia a cumplir uno o varios contenidos establecidos en un contrato formal y en el que las partes se comprometen a ejecutar ciertas acciones y a recibir compensaciones de la otra parte por su cumplimiento.

Coalición: Etimológicamente procede del latín «coalitum» forma supina de «coalescere» que quiere decir reunirse, asociarse o  juntarse. Se define como unión transitoria de personas, grupos o países con un interés determinado. De otra forma, coalición representa una alianza, unión, liga, confederación o acuerdo entre varias partes, teniendo como objetivo el realizar una acción conjunta.

En el uso cotidiano podría parecer igual, pero tiene diferencias y sutilezas muy interesantes entre las tres posiciones, en algunos aspectos del significado convergen pero nunca es exactamente superponible. Es decir convergen o se solapan, pero no se sustituyen ya que tienen sus niveles diferenciales de complejidad y de estatus. Sutilezas, matices y determinación en los trayectos.

El acuerdo consiste en una tarea en común en la que coinciden las partes, sería el qué. El pacto implica una ejecución con compromiso y declaración de lealtad de las partes para cumplir el pacto, es decir corresponde al cómo. Coalición consiste en llevar a la práctica de forma conjunta el acuerdo o compromiso al que llegan las diferentes partes para cumplir un interés conjunto para ambos, también se inscribe en el cómo, pero en una faceta de mayor compromiso pues incluye un componente temporal.

Son matices y sutilezas las diferencias, pero en ninguna de las tres opciones se especifica la presencia física de las partes, se le pudiera suponer en el pacto pero, sensu strictum, no es obligatorio. Las tres opciones se basan en el principio de confianza para los contenidos y en el desarrollo de las acciones que comprometen a ambas partes, pero no se explicita ningún principio de correspondencia en la ejecución de esos contenidos, salvo el de respeto en los puntosa básicos que han motivada el acuerdo o pacto. La coalición implica la unión de fuerzas efectivas para llevar a cabo los términos del acuerdo o pacto.

Cuando era estudiante en la Universidad de Salamanca los días de feria se observaba a los ganaderos en la esquina de la Plaza mayor con la Calle Zamora, allí se vendía y se compraba el ganado, cuando los puntos de compra-venta se acercaban, estrechaban las manos y se cerraba el acuerdo, ese acuerdo era acerca del precio y del número de cabezas. El pacto de caballeros era que esas cabezas a ese precio incluían las que habían seleccionado en la visita previa y no eran otras. Las manos unidas y el respeto a la palabra dada era la forma de sellar el pacto. Como ven el pacto no precisa la presencia vigilante, el acuerdo verbal al que llegaban en aquella esquina era suficiente sin más firma ni nada más.

En estos días estamos viendo y escuchando cosas muy curiosas a determinados líderes políticos de este país, en torno a pactos y acuerdos. Se pelean por un poder que los ciudadanos hemos otorgado de forma clara y rotunda: hay un ganador de los cuatro comicios celebrados: el Partido Socialista Obrero Español. Hay otro partido que asciende en sus resultados, si bien de forma modesta: Ciudadanos. Un partido que sufre un gran descalabro, pero consigue mantenerse a flote de forma inconstante: el partido popular. Otro partido que pierde su categoría de alternativa para ser acompañante: Unidas Podemos. El último es un partido emergente que rasca a los partidos similares, asciende y luego no consigue mantenerse. Esos resultados configuran una sociedad con dos opciones básicas prácticamente igualadas: la opción de derechas y la opción de izquierdas. No ha existido sorpasso ni a la derecha ni a la izquierda, a pesar de lo que en ambos lados del espectro político se esperaba.

Con anterioridad uno de los partidos, C’s, se consideraba un partido bisagra, pero en esta ocasión ha basculado claramente hacia una posición de derechas, participando de similares insultos y descalificaciones hacia el PSOE y su Secretario General y Presidente del Gobierno, a pesar de haber ganado las cuatro elecciones.

