Día Mundial de la Salud Mental, qué hacer cuando sentimos que no podemos más

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Domingo, 10 de octubre de 2021. No puedo más. No sé qué hacer. No consigo levantar cabeza. Son frases que pronunciamos y escuchamos con relativa frecuencia. Y sin embargo solemos restarle importancia. Una reacción opuesta a la que nos produce escuchar un “Me duele la garganta” o “No puedo girar la muñeca”, que nos invitan a visitar de inmediato al médico.

Mientras no dejan de bombardearnos con mensajes sobre la importancia de mantener una dieta adecuada y hacer ejercicio físico para tener un cuerpo sano (con toda la razón del mundo), a la salud mental le hacemos poco caso. Aunque nos despertemos en mitad de la noche con ataques de ansiedad, o apenas podamos ir a trabajar porque todo se nos hace cuesta arriba, hablar de ello y ponerle remedio aún es un tema tabú.

En España al menos una de cada diez personas ha sido diagnosticada con algún problema de salud mental. Un número que seguramente sea mayor teniendo en cuenta que la mayoría de las veces la gente no suele acudir al médico.

Día Mundial de la Salud Mental

Con el objetivo de concienciar de los problemas de salud mental y erradicar mitos y estigmas en torno a este tema, la Organización Mundial de la Salud conmemora cada 10 de octubre el Día Mundial de la Salud Mental.

¿Pero qué se considera enfermedad mental? Una definición podría ser aquellas alteraciones de tipo emocional, cognitivo y/o de comportamiento en las cuales se ven afectadas las emociones, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje o el lenguaje. Esto hace que a las personas que padecen enfermedades mentales les sea difícil adaptarse al entorno cultural y social en el que viven, con el sufrimiento que eso conlleva.

Se han catalogado diversas enfermedades mentales, como por ejemplo la esquizofrenia, los trastornos psicóticos o el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (por nombrar algunas), con origen y neurobiología totalmente diferentes. De todas ellas, la que más incidencia tiene en todo el mundo es sin duda la depresión.

A nivel global existen aproximadamente 350 millones de personas que padecen depresión, de las cuales un gran número son mujeres. Según los últimos estudios, el número de mujeres que sufren depresión es más del doble que el de hombres, aunque aún se ignora por qué esto es así.

¿Qué es la depresión y qué ocurre en un cerebro deprimido?
En rojo están marcadas las neuronas serotoninérgicas de la corteza prefrontal de ratón. (c) Roberto de la Torre Martínez. Author provided

Seguramente en más de una ocasión hemos pensado que estábamos deprimidos cuando hemos atravesado algún momento vital difícil. Pero la depresión es algo diferente a los cambios normales de estado de ánimo o a periodos cortos de tristeza desencadenados por acontecimientos puntuales.

La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por la presencia persistente de tristeza y una pérdida de interés en actividades que las personas normalmente disfrutan, acompañadas de una incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias. Todo ello durante un periodo prolongado de tiempo.

¿Pero por qué estamos o podemos llegar a estar deprimidos? Los mecanismos exactos son aún desconocidos. Lo que sí sabemos es que los niveles de serotonina parecen estar desregulados en los pacientes con depresión.

En una región del cerebro conocida como corteza prefrontal (situada entre la frente y la sien, más o menos) contamos con una población de neuronas que liberan serotonina. Esta molécula se produce por la acción de unas enzimas llamadas TPH que transforman el aminoácido triptófano (el aminoácido “de la felicidad”, según algunos anuncios comerciales) en serotonina.

Cuando los niveles de serotonina disminuyen, aumenta la probabilidad de episodios depresivos. Así lo muestran varios estudios en los que, mediante reducción directa de triptófano o bloqueando las enzimas que lo transforman, descendió el nivel de serotonina y aumentó la frecuencia con la que se producían nuevos episodios depresivos en pacientes que ya padecían depresión y estaban siendo medicados.

Estos no son los únicos indicios de que la serotonina es importante en los procesos depresivos. Los fármacos tradicionales como el Prozac basan su acción en impedir que la serotonina se reabsorba por las neuronas en el cerebro. Esto hace que los niveles de este neurotransmisor aumenten y los pacientes mejoren con el tratamiento.

Pese a que parece clara la implicación de la serotonina en los procesos depresivos, algunos pacientes no responden a los tratamientos. Eso hace sospechar la existencia de otros mecanismos que puedan generar depresión. Además, tampoco se tiene muy claro por qué se ven alterados los niveles de este neurotransmisor.

Qué herramientas tenemos y cuáles vienen de camino

Aunque la depresión es una enfermedad cada vez más presente en la sociedad, hay buenas noticias. Incluso los casos más severos de depresión pueden ser tratados. Dado el origen cíclico de las depresiones, un tratamiento temprano puede ayudar a que no haya episodios recurrentes.

