De fiestas, festejos y pachangas

CC BY-SA 2.5
por José Luis Pedreira Massa

Ya está aquí de nuevo. Aunque no lo parezca ha transcurrido un año. Nuevamente encaramos un año más. A mi edad la vida es un soplo, es un soplo la vida que se respira sin darnos cuenta y cuando quieres darte cuenta… pues eso que tiene que apurar el vaso hasta el final y que no quede nada, ni una gota…

Pertenezco a ese grupo de personas que estas fiestas nos resultan densas e intensas. No me moviliza ningún interés especial, aunque con capacidad de adaptación aguanto hasta las cosas del cuñado y los sobrinos en las comidas.

Tórridas fiestas en torno a una mesa con viandas de todo tipo, sonrisas forzadas y alegría un tanto impostada. Así es hay que comer de todo y en cantidad, sea en comidas o cenas y beber acorde con la comida, siempre hay quien muestra sus dotes culinarios y la última receta de éxito del máster-chef familiar que despierta exclamaciones de admiración y loas por doquier. Las sonrisas son consecuencia de esa alegría que lo inunda todo, hay que ser felices, hay que estar contentos, hay que demostrarlo, hay que compartir, hay que… ¡Ya está bien de tanto hay que…!

En esta fecha hasta se intenta esconder, ocultar, disimular la inquina que producen ciertos reparos de tiempos pasados que aún no están superados y se guardan en el cajón del “cuando pasen las fiestas hablamos”.

También son fechas de estar, reencontrar y modular nuevas y viejas amistades con actos llenos de vivacidad y cariño. No digo que no. Pero en estos encuentros no hay imposturas y fluye el humor libre y con doble sentido, con ironías inteligentes, sin atadura alguna, donde el beso no es un besuqueo al aire para quedar bien, sino un piel con piel con una expresión de cariño y respeto mutuo.

Me gusta ir al encuentro del origen de las cosa y en esta ocasión he encontrado que estas fechas, que se corresponden con el solsticio de invierno, cuando el sol alcanza su cenit en el punto más bajo y los días inician una duración mayor en relación a la noche. Por ello comprendemos que las culturas agrícolas tuvieran mucha afinidad por el solsticio invernal, registrándose ancestrales festejos desde tiempos remotos para conmemorarlo.

En la antigua Grecia, el culto a Dionisos, origen en la fusión de la mitología helena y egipcia, era la divinidad del vino, la vegetación y la fecundidad. Pero también de la muerte, de los mundos subterráneos, ya que se creía que el mundo de los muertos se hallaba debajo de la tierra y controlaba la fertilidad. Se conoce que en el siglo IV anterior a nuestra era, en el calendario de Bitinia, el mes consagrado a Dionisos comenzaba el 24 de diciembre.

Dos de las festividades dedicadas a Dionisos se celebraban alrededor del solsticio invernal: las Dionisíacas de los campos y las Leneas, el sentido de estas fiestas tenía que ver con la fecundidad y la prosperidad. Como en muchas otras festividades el ciclo dionisíaco, fue asimilado por el cristianismo y la navidad se situó en el solsticio de invierno.

Cronos o Saturno, era una antigua divinidad rural, pues representó un dios agricultor y vinicultor. Los festejos romanos en honor a Saturno duraban aproximadamente una semana, celebrándose con ceremonias religiosas pero también con festejos y banquetes. Durante la fiesta, se olvidaban las diferencias sociales, los señores agasajaban a los esclavos y los ricos convidaban a los pobres ¿Les suena?

En el hemisferio norte los cultos solares se relacionan con las comunidades agrarias, por ello la divinidad principal tiende a asociarse al dios sol en casi todas estas culturas y, consecuentemente, la conmemoración de su advenimiento se corresponde con el solsticio invernal. De esta forma, los mitos solares, se centran en un dios que siendo joven muere cada año y resucita, describe el ciclo de la naturaleza y es posible identificar con el dios Sol a Horus, Mitra, Dionisos, Krishna y Jesucristo.

En el antiguo Egipto, durante el solsticio de invierno, la imagen de Horus, como niño recién nacido, era sacada del templo para ser adorada por las masas. Se lo representaba como a un niño recién nacido y con un disco solar en su cabeza. Entre los griegos también lo adoraron con el nombre de Harpócrates. En síntesis, Horus, hijo de una virgen Isis y nace en el solsticio invernal.

