Eurovisión es el evento más rentable de televisión y el que genera más beneficios para los organizadores

por Francisco Villanueva

 

Viernes, 3 de mayo de 2022. Se acerca la fecha de uno de los mayores certámenes de música del planeta: el Festival de la canción de Eurovisión, hoy por hoy, el espectáculo musical más caro con la Super Bowl, que si se caracteriza por algo es, sobretodo, por su gran despliegue técnico y humano. Una producción tan espectacular como millonaria. Ahora bien la cifras desorbitadas de inversión pública y privada, los gastos de promoción y publicidad, se ven claramente compensados por un ingente negocio que crece año a año en una espiral que asombra a europeos y al resto del mundo.

Cada año el coste de la producción del Festival lo asumen entre el Gobierno del país sede, el Ayuntamiento de la ciudad donde se celebra y la televisión nacional que retransmite el evento. Por eso el dinero que se destina para el certamen varía cada año dependiendo de lo que el país que lo celebra esté dispuesto a invertir.

Las cifras netas de gasto por organizar el evento van desde los 20 millones de Suecia en 2013 a los 40 de Dinamarca en 2014, Azerbaiyán llegó a los 100 millones pero incluyó la construcción del recinto. Aunque hay que tener en cuenta que esta gran cifra incluía la construcción del Baku Crystal Hall, donde se celebró el festival.

Después de ver estas cifras la pregunta es ¿son rentables estas inversiones para los países que acogen el festival? La respuesta es sí. Los países en los que se celebra Eurovisión reciben turistas de todo el mundo que viajan hasta allí para ver el festival. Se calcula que cada año alrededor de 50.000 personas visitan la ciudad anfitriona y consumen alojamiento, comida y ocio. También es importante la publicidad indirecta que se da a los países anfitriones que conlleva un aumento del turismo en los años posteriores. Por ejemplo Austria en 2015 gastó 21 millones de euros y la repercusión económica del festival fue de 38 millones.

La pregunta que siempre hacen los más críticos con el Festival de Eurovision, además convertido en un icono de muchas personas de muchas identidades raciales y sexuales, es ¿ y España, cuánto paga para poder participar en el festival?, ¿merece la pena pagar un festival que es un reducto identitario muy nítido de una sociedad que se muestra diversa y plural?…Pues aunque muchos políticos casposos y periodistas carcas se meten con Eurovision, el festival se crece en cada convocatoria y genera siempre beneficios que son dignos de mención.

Sin contar los gastos de promoción del candidato español en el certamen, ni las dietas y alojamiento del equipo que le acompaña, España cada año paga una cantidad de dinero a la Unión Europea de Radiodifusión (UER) para poder participar. Nuestro país desde siempre ha sido uno de los cuatro integrantes que más dinero han aportado al festival y como recompensa España pasa directamente a la final cada año, sin riesgo a ser eliminada en la preselección. En el año 2015 España pagó a la UER un total de 396.918 euros para ir Eurovisión y al año siguiente la participación de Barei se convirtió en la más cara de los últimos años con un coste de 445.235 euros. En años posteriores la cantidad ha rondado los 600.000 euros y claro….a estas alturas mucha gente se pregunta si vale la pena que España invierta tanto dinero cada año con los malos resultados que está obteniendo.

El aproximadamente millón de euros de gasto total, incluyen la cuota de participación a la UER, los servicios de producción y los derechos de emisión de las dos semifinales y la gran final. Los gastos de alojamientos, dietas, sueldos, transportes, vestuario y todo lo relativo al desplazamiento y trabajo de los equipos de TVE, Chanel y la preparación y presentación de la candidatura, si bien es cierto que, por el momento, se desconoce la existencia de patrocinadores que puedan financiar una parte o la totalidad del proyecto, y el gasto que asumirá la discográfica de nuestra abanderada, BMG. El coste según el portal de transparencia de la tele uno publica es de 600.000 euros, aún así se trata de una cifra bajísima para la rentabilidad que ofrece. A pesar de las desorbitadas cifras que se manejan en el mundo de la televisión, especialmente en el contexto de crisis generalizada en el que se encuentran la mayoría de televisiones públicas europeas, Eurovisión es uno de las espacios más baratos, rentables y exitosos de TVE. La pasada edición del festival alcanzó los 5.900.000 de espectadores con un 39,2% de share, y 6.900.000 y 48,7% durante las votaciones, siendo la emisión no deportiva más vista del año, un dato que se repite salvo excepciones desde el 2008, y cuadruplicando la cuota media de La 1 en el mes de mayo del 10.3%.

Si dividimos la cuota de participación a la UER, 356.000€, entre la duración del certamen, 450 minutos repartidos en tres noches, nos encontramos con que el coste por minuto de Eurovisión es de, aproximadamente, 791€. Una cantidad irrisoria frente a los buques insignia de la televisión pública como Águila Roja, Cuéntame Como Pasó, Isabel, Masterchef o Masterchef Junior, hasta quince veces más caros, y la mitad de exitosos. La comparativa es mucho más sorprendente si se realiza con programas o series que no han contado con el beneplácito del respetable que llegaron a multiplicar hasta por cinco su precio por minuto y a dividir casi por ocho su audiencia.

