Federico inmortal; dejad el balcón abierto

por Víctor Arrogante

 

Domingo, 15 de agosto de 2021. A Federico García Lorca le fusilaron el 18 de Agosto de 1936. Tras una denuncia anónima, el 16 de agosto, fue detenido en la casa del poeta Luis Rosales, quien obtuvo la promesa de que sería puesto en libertad «si no existía denuncia en su contra». La orden de ejecución fue dada por el gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán, quien había ordenado al ex diputado de la CEDA Ramón Ruiz Alonso su detención, por socialista, masón y homosexual. La miseria de los asesinos, hace que todavía hoy, la fosa en donde se le enterró siga sin encontrarse. Todo,es una miseria de la España de ayer y de siempre.

Discúlpenme que me repita sobre esta efemérides inolvidable e histórica; Federico García Lorca, nació en Fuente Vaqueros, el 5 de junio de 1898, el año en el que España perdió sus colonias. Ha cumplido 123 años. Su vida siempre ha estado marcada por hechos trascendentales. Fue ejecutado tras la sublevación militar fascista, por su afinidad con el Frente Popular. Nunca se ha encontrado su cuerpo. Su obra sigue viva.

En 1909, cuando Federico tenía once años, toda la familia, su madre Vicenta y su padre Federico, con sus hermanas y hermano, se establecieron en Granada, pasando los veranos en el campo, en Asquerosa (hoy Valderrubio), donde Federico escribió gran parte de su obra. Siempre recordó cómo afectaba a su obra el ambiente rural de la vega: «Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones».

Escribió de su Granada, de la calle Elvira, «donde viven las manolas, las que se van a la Alhambra, las tres y las cuatro solas». Señala que «una vestida de verde, otra de malva, y la otra, un corselete escocés con cintas hasta la cola». ¿Quienes serían «aquellas tres de alto pecho y larga cola? ¿Por qué agitan los pañuelos? ¿Adónde irán a estas horas?» todo ocurría en la calle de Elvira, donde viven las manolas.

En sus poemas y en sus dramas se revela como agudo observador del habla, de la música y de las costumbres de la sociedad rural. Una de las peculiaridades de su obra es cómo el ambiente, llega a convertirse en un espacio imaginario donde se da expresión a todas las inquietudes más profundas del corazón humano: el deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística.

Se sentía, como él lo dijo en una entrevista a El Sol de Madrid poco antes de su muerte, íntegramente español. «Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el sólo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo».

Lorca siempre utiliza símbolos en su poesía: la muerte; el agua que cuando corre, es símbolo de vitalidad y estancada, la muerte; la sangre, como vida, que derramada es la muerte; lo fecundo y lo sexual; el caballo (y su jinete), portando siempre valores de muerte, aunque también representa la vida y el erotismo masculino; las hierbas, su valor dominante; los metales aparecen bajo la forma de armas blancas, que conllevan siempre tragedia; y la luna «vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira, mira. El niño la está mirando».

Federico García Lorca acababa de cumplir 38 años. Había terminado La casa de Bernarda Alba, y estaba trabajando en una nueva obra Los sueños de mi prima Aurelia. El 17 de julio de 1936 estalló en Marruecos la sublevación militar contra la República. Mientas el mundo entero admiraba a Federico como el Homero español, medios nacionales habían lanzado el rumor de que mantenía relaciones homosexuales con los componentes del teatro estudiantil, llevar una vida inmoral, corromper a los campesinos y practicar el marxismo judío; toda una condena.

España estaba al borde de la guerra, y Federico decide abandonar Madrid y reunirse con su familia. El 14 de julio llegó a Granada. La violencia había tomado las calles y la posibilidad de un golpe miliar estaba en boca de todos. Busca refugio en casa de los padres de su amigo Luis Rosales, un poeta falangista. Durante la tarde del 16 de agosto, fue detenido por Ramón Ruiz Alonso, que sentía un profundo odio por el poeta. Según Ian Gibson, se sabe que la detención «fue una operación de envergadura»: se rodeó de guardias y policías la manzana de la casa y se apostaron hombres armados en los tejados colindantes para impedir que pudiera escaparse la presa.