Un mínimo análisis de contenidos y expresiones de los dirigentes de C’s, es prueba, más que suficiente, para comprender los rasgos de rabia e impotencia ante lo conseguido por el PSOE y sus líderes. El tono de voz impostado hacia la firmeza, haciendo fuerza con la dentadura apretada; el gesto muscular de hipertonía, con un gesto facial de ceño fruncido; la reiteración de los mensajes, casi con las mismas palabras, en todos los dirigentes; la clasificación excluyente de los escenarios posibles que ellos mismos han delineado y diseñado con la pretensión de resultar “determinantes” y darse un autobombo de tipo narcisistoide o simplemente masturbatorio, en el sentido de obtener autoplacer. Todo ello en su conjunto es expresión de una emoción perniciosa, poco gratificante y que, a medida que avanza el tiempo, se hace más insoportable para quienes lo observan. Esa emoción tan perniciosa se llama: envidia. Un sentimiento que se vino forjando desde la moción de censura y posterior ascenso del PSOE y el propio estancamiento de C’s, cuando su fantasía era que iban de ganadores, pues va a ser que no: solamente terceros, ni el sorpasso en el tramo de la derecha.

Voy a poner un ejemplo concreto y muy potente: la Comunidad de Madrid. El PSOE se presentó con el Candidato más preparado, de mayor altura intelectual, de más elevada estatura ética y de planteamiento, con un gran nivel de coherencia demostrada a lo largo de toda una legislatura como líder de la oposición, una persona respetuosa que ni insulta ni descalifica y que busca consensos y acuerdos. Este candidato ha ganado las elecciones en votos populares.

El candidato de C’s es un joven que ha querido perder el respeto a la persona que representa al PSOE, le ha realizado señalizaciones muy impertinentes, ha primado lo irrespetuoso e intolerable como hablar de no se sabe bien qué circunstancia en Navarra, ha intentado denigrar al candidato socialista. Este candidato de C’s no llega al candidato del PSOE ni al polvo del camino que levanta al andar por la calle de Alcalá. Este candidato de C’s ni tiene calidad ni calidez humanas para toser al candidato del PSOE, es un mindungui que rezuma envidia por doquier, ni siquiera rivalidad política, simplemente envidia y cada vez que intenta explicar porqué no apoya al ganador de las elecciones, se encienden todas las luces del trama envidia.

La alternativa que propone este envidioso sujeto es, ni más que menos, que la candidata del pp, alguien sin altura intelectual, sin formación, que evade contrastarse porque da vergüenza lo que dice, alguien sin capacidad de argumentar, es la forma y manera de descalificar y desprestigiar el ejercicio de la política y de la Presidencia de la Comunidad de Madrid.

La envidia del candidato de C’s es tal que prefiere hacer que en la Comunidad de Madrid pasemos de la codicia y la delincuencia de sus dirigentes a la ignorancia, con lo que nos lanza oprobio y nos llena de ignominia a toda la ciudadanía madrileña. No resulta de menor trascendencia la pretensión de la dirección al sugerir que los representantes del PSOE renuncien a los propios acuerdos del PSOE en sus CC.AA. y ayuntamientos y así les apoyará C’s. Tal despropósito solo se puede explicar y comprender por la envidia que se culmina, tal como expuso Melanie Klein, en querer la muerte (habitualmente simbólica) del objeto de la envidia, solo eso le calmará, lo que no sabe es que solamente esta aparente tranquilidad será por un periodo de tiempo muy limitado, luego retornará como un “aprês coup” con más potencia, como un búmeran, contra él y su vivencia no le permitirá disfrutar como él se imaginaba.

Estos cantos de sirena pretenden embaucar a los dirigentes del PSOE, mientras los militantes gritan “Con Rivera NO” porque captan esa maligna emoción, saben que la envidia es mala consejera y solo se busca enterrar el PSOE. En estas condiciones a C’s le es suficiente un acuerdo para superar este peor momento en que la envidia le corroe.

Mientras esto acontece, en el otro lado del espectro hay una opción que ha perdido parte importante de sus apoyos y quiere, a toda costa, tener una coalición. Sea primero un pacto, sellen el acuerdo y después, solo después ja parlarem.


José Luis Pedreira Massa, colaborador de La Mar de Onuba, es psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Profesor de Psicopatología, Grado de Criminología, UNED)
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