Los dioses solares son salvadores de los hombres, redentores, cargan con sus culpas, mueren injusta y violentamente, pero luego resucitan. Shiva, entre los hindúes, ingiere una bebida envenenada que había surgido del océano con el objeto de causar el fin del universo. Shiva se autoinmola para salvar al mundo, pero luego, vuelve a la vida.

Hasta el siglo IV de nuestra era, Cristo no fue oficialmente considerado una persona divina, lo que consigue en el Concilio de Nicea, aproximadamente entre los años 354 y 360 se estableció la noche del 24-25 de diciembre, en coincidencia con el día que los romanos festejaban el «Nacimiento del sofastuosidad litúrgica, el adorno de los templos y representaciones teatrales del nacimiento en Belén.

Escultura Horus recién nacido

Algo parecido tenemos en el caso de Santa Claus, quien probablemente fue un obispo turco que vivió en el siglo IV y su leyenda se extendió por toda la Europa medieval y habría llegado a New York en el siglo XVII a través de los inmigrantes holandeses como el Obispo San Nicolás.

Pero Santa Claus o Papa Noel, como figura clave de la navidad, tiene su origen en la creación de dos escritores neoyorquinos y su popularidad se debe a la publicidad que oportunamente hiciera Coca-Cola, siempre la publicidad comercial y esta mítica bebida de fórmula secreta. Un dibujante satírico, Thomas Nast, entre 1863 y 1886, creó progresivamente la imagen básica de Santa Claus a través de sus ilustraciones publicadas en la revista Harpers. Cuando ya era popular en USA, Santa Claus llegó a Gran Bretaña a mediados del siglo XIX y de allí a Francia, donde se fundió con el Bonhomme Noël. De allí que en algunas tradiciones se lo llame Papá Noél. La imagen actual de Santa Claus/Papá Noél surge de un famoso cartel publicitario de Coca-Cola, que en 1931 le encargó a Habdon Sundblom que modificara el personaje de Nast para hacerlo más atractivo y creíble.

Así que estas fiestas, tal como las disfrutamos hoy, vienen de la síntesis de cristianizar una celebración pagana de venerar al dios sol y, en segundo lugar, la propaganda publicitaria de una bebida inefable: la Coca-Cola. Ironía fina o sarcasmo puro, como prefieran.

A estos orígenes históricos se suma la actitud buenista solicitada desde ese acto de cristianar lo pagano, entonces llega el amor divino, la comprensión el querer hacer ver que no hay malos rollos y resplandece la paz y el amor por doquier. Emerge la “necesidad” de estar alegre, de buen humor, sonriente, disponible y blandito.

Es la época para ser caritativo, dar lo que te sobra, incluso invitar a alguien para compartir y para cantar con alegría y ternura los alegres villancicos.

El origen de los villancicos también tiene su interés, como indica su propio nombre, es la canción de villa y servía para registrar la vida cotidiana de los pueblos y como registro de los principales hechos de una comarca. Según algunos historiadores, este canto surgió hacia el siglo XIII, difundiéndose en España entre los siglos XV y XVI, y en Latinoamérica desde el siglo XVII. En sus inicios fue una forma poética española, canciones originalmente cantadas en grupo durante celebraciones como las fiestas de la cosecha y en Navidad. Posteriormente los villancicos fueron cantados en las iglesias y asociados específicamente con la Navidad. A lo largo de la historia, ha sufrido muchas transformaciones, hasta que en el siglo XIX su nombre quedó exclusivamente referido para denominar los cantos que aluden a la Navidad. El villancico no sólo se consolidó como género, sino que se convirtió en el arquetipo de la ‘canción de Navidad’. Su temática se concentra en el niño Jesús, la Virgen María, San José, los Reyes Magos, los pastores y la Estrella de Belén.

Mientras tanto este año ha vuelto a pasar y encaramos una nueva Navidad. En este año han seguido existiendo guerras y actos terroristas de mentes depravadas por una u otra dogmática idea, muchas de ellas de un claro origen religioso. Por favor no maten más por dios, ¡por dios no maten más!

