El barbarismo de esos jinetes sin complejos

por Kechu Aramburu


Los tres varones que compiten por pivotar la programada ola autoritaria, y que han decidido desencadenarla para devorar la convivencia, no lideran ninguna resultante de una derecha mutante.

Decía Albert Camus que “toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura el fascismo”, esa es la foto sepia de la trilateral de las derechas ultras de este país, imágenes de banderas agitando las entrañas de quienes pretenden reconstruir el fascismo sobre la base de la Almudena, Alsasua, la base de Rota, la persecución inquisitorial al humor, la arbitrarias prisiones preventivas, la petición de pena de 25 años para personajes como Junqueras, la ofensiva impúdica  a la agenda social, ejemplificado en los disparos contra la tímida subida del SMI, la normalización descarada de la corrupción, la obscena dependencia de sectores del poder judicial de la banca y afines, el no desmantelamiento de las cloacas, la ausencia de juicios a los responsables de los crímenes franquistas, el racismo contra la emigración patera (Vox, tiene el cierre de fronteras en su programa político), el machismo medular de su discurso, su fobias a los discapacitados, plebeyos, y demás perfiles no arios.

Imágenes de banderas agitando las entrañas de quienes pretenden reconstruir el fascismo sobre la base de la Almudena, Alsasua, la base de Rota, la persecución inquisitorial al humor, la arbitrarias prisiones preventivas…
Los tres varones que compiten por pivotar la programada ola autoritaria, y que han decidido desencadenarla para devorar la convivencia, no lideran ninguna resultante de una derecha mutante, sencillamente explotan el franquismo sociológico y pre-político no tocado en este país, y hoy alimentado por la cultura de las identidades excluyentes, por símbolos e instituciones de dudoso compromiso con demasiados eslabones del Estado de Derecho, acompasado del plagio a sus homólogos Salvini, Trump, o Bolsonaro. El revanchismo de estos personajes voceros del punitivismo contra lo diferente, y  financiados por las elites de esta España en alquiler, se articula entre otras razones por algo que decía Bertolt Brecht “las crisis se producen cuando lo viejo no acaba de morir, y lo nuevo no acaba de crecer”.

Las generaciones que los hemos conocido sin pasamontaña, no tenemos miedo, sino pánico a volver a encontrar el peor rostro del conservadurismo más totalitario y negacionista de los derechos humanos
La historia de España nos enseñó, a golpe de cunetas, que el neo-fascismo, que quiere usurpar hoy los cimientos de la democracia, ha sido y es martillo de herejes de la justicia social, la libertad y la redistribución de los panes. Por eso, las generaciones que los hemos conocido sin pasamontaña, no tenemos miedo como decía Rossana Rossanda, sino pánico a desandar el camino, y volver a encontrar el peor rostro del conservadurismo más totalitario, y negacionista de los derechos humanos, cuyas señas de identidad se nutren de austericidio, desigualdades sociales, desarrollismo depredador, privatizaciones, sexismo, homofobia, racismo y garrote.

La aparente irrupción de las ultras derechas en España, amasada a fuego lento durante años, amplificadas por los grandes medios de comunicación, no solo es una anomalía democrática, es un temerario riesgo que donde se instalen, se transformen en dictaduras edulcoradas, que asfixien a los sectores más vulnerables. En un momento de caótica globalización, donde la tendencia dominante en el panorama internacional, se caracteriza por el avance en el control de la agenda política por la extrema derecha, cuando no en su conquista de gobiernos, adoptando distintas caras en función de los contextos nacionales.

Frente a lo que puede dejar de ser solo una amenaza, es necesario pasar de acariciar tímidamente, a abrazar definitivamente el desafío del nuevo ciclo del feminismo, como uno de los movimientos más transformadores, amén de identificadores de los que hacen performance con la igualdad, y que está no solo resistiendo sino generando flujos políticos y sociales que empiezan arañar la lógica patriarcal, que viene envolviendo las desigualdades, bajo el epígrafe “como toda la vida” del que se cuelgan las derechas multicolores, en una forma ópticamente amable de dominación. El fascismo tuvo pasado, pero no puede tener presente ni futuro, por eso y para eso, el feminismo sin complejos, debe formar parte del diseño de estas tierras.


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