El mundo cada vez consume más energía

por Francisco Villanueva

Es absolutamente cierto, nuestro planeta requiere cada día más energía para producir bienes, para transportes, para climatización y para un sin fin de actividades de un planeta que necesita un consumo y generación de energía cada día más racional.

La demanda energética mundial creció 2.9% en 2018 tras haber aumentado 2.5% en 2017, el doble de la tasa de expansión del año anterior. Y más de 75% de esa demanda fue cubierta por combustibles fósiles, lo que provocó a su vez un alza de la emisión de dióxido de carbono (CO2) de 1.4%, que representa 460 millones de toneladas, equivalentes a 170 millones de automotores adicionales funcionando, según la agencia internacional de la energía. Es exactamente lo contrario de lo que reclama el Acuerdo de París de Cambio Climático de 2016, que exige limitar el aumento de la temperatura global a no más de 2 grados centígrados por año a contar de la etapa previa a la primera y segunda revolución industrial.

Además se observa que paradójicamente, EE.UU. es el único país avanzado en que la emisión de dióxido de carbono ha disminuido en los últimos 10 años (-0.5% en 2018), que equivalen a un descuento de 4.810 millones de toneladas de CO2; y esto ha ocurrido por tercer año consecutivo. EE.UU. se retiró del Acuerdo de París en 2017 por una decisión del presidente Donald Trump que fue ampliamente repudiada por la opinión pública internacional.

Es paradójico también que haya un crecimiento récord de la energía renovable en EE.UU. a partir de 2017, que ya cubre 17% de la demanda estadounidense, el mayor nivel mundial. Entre EE.UU. y China responden por más de 50% del auge de la energía renovable en 2018.

China también cubriría 17% de su demanda doméstica con energía renovable en 2019, al tiempo que ha ocupado el lugar vacante dejado por EE.UU. como mayor emisor de CO2 mundial que ocupaba hace 10 años. La República Popular ha tomado ahora el primer lugar, con más de 150 millones de toneladas de CO2 emitidas el año pasado.

La secuencia de la emisión de dióxido de carbono (CO2) en el mundo es la siguiente: China es hoy la mayor emisora de CO2, seguida por el “Resto del Mundo” (130 millones de toneladas); y luego por la Unión Europea (50 millones de toneladas); y por último EE.UU que muestra una caída de -0.5% en 2018 por tercer año consecutivo.

El caso de China es altamente significativo, porque acompaña su condición de primer emisor global de CO2 con una nítida tendencia descendente (-15% en 2018); y esto se debe a dos factores estructurales: hay un proceso intensivo de sustitución del carbón, que cubre más de 60% de la demanda china, por gas natural, básicamente importado bajo la forma de gas líquido, sobre todo de EE.UU. La República Popular responde por más de 30% del alza global de consumo de gas natural; y en segundo lugar es el vuelco masivo de China a la economía digital (40% del PIB en 2020), donde tramita la nueva revolución industrial, que requiere cualitativamente menos energía y fuerza de trabajo.

La consecuencia del alza global de energía es que la emisión de dióxido de carbono crece de forma más que proporcional; y esto, a su vez, eleva inexorablemente el calentamiento de la atmósfera y desata un periodo histórico en que los episodios climáticos extremos se multiplican. Es un círculo vicioso, ominoso y perfecto.

EE.UU. y la República Popular China, las dos superpotencias de la época, canalizan más de 70% de la nueva revolución industrial, que es el proceso de informatización forzada de la manufactura y los servicios, de la transformación de todo lo binario en digital; y que, por su propia condición de fenómeno altamente disruptivo fundado en el conocimiento, consume estructuralmente menos energía, materias primas y fuerza de trabajo, al punto de eliminar al capital y el trabajo como fuentes principales de la acumulación.

Al mismo tiempo, EE.UU. y China son responsables de más de 70% del alza de la demanda energética mundial: la norteamericana aumentó +3.7% en 2018, el mayor incremento en 30 años; y la demanda de gas trepó en EE.UU. más de 10% el año pasado, un nivel nunca alcanzado desde que se llevan registros (1974).

La demanda china mostró algo semejante: trepó +3.5% anual en 2018 (1/3 del total mundial); y creció el consumo de todos los combustibles, renovables y no renovables, incluyendo el carbón (+8.5% anual).

La secuencia energética chinoestadounidense es nítida: más expansión económica es igual a más demanda energética que es igual a más emisión de CO2. El resultado es un círculo vicioso, efectivo y letal, que agudiza la contradicción ecológica principal del capitalismo contemporáneo.

Xi Jinping formula la siguiente constatación: Si los 1.400 millones de chinos nos modernizamos, la población acomodada del mundo de alto nivel de ingresos se duplicará; y en ese caso, los recursos existentes en el planeta serán insuficientes para abastecer a la población china. Es como un callejón sin salida.

Esto sucede cuando China lidera junto con EE.UU la cuarta revolución industrial, que termina con el crecimiento extensivo fundado en la multiplicación de los factores. El mundo asiste a una crisis civilizatoria, y esto reclama la emergencia de una nueva civilización en la Tierra, con un sentido distinto de las cosas y de la vida.

Se trata de una nueva era que exige moderación, de un punto de inflexión en la historia mundial, de un nuevo concepto vital de la humanidad….es estremecedor pero es real y debería ser un tema central en las políticas de todas las potencias económicas del mundo.


Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero.

En Twitter: @FranciscoVill87
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