En España la hemos tenido con juerga sin fin: dos elecciones generales, unas municipales, muchas autonomías y las europeas, todas ganadas por el PSOE, seguimos sin gobierno de forma incomprensible. Ha llegado la extrema-derecha-extrema, una mala, muy mala noticia, sin paliativos, que las ideas fascistas hayan obtenido representación parlamentaria.

El dictador ha sido exhumado y enterrado sin oropeles y ya… Por cierto los asesinados por el dictador y sus secuaces siguen en las cunetas y sus herederos arrancan placas con sus nombres, no hay cuerpos y quieren matar la memoria. Así la herida supura.

Catalunya no va bien, ha seguido enrareciendo el ambiente y la sentencia del Tribunal de la Unión Europea se ha vivido como injerencia y desprestigio, quizá uno más, de la mayoría de la justicia española. Sea cual fuere y como fuere, no deja de ser la expresión de la justicia y, por lo tanto, del Estado de Derecho. Ahora queda el ejercicio de responsabilidad de unos y otros y saber interpretarlo correctamente. Asumir quienes judicializaron la vida política, con lo que la justicia se politizó y así ni justicia ni política. Debe retornar lo político a la política y dejar en paz a la justicia. La responsabilidad, bueno mejor dicho, la irresponsabilidad del pp, de la derecha española es haber judicializado la opción catalana, esa (i)responsabilidad ha sido y es el origen de lo que actualmente acontece.

Cuando alguien hace una cosa no mal, sino lo siguiente de muy mal, entonces para que no se vea y no se perciba se hace ruido, mucho ruido, un ruido ensordecedor que impregna todo y a todos, es un como si… no hubieran hecho nada, efectivamente, no hicieron nada de provecho y nada responsable. Un buen amigo mío dice que la política principal del centro izquierda consiste en arreglar las desfeitas de la derecha. Así vamos. Hay que superar esta inercia por la inacción. Solo cambiando se hacen cosas diferentes, si no se cambia se repite y repetir es un síntoma semiológico.

La sanidad, mi sector, mal que bien ha intentado superar dificultades y deficiencias gestoras muy relevantes de épocas pretéritas y recientes. La labor ha sido ingente y muchas veces escasamente entendida. La sanidad es fundamental para un proyecto socialdemócrata, por ello un equipo gestor concienciado, consistente, decidido y con experiencia en la gestión sanitaria es absolutamente necesario. La sanidad representa la primera columna de los cimientos de la cohesión social y territorial, como tal es mucho más que los despojos que algunos piensan y que otros desconocen. En sanidad hemos tenidos históricamente a los peores gestores y políticos con uno u otro gobierno, pues además de sus deficiencias sumaban la ignorancia en temas sanitarios. Este equipo ministerial ha conseguido homogenizar los temas, asumir riesgos formulando estrategias, asumir el liderazgo de los programas fundamentales, de salir a dar la cara cuando era menester y siempre en el campo de sus competencias. Han puesto el listón muy alto por competencia, experiencia, trabajo y templanza. Que el año venidero os lo premie.

Mis amistades son un crack, estoy superorgulloso de ellos. Me han hecho pasar buenos momentos, buena compañía, ilusión. Me he sentido querido y apoyado y, creo, que he podido responder con cariño y apoyo.

Este año acepté el compromiso político efectivo de suplente, pero he estado ahí porque con los tiempos que corren no se puede solamente protestar. Debemos comprometernos con el trabajo para evitar que los mediocres sean los que gobiernan, tal y como nos avisó Platón.

Profesionalmente he continuado a tope… simplemente así.

Me voy a preparar para estas fiestas en las que no creo y, además, no me agradan. Hay que sobrevivir.

Por cierto muy feliz 2020, que consigamos superar nuestra desidia, nuestro escepticismo, nuestro pesimismo. Que disfruten de paz, amor y ternura. Les aseguro que son más que palabras, son deseos.


José Luis Pedreira Massa, "Don Galimatías" en La Mar de Onuba, es Vocal del Consejo Asesor de Sanidad y Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Psiquiatra y psicoterapeuta de infancia y adolescencia. Prof. de Psicopatología, Grado de Criminología (UNED).

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