De debates incendiarios y retahílas vacías

El debate, los debates que algunos querían y todos anhelaban han acontecido. Por si no querías taza, pues dos tazas en dos días seguidos y a cinco días de las elecciones. Allí estaban los cuatro, no vayan a creer que jinetes del apocalipsis, sino cuatro supuestos líderes en busca de encumbramiento y gloria.

Tres encorbatados, uno a su aire, dos grupos de dos, supuestamente, atriles de púlpitos exentos pero funcionales, dos relamidos, uno normal y otro más a su manera, juegos de voces y miradas, manos revoloteantes, gestos de crispación en cuerpo y facies. Todo un espectáculo.

Si algo se puede decir en general es que no ganó nadie, todos tuvieron su minuto de gloria, que no de oro ya que bastó de simple latón, para cubrir el expediente.

Platón ya nos avisaba que cuando las personas valiosas se marginan de la política, entonces son los mediocres los que se encumbran, ¿qué se puede esperar de un o una mediocre? Fácil de contestar: crispar el debate, aportar falsedades, exagerar lo que dice, sobreactuar, solemnizar lo obvio… En definitiva reiterar argumentaciones carentes de enganche, pues dos de ellos parecían seguir las enseñanzas de Goebels y pasar a ser sus dilectos alumnos, a tenor de la repetición de falsedades y frases hechas que, de tanto repetir, consiguieron vaciar de contenido y aburrir al personal cuando querían transformarlas en verdad, como decía tan preciado profesor.

Los dos bloque funcionaron correctamente en el 75% de la duración de los dos debates, pero de forma brusca saltó por los aires cuando los dos representantes de la derecha se enzarzaron entre ellos con discusiones de patio de colegio ante la mirada atónita de los otros dos debatientes que, con muy buen tino, decidieron esperar para ver cómo eran depredadores de sí mismos. La ambición personal de los dos representantes de la derecha se dirigía al liderazgo definitivo de la opción de derechas, claro se pelearon con lapsus incluido de mister narajito cuando a mister master rapidito le dirigió una frase brutal: “¿Ha terminado de mentir? Ahora me toca a mí”, gran lapsus que expresa lo que estaba ocurriendo: dos sujetos peleando por el lugar de la mentira. Enarbolaron, entre ambos, el podio de las denominadas fake-news.

Si las mentiras dominaron a las derechas, la forma en que lo hicieron puso en evidencia su pobreza intelectual y dialéctica. Argumentaban con frases hechas, con argumentos de porteras de Arniches, bueno ellos mismos se transformaron en personajes arnichianos pero con más pobreza que los descritos por el autor de teatro costumbrista. Efectivamente ni mister-máster-rapidito ni mister naranjito aportaron una visión política ni clara ni alternativa, repetían mantras una y otra vez, pero sin argumentar políticamente ninguna de sus posiciones.

Los dos líderes peleados de la derecha han dado la razón a Sócrates, el filósofo griego pues con el nivel cultural que tienen ambos no se vayan a creer que es un futbolista brasileño, cuando afirmó que cuando en un debate no se tienen razones que contraponer se utiliza la calumnia por parte del perdedor. Así fue en estos debates: se pusieron como perdedores y actuaron de verduleros calumniadores, intentaron de forma reiterada el calumnia que algo queda.

Ninguno de los datos que aportaron eran fiables pues compararon datos de contextos temporales diferentes, compararon niveles distintos, las fuentes habían dado otras argumentaciones pe el Euroestad, o el FMI o The Economist. Es decir, se hartaron de falsear datos y transformaron el debate en un festival de dimes y diretes y no en argumentaciones políticas.

En ocasiones apareció el sentimiento de vergüenza ajena al ver en manos de quienes podríamos estar. Su actitud crispada quería enmascarar que no tienen políticas de igualdad, ni respetan los derechos de las mujeres, ni van a defender los servicios públicos pues su opción es financiar los servicios privados de la sanidad y la educación, evitaron responsabilizarse de sus acciones en la purga de profesionales en Andalucía, o que algunos luctuosos hechos acontecidos en Madrid es una comunidad que ellos han gestionado los últimos 4 años, sus penosas intervenciones superficiales y cortas acerca de la cultura (les venía grande debatir sobre cultura). Es lo que hay, cada vez que abrieron la boca salían excrementos en su contra.