Hoy en día existen diferentes tratamientos farmacológicos como son el Prozac, Celexa y Paxil que funcionan inhibiendo selectivamente la reabsorción de serotonina. Generalmente dan buenos resultados, aunque a veces tiene efectos secundarios no deseados, dejan de funcionar o, simplemente, no funcionan desde el principio.

Como alternativa, se ha retomado la investigación de psicodélicos clásicos como la psilocibina, la mescalina o el LSD para el tratamiento de depresiones. Ya antes de los 70 se sugirió que estas sustancias químicas podrían tener utilidad para tratar depresiones o ansiedad profunda.

En un estudio reciente en humanos se vio que los pacientes tratados con psilocibina tuvieron unos beneficios hasta cuatro veces mayores que los antidepresivos tradicionales. Además, más de la mitad de los casos fueron considerados en remisión, dejando de estar clasificados como depresivos.

Estos progresos han hecho que la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) iniciase en 2019 ensayos clínicos para testar los efectos de la psilocibina en los tratamientos contra la depresión, ya que los mecanismos terapéuticos son diferentes de los utilizados por los fármacos clásicos.

Otra alternativa recién publicada es la estimulación cerebral profunda, mediante la cual se han bloqueado patrones de actividad característicos de depresión en una paciente obteniéndose resultados muy prometedores.

Prevenir, aún mejor que curar

Tanto los fármacos clásicos como los experimentales tienen como objetivo el tratamiento y no la prevención de la depresión. Para su prevención, tanto la terapia cognitiva conductual como la meditación han demostrado ser de gran ayuda para mantener una buena salud mental.

Mediante la ayuda de psicólogos profesionales, estas terapias ayudan a tomar conciencia de pensamientos irracionales o negativos, a visualizar situaciones de estrés con mayor claridad y responder a ellas de forma más efectiva.

Así que, queridos lectores, seamos conscientes del impacto de las enfermedades mentales en nuestra salud y en la de nuestros seres queridos. Y actuemos tanto para prevenirlas (si somos afortunados) como para tratarlas (si las padecemos).

Dejemos de estigmatizar el ir al psicólogo o al psiquiatra. Porque del mismo modo que consideramos normal acudir al médico cuando nos duele una pierna, también es normal e imprescindible acudir a especialistas ante un problema de salud mental.

Juan Pérez Fernández es Investigador Ramón y Cajal, CINBIO de la Universidade de Vigo, y Roberto de la Torre Martínez, Departamento de Neurociencias, Karolinska Institutet.

<strong>La salud mental, ¿una nueva moda en redes?</strong>
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por Juan J. Martí Noguera

 

Mediática es la palabra que mejor define la situación que atraviesa la salud mental. Prueba de ello es que influyentes con miles de seguidores, como Ibai Llanos, comentan en redes que van a terapia. Y tenemos aún reciente el caso de la atleta olímpica Simone Biles renunciando a competir en algunas pruebas por problemas de salud psicológica.

Tras los confinamientos provocados por la pandemia, la demanda de atención en salud mental se ha disparado. Más gente declara necesitar ir a terapia. Y cuanto más horas pasamos conectados, más búsquedas en Google sobre cómo sentirnos bien.

Aprovechando la alta demanda, se ha incrementado la inversión en tecnologías que ofrecen atención y herramientas de bienestar para el smartphone. Una vuelta por play store o app store muestra cientos de aplicaciones para evaluar nuestro bienestar (wellbeing). Meditación, mindfulness, darnos consejos de actividad física, dieta… Eso sí, sin control.

¿Está de moda hablar de salud mental?

Hablar de salud mental está de moda. Sin embargo continúa rodeada de cierta estigmatización: aún no hemos aprendido a hablar abiertamente y procurarnos apoyo.

Las estadísticas prepandemia señalaban que 1 de cada 3 personas a lo largo de su vida se ve afectada por ansiedad y/o depresión. Eso implica que lo más normal es que, si no no hemos visto directamente afectados, conozcamos a personas que sufran alguno de estos problemas.

¿Sabemos identificar estrés, ansiedad o depresión?

Aprendemos a distinguir resfriados de gripes o alergias. Pero no nos preparamos como sociedad para comprender y gestionar nuestra salud mental. Y el desconocimiento, por lo general, nos empuja a alejarnos de lo que no entendemos.

Cuando nos sentimos mal y lo expresamos, algunas personas nos escuchan, sí. Pero otras muchas nos evitan.

Esta situación agrava la evolución y el pronóstico de las enfermedades psicológicas, que suelen requerir acompañamiento. De hecho, su sintomatología puede agravarse si no reciben una atención continua. Ni siquiera un “ya me encuentro bien” evita las recaídas.

Para colmo, nos faltan datos. A estas alturas no sabemos cuánta gente puede estar mal psicológicamente. Ni cuánta gente necesitaría apoyo, expresar y recibir una evaluación.