Todo parece que dos días después, le dieron el «paseo». El régimen franquista nunca reconoció su implicación en el crimen, si bien, en un informe de 1965 de la Jefatura Superior de Policía de Granada, se revela que Federico fue asesinado junto a otras personas. El informe afirma que el poeta «fue sacado del Gobierno Civil por fuerzas dependientes del mismo y conducido en un coche al término de Víznar y en las inmediaciones del lugar, conocido como Fuente Grande, junto a otros detenidos, fue pasado por las armas. Además, revela que fue «enterrado en aquel paraje, muy a flor de tierra, en un barranco situado a unos dos kilómetros a la derecha de Fuente Grande, en un lugar muy difícil de localizar.

«Mi corazón oprimido siente junto a la alborada el dolor de sus amores y el sueño de las distancias. La luz de la aurora lleva semillero de nostalgias y la tristeza sin ojos de la médula del alma. La gran tumba de la noche su negro velo levanta para ocultar con el día la inmensa cumbre estrellada».

Parece ser que la fecha de la ejecución de Federico fue a las 4:45 h de la madrugada del 18 de agosto, en el camino que va de Víznar a Alfacar. Su cuerpo, que jamás se recuperó, permanece enterrado en una fosa común anónima en algún lugar de esos parajes, junto con el cadáver de un maestro nacional, Dióscoro Galindo, y los de los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, ejecutados con él.

Federico sigue vivo en sus versos y en sus obras, más de ciento veinte años después de su nacimiento. Los gritos de ansia de libertad se escuchan más fuerte que nunca en la casa de Bernarda Alba. Sus luchas internas se reflejan y personifican en sus personajes. Lorca retrata a una mujer sedienta de libertad que «lucha por ser dueña de su cuerpo». Como gay, en una sociedad represiva, no pudo vivir abiertamente su condición sexual. «Eso alimenta su obra», explica Ian Gibson.

En el informe policial de 1965, que corroboraba la ejecución de Lorca por las autoridades franquistas, señala que no fue obra de un asesinato callejero. Se le acusa de socialista, amigo de Fernando de los Ríos, y masón, perteneciente a la logia Alhambra, en la que adoptó el nombre simbólico de Homero; como se ve, razones suficientes para los franquistas para cometer un asesinato.

La nieta de Dióscoro Galindo, el maestro fusilado junto al poeta, ha solicitado al juez que ordene la búsqueda de los restos de su abuelo y de Federico. El escrito presentado ante un tribunal, justifica su petición en la aparición de nuevos elementos sobre el caso: un antiguo responsable de jardines de la Diputación de Granada, reconoce que, en 1986, durante unas obras en un parque en Alfacar, en la zona donde se cree que pudieron enterrar al escritor, apareció un fémur completo que tiraron a una finca vecina. Nunca se ha investigado ese hecho. El Ministerio de Justicia cerró una búsqueda iniciada por la Junta de Andalucía tras recibir el informe de una comisión técnica que, tras analizar con radar la zona, consideró que no había signos de que allí hubiera restos humanos.

Los fascistas mataron el cuerpo de Federico por sus ideales, pero sus versos siguen latiendo vida. Federico, saltó de su tiempo para vivir en nuestro futuro y hacerse eterno. Con la Barraca soñaba llevar a todas partes la poesía, la cultura y estar cerca siempre de los desamparados y oprimidos, buscando la libertad y la justicia; un sueño que está hecho realidad.

Cuando muera dejad el balcón abierto; desde mi balcón lo siento.

Víctor Arrogante, colaborador habitual de La Mar de Onubaprofesor retirado, ex sindicalista y veterano activista por las causas de las libertades y los Derechos Humanos. Crítico analista del presente y pasado reciente, en sus columnas vuelca su visión de republicano convencido. Sus primeros artículos en la primera etapa de Diario Progresista (recogidos en el libro Reflexiones Republicanas) le hicieron destacarse como columnista de referencia para los lectores de izquierda, y hoy sus columnas pueden leerse también cada semana en 14 destacados medios digitales, como Nueva Tribuna, El Plural, Cuarto Poder o Confidencial Andaluz.

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