Sin embargo no ha sido ni Eurovisión, ni cualquiera de los concursos o seriales de TVE, sino el fútbol el que ha provocado el escándalo y estupor de una parte de la población. La televisión ha comprado los derechos de emisión de 20 partidos de La Roja para la fase clasificatoria de la Eurocopa y el Mundial por 50 millones de euros, lo que supone un coste por partido de más de dos millones, y un precio por minuto de 30.000€. Lo más asombroso del asunto es que la rentabilidad del futbol, si calculamos el dinero que cuesta en relación a cada punto porcentual de su audiencia, puede llegar a ser un ¡600%! menor que las siempre criticadas Águila Roja, Cuéntame Como Pasó y, por supuesto, Eurovisión. Unas estadísticas que conviene guardar para contestar el próximo mes de mayo a todos los opinadores de profesión o por afición cuando saquen a relucir, como cada año, sus odios eurovisivos.

El coste que tiene Eurovisión respecto a la audiencia es bajísimo. Con un coste neto de participación de 600.000 euros y una audiencia media de los últimos diez años del 40% el precio por minuto no llega a los mil euros, mientras que una Eurocopa o un Mundial (2016 y 2018) tuvieron un coste de emisión de más de dos millones de euros con audiencias del 35% lo que disparó el precio del minuto a 25.000 euros….¡si Eurovisión es un derroche, el fútbol es de contrato de mascarillas del ayuntamiento de Madrid!

Italia después de su regreso en 2011 a Eurovisión una vez superados los años en los que menor interés generó el festival, Italia se ha volcado con la organización de este histórico certamen musical que congrega esta semana a más de 50.000 personas en Turín y será seguido por televisión por unos 250 millones de espectadores en todo el mundo. En la capital de la región del Piamonte resulta estos días casi imposible encontrar una habitación de hotel libre, con precios además por las nubes, mientras que la Policía ha realizado un enorme despliegue para garantizar la seguridad. Aunque por el momento no se registran amenazas particulares, se ha puesto en marcha un dispositivo especial que tiene en cuenta el impacto internacional del evento y el riesgo siempre presente de atentados terroristas u otro tipo de incidentes.

Después de dos años de pandemia, Turín se ha convertido en el lugar donde los eurofan pueden desatarse y compartir su pasión tanto en las tres noches de competición oficial como en el llamado Eurovillage, un espacio con capacidad para 17.000 personas y por donde pasan los músicos, artistas e ‘influencer’. Es la confirmación definitiva de la ‘festivalización’ de Eurovisión y de la evolución en la industria de la música, que ya no se compra, sino que se escucha y se baila ya sea en vivo o delante de una pantalla gigante. Los organizadores han sabido adaptarse al cambio, lo que explica el éxito de las últimas ediciones. La rentabilidad de las ventas de discos en forma de reproducciones en streaming aportan cantidades que rondan los 100 millones a las grandes discográficas y a Spotify y Apple Music, ni que decir tiene el merchandasing tan grande de los seguidores de festival.

Es difícil que un evento musical o deportivo genere lo que genera Eurovisión. En cualquier caso, aunque tengan que rascarse el bolsillo los organizadores para acoger Eurovisión, al final acaba compensando. Porque el festival suele dejar más dinero en concepto de ingresos derivados del turismo de lo que invierten los países, siendo además un polo para los visitantes durante todo el año en curso. Y es que el poder de los eurofans es innegable y no dudan en viajar cada año para ver en directo un festival que para otros está denostado. Se estima que cada año unos 40.000 europeos viajan al país organizador para disfrutar no solo del certamen, sino también del ambiente que se vive en la ciudad con personas de diferentes culturas.

Pero no siempre ha sido así. Porque ahora las facilidades de movilidad no son comparables a las que había hace unos años, sobre todo por los servicios nuevos de economía colaborativa puestos en marcha. Así, en algunas ediciones anteriores los organizadores han perdido más de lo que han sacado.

Socialmente y como fenómeno el Festival es punto y aparte. Muchas veces denostado y muchas veces envejecido, ha logrado sobrevivir y ahora mismo es un icono de libertad y solidaridad entre pueblos unidos por la música. Ahora hablar de Eurovisión es hablar de un espacio de exaltación de todo lo conseguido por los colectivos LGTBIQ de Europa, y todos los que amamos Eurovision nos sentimos orgullosos de mostrar este hecho. Cuando se junta juventud y música con multitud de banderas presididas por la del Arco Iris está todo dicho…sólo se puede disfrutar de la vida. Y si es rentable mejor que mejor….los que critican tanto Eurovisión quizá tengan otro problema.

Francisco Villanueva Navas, analista de La Mar de Onuba, es economista y periodista financiero

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