‘Kiev entre tres razones del corazoncito de Putin’, por Pedro Pitarch

Putin, sin renunciar a ganar el conflicto no descarta una salida negociada, que podría producirse pronto y, para ello, necesita un interlocutor. 

por Pedro Pitarch

 

Lunes, 28 de febrero de 2022. En el desarrollo del conflicto en Ucrania y al margen de consideraciones morales y éticas ―lo que es mucho arrinconar―, Putin se ha mostrado, hasta ahora, como un hábil gestor de crisis, además de un clásico en la dirección estratégica del poder operacional ruso.

Hasta hace cuatro días, muchos no comprendieron que “los rusos de maniobras”, próximos a las fronteras ucranianas, no eran un bluf. Y que, por el contrario, el gran volumen de efectivos rusos en presencia, al incluir toda suerte de apoyos de combate y logísticos, constituía una formidable fuerza militar capaz de entrar en combate rápidamente. Fuerza con la que Putin, contando con una atmósfera doméstica falta de apreciables contrapesos políticos, judiciales y mediáticos ―el sueño quimérico de cualquier político occidental―, disponía así de una herramienta viable para el logro de sus fines. 

El nuevo zar, para incrementar su peso y poder negociador, y siempre dueño de la iniciativa y del control de las fuerzas rusas, desató la invasión del suelo ucraniano, tras cegar sus comunicaciones y sistemas de mando y control, en la madrugada del pasado día 24 de este mes. Las operaciones militares, rápidas y de alcance limitado, tenían por objetivos principales:  Kiev (prioritario), así como Jarkov, y Jerson para, apoyándose en el curso del río Dniéper, alcanzar y mantener una linea fuerte de noreste a sur del país que no solo pondría a Odesa a tiro de piedra, sino que, asimismo, aseguraría el Donbás, resguardaría Crimea y convertiría el mar de Azov en un “lago” ruso. Tal línea, junto a la supuesta caída de la capital, debían llevar al actual gobierno ucraniano a desaparecer, o a sentarse a la mesa para aceptar la partición de su país. 

Las operaciones, hasta ahora, se han desarrollado como (supuestamente) estaba previsto.  Sin embargo, parecen atascadas en Kiev. Y la capital de un país es, “per se”, un objetivo estratégico fundamental, tanto por albergar el cerebro de su gobernanza, como por el tremendo efecto simbólico que conllevaría su caída; en este caso, desmoralizador para los ucranianos y revitalizador para los rusos. Y a la inversa. Por ello, la demora en la toma de Kiev juega en contra de los rusos.  ¿Por qué entonces teniendo las fuerzas rusas no ya la superioridad aérea sino su pleno dominio, así como un ejército formidable y un balance  en presencia muy favorable, parecen estancadas en los arrabales de la capital ucraniana y no entran en ella, si fuera preciso, “como elefante en una cacharrería”?   

Por, al menos, tres razones. En primer lugar, porque Putin, sin renunciar a ganar el conflicto (acaba de subir la puja poniendo en estado de alerta a sus fuerzas de disuasión nuclear), no descarta una salida negociada, que podría producirse pronto y, para ello, necesita un interlocutor. 

La segunda, más técnica y práctica, es que tirar adelante “con todo” en combate urbano ―en general, más favorable al defensor bien parapetado―, es mucho más complicado que hacerlo en campo abierto. Por, entre otros: limitación de movimientos y de campos de visión; infraestructura subterránea desconocida; actuación de francotiradores; proliferación de letales artefactos explosivos improvisados; y menor efectividad de las armas pesadas. Conllevaría, además, una previsión importante de bajas propias. 

Y la tercera razón es más emocional. Quizás, algo ingenua. Porque Putin, ante una potencial defensa numantina de Kiev, difícilmente podría olvidar que Kiev es el origen común de “todas las rusias”: Ucrania, Rusia y Bielorrusia (por ello, este conflicto tiene muchos rasgos de guerra civil). Ya en el siglo IX Kiev era el corazón de la Rus de Kiev que se extendía desde el Báltico hasta el mar Negro. Consecuentemente, una operación que arrasara a Kiev, donde las víctimas civiles serían enormes, no solo sería una monstruosidad histórica, sino también un espantoso atentado contra el propio ser del alma rusa. Y Putin, quizás, también tenga su corazoncito.  Esas tres razones combinadas, tal vez ayuden a explicar qué es lo que, ahora mismo, está pasando allí.   

 es Teniente General de Ejército de Tierra (retirado).

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