Por si fuera poco: tono muscular tenso, actitud crispada, tono de voz elevado y un comportamiento inadecuado y mal educado e irrespetuoso con los debatientes y entre ellos mismos, una cosa es debatir y otra interrumpir contínuamante para que el otro pierda el hilo o para evitar que se le comprenda, actitud pueril y que reconoce, implícitamente, lo que argumenta el otro.

Los dos componentes de la izquierda se complementaron en ocasiones, se respetaron y, en no pocas situaciones, pareciera que estaban de testigos anonadados de lo que acontecía en el estrado.

El muchas veces interpelado y atacado respondía con datos de los últimos 10 meses que desmontaban las argumentaciones de sus oponentes. Esa actitud a la defensiva se le da muy bien, tenía datos objetivos y no entraba ni en descalificaciones ni en mentiras, señalaba y subrayaba de forma incisiva y decidida. Así conseguía desbordar a la pareja de la derecha y les provocaba que erraran, así emergía la rabia de los interlocutores y demostraba su tranquilidad y actitud apacible, en ocasiones hasta un poco paternalista.

Daba la sensación que tenía más argumentos que mostraba calidad, quizá era consciente porque si empleaba sus contenidos de otra forma el nivel cognitivo de sus oponentes no lograrían acceder a su comprensión. Efectivamente, había que darlo todo muy pasadito, en forma de un puré tamizado y que no tuviera grumos no se fueran a atragantar. Así lo hizo con la defensa de la igualdad y planteamiento de las mujeres, o con la defensa de la eutanasia, la defensa de la sanidad y educación públicas, de las decisiones en el campo económico y social y las acciones culturales y en la investigación.

El otro miembro de la izquierda sorprendió: actitud firme y decidida en contra de las derechas, pero en un tono profesoral, tranquilo y buscando complicidades con el otro interlocutor de la izquierda. Sabía lo que quería: recuperarse. Perfectamente conocedor del medio y que no iba a obtener la victoria general, era importante trasmitir que puede ser decisivo para establecer un gobierno de progreso y que será leal en ese empeño, a pesar de la firmeza (en ocasiones cierta rigidez) de sus planteamientos.

La moderación un poco desmadrada… Sin más. Cortaron la pelea de gallos de la derecha, evitando que se desguazasen o degollaran entre ellos y permitieron, quizá de forma interesada, las contínuas interrupciones maleducadas de míster naranjito en las que se pasaba unos cuantos pueblos.

Pasaron los debates y poco o nada aclararon: nivel plano, bajo, porque los argumentos de dos de los intervinientes eran del barro y el chapoteo, sin contenido político debatible. Ya se sabe: si discutes con un imbécil y te dejas arrastrar a su terreno allí te gana por experiencia.

Se puede decir que el difálico de la derecha demostró su potencia de ejercicio de poder, cercano al absolutismo, se ponían muy nerviosos cuando en alguna ocasión se les mentaba al tercero excluido de su cuerda. Difálico sin argumentos y muy simples argumentalmente, pesados e insistentes. Vacíos, sin más.

El Presidente del Gobierno salvó los muebles con dignidad y serenidad. Un gran encajador que intentó lo imposible: argumentar, pero sus interlocutores no estaban en esas. Se mantuvo en un nivel institucional y lanzó unos cuantos zarpazos certeros a tenor de la reacción provocada.

El podemita supo rehacer su posición se le vieron maneras profesorales y de ser una persona que domina el medio. Su actitud comedida hizo vislumbrar un posible aliado, aunque en ocasiones lanzaba la coleta al aire. Sus intervenciones tenían contenido, gustasen o no. Sin duda el que más se benefició de estos dos debates.

Debemos votar para botar a los inconfundibles autoritarismos de algunos. Ahora queda que vayamos a votar, cuantos más mejor y lo hagamos para avanzar y no para retroceder.


José Luis Pedreira Massa, colaborador habitual de La Mar de Onuba, es psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED)

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