Incendio Almonaster La Real dos años después, nuestra tierra, sin declaración catastrófica, abocada a restaurarse sola con el paso de las décadas

Las poblaciones afectadas por el incendio de Almonaster en 2020 recuerdan que «los gobernantes y las administraciones públicas olvidan pronto sus promesas», como no haya una declaración de zona catastrófica para dar una respuesta adecuada a la terrible situación de cenicero y desolación que queda tras un incendio forestal.

Domingo, 28 de agosto 2020. Las promesas de inversión, de restauración de los ecosistemas y de devolver el paisaje a los pueblos afectados por incendios forestales no se cumplen, al menos en Andalucía. De ello dan fe las poblaciones de la Sierra de Huelva que, hace ahora dos años, vieron convertirse en un cenicero el lugar donde vivían, viendo sus habitantes perturbadas gravemente sus condiciones de vida. Las llamas destruyeron unas 15.000 hectáreas de los términos municipales de Almonaster la Real, La Zarza-Perrunal, El Cerro del Andévalo, El Campillo y Zalamea la Real, en Huelva.

A pesar de que la Junta de Andalucía publica que han ejecutado «una gran variedad de trabajos», la zona afectada que nos rodea, el cenicero, sigue igual que lo dejó el incendio. Al principio se retiraron árboles quemados con premura, para justificar de algún modo la injustificable situación en la que se encontraban los montes, pero no ha habido reforestación. La Junta de Andalucía inició los pasos para acometer los trabajos de forma participativa y con gobernanza, haciendo comisiones para ello, pero todo quedó en unas reuniones.

Los habitantes de la zona afectada por el incendio de Almonaster la Real, ocurrido hace dos años, nos solidarizamos con las poblaciones afectadas por los recientes incendios de Bejís, la Val d’Ebo y la Sierra de la Culebra. Nos alegra saber que en la Culebra, las autoridades afirman que ya se han puesto en marcha para la recuperación del espacio natural y de la economía de la zona. Por ejemplo, se ha anunciado que la venta de la madera quemada reportará unos 27 millones de euros, según lo publicado en prensa, a los pueblos afectados, de lo que tienen que reinvertir una mínima parte para restaurar la naturaleza. En nuestro caso, la madera quemada podía ser aproximadamente la mitad, pero no nos reportó la mitad de esa cuantía, 13’5 millones de euros, ni un tercio de esa cantidad a los habitantes.

Nos preguntamos ¿por qué el Gobierno no declaró zona catastrófica este área de 15.000 hectáreas de espacio natural que se quemó en este rincón de la Sierra de Huelva en 2020? Vemos que este año, para agilizar la recuperación de las zonas afectadas por los incendios forestales de este verano, el Gobierno sí ha decidido declarar zonas quemadas como catastróficas: Bejís, de Castellón, 19.000 hectáreas, o la Vall d’Ebo, de Alicante, 12.000 ha, entre ellas. Tampoco declaró zona catastrófica, en su momento, la zona arrasada por el incendio de Minas de Riotinto, donde ardieron 34.000 hectáreas de espacios forestales de las provincias de Sevilla y Huelva en 2004, y que, hasta ahora, está considerado el incendio forestal más devastador de la historia de Andalucía.

Y encima, tenemos que leer hoy en los medios, que la inversión para lucha contra incendios forestales, que prevé la junta de Andalucía en la adecuación del Plan Forestal Andaluz para los próximos años, equivale a lo que invirtió entre 2011 y 2015. Es decir, que no se incrementa la inversión, sino que se presupuesta la misma que en pasados años de crisis, donde ni siquiera había ayudas europeas. Por eso, al final, tenemos que poner toda la esperanza en la naturaleza. Los Gobiernos y las Administraciones olvidan sus promesas, aunque las podamos leer y ver en los medios de comunicación varios años después, y presumen de actuaciones que no han ejecutado.

Los pueblos afectados por los incendios forestales «seguimos reclamando ayudas para la recuperación de nuestro paisaje, nuestra forma de vida, para arraigar la población que ha ido marchándose, porque se perdió todo con el incendio». Los ceniceros rurales se deben sola y exclusivamente a la naturaleza que les daba vida, y que esperamos que, dado el desinterés político, «en varias décadas y con un poco de lluvia podrá volver a ofrecernos lo que le arrebató el incendio, con nuestra ayuda, porque seguimos plantando poco a poco, con la colaboración de organizaciones voluntarias que nos apoyan desde el principio».

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