Estados Unidos mantiene el poder económico del mundo

por Francisco Villanueva

De todos es sabido la pasión que siento por las instituciones europeas y por las potencias económicas que las integran, pienso que la unión política de Alemania y Francia es más mayor epopeya en el mundo global económico que difícilmente se supera. Ni siquiera el neocomunismo de China puede hacer sombra al milagro europeo.

Pero tras un mes por tierras americanas y de observar mucho la economía diaria que un turista economista ve: se observa una vitalidad social, de una fuerza de la naturaleza, de unos trabajadores con muchas ganas de crecer, una sociedad en la que el prosperar y hacerse rico, sigue estando bien visto.

Se unen estas observaciones a las noticias económicas que veía a diario de un crecimiento sostenido dentro de un mundo ahora en estado recesivo. Bien es cierto que los EEUU están en un momento que simularía a la decadencia de Roma….pero creo que aún es pronto para dar a la superpotencia por muerta.

El foro de banqueros globales que se reúne anualmente en Jackson Hole, en el estado de Wyoming, formuló coincidencias básicas en 2019. En primer lugar, se considera y se afirma que la economía global experimentó un “cambio de régimen” en sus condiciones básicas de funcionamiento; y esto obliga a revisar todos sus indicadores fundamentales (tasas de interés, nivel de inflación, política monetaria y comercial, papel del dólar, etcétera), en un contexto histórico en que el statu quo pertenece irreversiblemente al pasado. El criterio de “normalidad” ha perdido significado todo cambia y los estadounidenses lo saben.

Como consecuencia, y ante la evidencia de que la política comercial que ejercita el presidente Donald Trump se ha convertido en un instrumento de poder para resolver los conflictos que enfrenta EE.UU. con el objetivo notorio de imponer la supremacía norteamericana como líder global, es preciso redefinir la conducta del mandatario estadounidense, un personaje detestado en Europa pero que hay que estudiar más a fondo. No soy sospechoso de apoyar a Trump, todo lo contrario desde mi socialdemocracia ideológica, pero mi centrismo me permite evaluarle más y mejor después de observar muchos estados de la unión en mi reciente visita.

Para eso, es necesario dejar de lado las referencias a sus “condiciones erráticas” e “imprevisibilidad”, para discernir su sentido en términos objetivos y de acuerdo a los parámetros de la época, y mostrar de esa forma una cierta coherencia a través del conflicto, lo que le otorga una dosis inicial (modesta) de previsibilidad.

Es revelador lo que sucede con el dólar norteamericano: por un lado, es la moneda que se utiliza en más del 80% de los intercambios globales, con la totalidad de los indicadores del sistema financiero internacional —reservas, activos, tasas de interés, entre otras— en las manos hegemónicas de EE.UU.

Por otro, la certidumbre de que EE.UU. es sólo 10% del intercambio mundial y 25% del PIB global. En estas condiciones, hay que subrayar que la importancia del dólar es hoy mayor que lo que era cuando se produjo el colapso de los acuerdos de Bretton Woods en 1971.

Esta es la razón por la que hay una baja estructural de las tasas de interés en el mundo (la tasa de interés “natural” de EE.UU es hoy +0,5% anual, según la Reserva Federal de Nueva York). Por eso es que la política monetaria de los bancos centrales del sistema global ha perdido toda relevancia.

Esto se ve agudizado por el crecimiento récord de la economía norteamericana que es del 3% anual en los últimos 6 trimestres consecutivos (recordemos que España en la UE se “sale” con el crecimiento del 2%) , con un PIB que asciende a 22 billones de dólares, y que es mayor que el resto de los países del G-7 sumados.

Más de las dos terceras partes de la economía global crece por debajo de su tasa potencial en 2019, proporción que sería cinco sextos a fin de año. Este profundo desnivel desató una nítida tendencia deflacionaria en el mundo entero, salvo en EE.UU. Y esta honda disparidad entre el resto de la economía global y EE.UU. es un fenómeno reciente: más de cuatro quintas partes de la economía mundial crecía por encima del potencial en 2018, y ahora se ha reducido a un sexto esa proporción, porcentaje que corresponde en su totalidad a la economía norteamericana. El Banco de Inglaterra advierte que no hay ningún motivo estructural o macroeconómico que explique esta drástica reducción de la expansión global en sólo 12 meses.

Hay un segundo dato estratégico a destacar: las dos superpotencias, EE.UU. y China, que se encuentran sumergidas en una “guerra comercial” de extraordinaria intensidad, son al mismo tiempo las economías más integradas de la historia del capitalismo.

El comercio bilateral chino-norteamericano alcanza a 2.000 millones de dólares por día; y en él, el intercambio de bienes y servicios intermedios (fragmentados), característico de la transnacionalización productiva, se ha triplicado entre 1989 y 2018, con un valor agregado de las importaciones sobre las exportaciones que se multiplicó por cuatro en este periodo.

Se puede afirmar inequívocamente que la competencia estratégica entre las dos superpotencias tiene lugar dentro y a partir de una integración profunda e irreversible del sistema, que ha adquirido un carácter prácticamente absoluto desde el punto de vista productivo, en especial en los sectores high tech.

El sistema integrado transnacional de producción, constituido por 88.000 empresas transnacionales y sus 600.000 asociadas o afiliadas, de las cuales 44% son norteamericanas y 25% chinas, constituye el vínculo estructural del capitalismo en el siglo XXI.

Esto es lo que explica el enorme impacto que ha tenido en el mercado mundial el choque (denominado “guerra comercial”) entre EE.UU. y China en los últimos dos años; y por carácter inverso, lo que puede implicar para el mundo en un sentido expansivo un acuerdo entre Donald Trump y Xi Jinping en 2019.

Esta es la lógica que guía a Donald Trump cargada del sentido de la época. Se puede asegurar que los hombres de Estado carecen de aparato psíquico, y no poseen en absoluto ni filias ni fobias, sólo intereses de largo plazo en lo que hace a la participación de su país en el proceso de acumulación capitalista. Subestimar a Donald Trump, considerarlo una figura “errática e imprevisible”, es un error letal, ante todo desde el punto de vista analítico. La lucidez es la virtud esencial de los que deciden en el siglo XXI.

La verdad no es lo que está oculto, sino lo que está a la vista. Lo difícil es verla…e insisto que estoy absolutamente en contra de las políticas sociales, de la forma de actuar de la Presidencia, de su dialéctica facha, de sus formas, de su negacionismo climático… solo intento comprender el momento actual de los Estados Unidos de América en lo económico que es de lo que entiendo un poco.


Francisco Villanueva Navas, economista y periodista financiero, analiza cada semana para La Mar de Onuba la actualizad económica de España y el mundo. 

@FranciscoVill87
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