Poder tener acceso a un tratamiento a tiempo, como en toda enfermedad, es fundamental en salud mental. Pero faltan medios, tanto para diagnosticar como para tratar.

La gran cuestión que hay que poner sobre la mesa es si hay suficientes profesionales para atender a todo el mundo. Un adelanto: la respuesta es un rotundo no. Se constata que el número de profesionales en áreas de salud mental, aún aumentando notablemente, seguiría siendo insuficiente a nivel global para dar la asistencia necesaria (https://documents1.worldbank.org/curated/en/247661557123963849/pdf/Harnessing-Technology-to-Address-the-Global-Mental-Health-Crisis.pdf).

Tanto en el sector público como en el privado, el sistema no está pensado para dar soporte a problemáticas de largo recorrido. Y tradicionalmente la terapia ha ido en segundo lugar tras la medicación. Aunque no todo el mundo necesita terapia, también es indiscutible que no todo el mundo que la necesita puede tener acceso.

¿Cómo está cambiando el sistema de salud ante la necesidad de atención en salud mental?

Países como Reino Unido incorporan desde hace poco servicios de atención online (https://www.nice.org.uk/media/default/about/what-we-do/into-practice/measuring-uptake/niceimpact-mental-health.pdf) que permiten una primera atención mediante programas desarrollados con investigación. Así se garantiza que una persona, al presentar la necesidad, no depende de meses en lista de espera hasta ser atendidas. Es más, si el sistema al evaluarte detecta que requieres con urgencia atención profesional, agenda inmediatamente una cita.

A modo de novedades recientes, Alemania y Bélgica ya disponen de legislación en salud digital que permite a profesionales sanitarios recetar aplicaciones que contribuyan a los tratamientos (https://www.cibersalud.es/category/legislacion/).

Del mismo modo, nuevas empresas tecnológicas desarrollan soluciones, principalmente para ser utilizadas desde smartphones, con el objetivo de prestar un servicio 100% digital o híbrido con acceso a profesionales (https://www.mobihealthnews.com/news/mckinsey-report-predicts-digital-tools-could-be-answer-employee-mental-health-crisis).

Esto plantea algunas preguntas interesantes. Por ejemplo, ¿son de fiar estos sistemas? ¿Puede ser la clásica consulta profesional–paciente suplida por robots?

Otro aspecto a tener muy en cuenta es que el modelo de comunicación online ha crecido más deprisa que la formalización. Si expreso mis problemas en redes, puedo recibir consejos y recomendaciones de personas con buenas intenciones, pero no profesionales. O puedo recibir insultos, comentarios desfavorables y opiniones contraproducentes.

Actualmente, si bien cada vez más encontramos profesionales que se ofrecen en internet, hay un gran vacío formativo en cuanto a aprender a trabajar online y formalizar la atención. Lo segundo compromete el manejo de información confidencial, así como el responder ante una crisis, entre otros factores.

Integrar la tecnología en la práctica clínica

Del mismo modo, poder integrar tecnologías digitales con base en evidencia científica permite aumentar cobertura. Más que en cualquier otro momento de la historia de la humanidad, estamos conectados compartiendo información. Y los sistemas inteligentes aprenden de nuestro comportamiento e interacciones.

Podemos decir que un robot no va a suplir a profesionales de la psicología, pero en nuestro smartphone hay más información de la que se obtendría en una ristra de consultas semanales. Si nuestro psicólogo tuviera acceso a nuestro teléfono ¿se imagina todo lo que podría conocer de nosotros?

La realidad es que cada vez más gente hace uso de internet (redes sociales mayormente) para expresar la necesidad o idoneidad de ir a terapia. Sin ir más lejos, no hace mucho que Facebook puso en marcha (https://www.facebook.com/safety/wellbeing/suicideprevention) un sistema para detectar riesgo suicida, siguiendo ejemplos similares empresas como Google. Esto refleja cómo, de momento, está evolucionando más rápidamente la tecnología que el número de profesionales que saben cómo incorporarla en su práctica clínica.

Esta situación, no obstante, empieza a revertir y están empezando a publicarse más recursos para prepararnos.

Hora de frenar la pandemia en salud mental

Parece que al fin la salud mental va camino de convertirse en una prioridad. Transformarse en mediática nos indica que no es un tema del cual avergonzarse.

Ahora bien, teniendo cada vez más herramientas para hacer frente a esta problemática, resultan claves dos aspectos. En primer lugar, formar a la sociedad para identificar que es la salud psicológica y saber pedir apoyo profesional. En segundo lugar, capacitar a los profesionales para que el uso de las tecnologías sea guiado por personas con las adecuadas competencias.

De esta manera, tal vez, así como otras enfermedades durante el S. XX han podido ser controladas, logrando que sus efectos resulten menos devastadores, podremos hacer frente en el S.XXI a un problema multicausal que requiere, sobre todo, de la comprensión humana.The Conversation

Juan José Martí Noguera, Salud Digital, Universidad Internacional de Valencia.

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