La alargada sombra de Franco

por Juan Calixto


Desde un hermoso paraje en los Picos de Aroche, tecnológicamente aislado por voluntad de una multinacional de la telefonía móvil, Vodafone, aprovecho el remanso de paz que, todavía, disfrutamos en plena Sierra de Huelva, para descargar mi ira hacia estos gigantes de la comunicación que nos tratan con la punta del pie.

Ocurre que, tras devolver mi última factura por un cobro abusivo, atribuible a un incumplimiento en las condiciones de mi contrato por parte de Vodafone, han procedido, sin previo aviso, a cortarme las cuatro líneas telefónicas e Internet.

Resulta patético, y triste, que, además de pagar las tarifas más altas de la Unión Europea, tengamos que soportar las humillaciones de estos gigantes de la telefonía, los cuales tributan de manera simbólica mientras que el resto de trabajadores y pequeños empresarios mantenemos las finanzas del Estado. Todo ello permitido y consentido por Gobiernos de paja que no dudan en plegarse con docilidad a los intereses de las grandes corporaciones. Tenemos derecho al pataleo y a esperar las 48 horas que ellos estiman para restablecer el servicio.

En esta sociedad moderna no tenemos, como antes, una oficina en la que poder manifestar nuestro desacuerdo y queja. Las economías de escala y el sagrado objetivo de maximizar beneficios se las llevaron por delante. Luego vienen los políticos de oficio, siguiendo la actualidad que marcan los mass media cada mañana, hablándonos de la España Vacía, en la que sobrevivimos, como especies en extinción, personas mayores y algún joven despistado.

Por si fuera poco, el Tribunal Supremo, como máximo órgano de la magistratura, sentencia que la momia del dictador no se toca. Cómo si el problema de esta democracia deficiente fuera la ubicación de los huesos de Franco.

La sombra de Franco trasciende el Valle de los caídos, y llega a todos los rincones de una España de pandereta, en la que se siguen defendiendo los intereses de los poderosos y no hay escrúpulos en gobernar para el Ibex 35 y los rancios apellidos de quienes alentaron el levantamiento fascista contra el legítimo gobierno de la Republica.

Las humillaciones a las que nos vemos sometidos por parte de estos gigantes de la comunicación son una muestra más del déficit democrático que padecemos la gente de a pie. Y no es otra cosa que el resultado de una Transición, que nos vendieron como modélica, y cuya finalidad era mantener los privilegios de los que ganaron la Guerra Civil, borrando de un plumazo cualquier posibilidad de rendir cuentas ante el Pueblo. Es por ello que un grupo de jueces, insensibles y descarados, tienen la osadía de oponerse al levantamiento de la tumba del dictador mientras sus miles de víctimas siguen desperriadas por la cunetas de media España.

Nos queda, como decía, el derecho al pataleo, la resignación, la impotencia y confirmar, cada cuatro años, los pronósticos de las encuestas.

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