El coronavirus impulsa la digitalización tecnológica en el mundo

por Francisco Villanueva Navas

 

 

El volumen del comercio global de bienes cayó 12,1% en abril, comparado con la disminución de 2,4% en marzo (es una caída de 16,2% anual), y la mayor reducción desde 2009. En EE.UU., se hundió 16,8% intraanual; y en Asia, incluyendo a China e India, cayó 6%, mientras que la Zona Euro fue la región más golpeada, debido a que disminuyó 20,1% intraanual. La razón de esto es que en la Eurozona, 19 países integrantes de la Unión Europea con moneda común de los 27, más de 60% del comercio internacional es intrarregional.

Esta disminución generalizada fue obra de la contracción de la economía global provocada por la pandemia del coronavirus, a lo que se sumó la profunda disrupción de la producción y la logística de la República Popular, la primera potencia exportadora del mundo (2,4 billones de dólares en 2019), donde estalló la pandemia el 27 de diciembre de 2019, y provocó una caída de 6.8% del PIB en el primer trimestre del año, para comenzar un proceso de recuperación a partir de abril que la llevaría a crecer 5% en el segundo trimestre.

La Organización Mundial de Comercio (OMC) estima que el intercambio global ha disminuido 18,5% anual en el trimestre trimestre de 2020; y que la caída alcanzaría a 12,2% en el transcurso del año. Más de 80% del comercio internacional se realiza dentro y como parte de las cadenas transnacionales de producción; y una proporción semejante o superior de ese intercambio corresponde a la actividad manufacturera.

Por eso, la producción industrial global cayó 12,1% anual en abril; y la inversión extranjera directa (IED), que es la actividad principal de las compañías transnacionales, se hundió más de 30% en este periodo.

El dato central ahora es que la recuperación de la economía mundial, y por lo tanto del comercio internacional, estaría prácticamente asegurada por la existencia de una formidable “demanda dormida” (o postergada) ante todo en EE.UU., la primera economía del mundo (25% del PIB global).

Las ventas de automóviles aumentaron en EE.UU. más de 70% en mayo, cuando se abrió la economía en 37 de los 50 estados; y lo mismo ocurrió, aunque en porcentajes inferiores, en Europa, sobre todo en Alemania, Francia, Italia y España (las grandes de la UE).

El cálculo de Morgan Stanley es que la inyección de liquidez de los bancos centrales de EE.UU. y Europa ha sido esta vez cuatro veces superior a la de 2008/2009 (28% vs.7% del PIB); y que el déficit fiscal de los países avanzados llegaría a 17% del producto en 2020, el más elevado desde la década de los años 30 del pasado siglo, con el agregado de que los mayores beneficiarios son ahora las compañías no financieras y las familias, no los bancos, como ocurrió en 2009.

En esta ocasión, la situación post-pandemia se caracteriza por haber desatado una oleada de digitalización, una nueva y auténtica revolución tecnológica, a través de la extraordinaria generalización del teletrabajo (trabajo a distancia) y el comercio por Internet (e-commerce), que se han expandido 30%/40%, con un salto de productividad de 15%/20% en 2020, que ha tornado la producción mundial en un fenómeno enormemente más productivo.

La crisis ha actuado como un catalizador de las tendencias preexistentes en materia de digitalización; y ha permitido que en 2 meses se diera un salto de productividad equivalente a 4/6 años. Lo que ha sucedido es que las tendencias han dado paso al cambio paradigmático.

Esas tendencias de fondo preexistentes son las siguientes: en primer lugar, el intercambio global es cada vez menos comercio intensivo de bienes físicos, y cada vez más intercambio digital (instantáneo) de servicios, que crecen 60%/70% más rápido que el de bienes; y crean valor en un porcentaje superior (70%/80%).

En segundo lugar, la principal inversión de las cadenas transnacionales de producción se realiza ahora en “capital intangible” (marcas, patentes, “capital humano”), no en capital fijo o hundido, en plantas o en infraestructura logística, lo que significa que se intensifica exponencialmente en conocimiento, y es cada vez más liviano en material. En el fondo se trata de pulsos digitales.

De ahí que la estructura básica del comercio internacional en el siglo XXI esté constituida por 7 gigantescas plataformas digitales de alcance global (5 norteamericanas y 2 chinas, encabezadas por Amazon/AWS y Alibaba, respectivamente) que tramitan su producción, que abarca ya a más de 5.000 millones de usuarios, a través de la superplataforma computacional, que es “la nube” o “cloud computing”. Como ejemplo les pongo el valor de una acción de Amazon que compré el 30 de marzo a 1400 dólares y que hoy cotiza a 3100.

El vínculo entre las 7 grandes plataformas digitales y la “cloud computing” es la Cuarta Revolución Industrial, que no es una tecnología determinada, sino el procesamiento de gigantescas masas de información (Big Data), mediante la 5-G y la Inteligencia artificial, en un formidable ejercicio de transformación de lo informe en productivo, que inaugura una nueva época en el desarrollo capitalista.

Todo esto es gracias al coronavirus y a la recesión global que transformó el cierre forzoso de las economías del mundo, en un auténtico salto cualitativo del proceso de integración mundial, que es la globalización absolutamente digitalizada del siglo XXI.


Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba es economista y periodista financiero.

@FranciscoVill87

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