La lluvia caer

Eduardo Flores

Aunque entiendo que mi trabajo como investigador sobre asuntos de importancia relativa puede llevar a la creencia de que dispongo muy poco tiempo para el ocio, lo cierto y verdad, es, que nada se aleja más a lo cotidiano del oficio de la introversión y la duda. La pesquisa, ejercida con el empeño suficiente, difumina las lindes entre el trabajo, la molicie y el gozo. Todo ello salpimentado con grandes dosis de ignorancia e ingenuidad.

Al modo de Berlanga con el imperio Austrohúngaro, me interesan/obsesionan los sistemas complejos. Los Sistemas Complejos, así, generalizando más allá de lo comprensible. Ejercen sobre el investigador en mí la fuerza de la atracción fatal y estúpida. Fue así que surgió todo esto y la posterior decisión de compartir por escrito para incautos improbables. Demasiado humano pues. Y el resultado, menos be más menos raíz cuadrada de be cuadrado menos cuatro a ce partido de dos a. Para qué más.

Mientras las llamas consumen el futuro y las geoestrategias devienen un Risk para perturbados sufro el asedio de una canción devorada por el tiempo que, muy de vez en cuando -como todo aquello que merece una eterna oportunidad para cualquiera, Rot Steward lo sabía-, renace, impregnando de misterio el extremo de un auricular.

No fui consciente de ello hasta un incierto despertar en el que, a cambio de escuchar la insulsa musiquilla del despertador, me descubrí moviendo ligeramente los labios tarareando un estribillo: Have you ever seen the rain?

¿Estaba fallando la medicación? Pueser. O no.

De alguna forma la ciencia nos dice que nada en absoluto tiene en su fin el más mínimo sentido. Todo esto después de relatarnos en su Historia una cuasi interminable lista de engranajes que pueden acabar -por qué no: fulano conoce a mengana, algo pasa, y luego muchas más: años después mengana y fulano son inercia y entropía, nada grave: descendencia quizá; al tiempo, el descubrimiento de un quásar-, haciendo verdad verdadera lo inverosímil. Por tanto, todo tiene sentido, lo tiene el Todo. Es indiscutible. Y ahí es hacia donde me dirijo.

Para la comprensión o, mejor dicho, el intento de la misma, en lo que a sistemas complejos se refiere, se obliga a la descomposición de las partes: ¿En qué momento de la Historia se dio esto de que tantísimos hijos de la gran puta considerasen buena la idea de ponerse de acuerdo? Es una pregunta sencilla. Ahora compárenla con have you ever seen the rain? Cuestiones opuestas. Comin´ down on a sunny day.

Son inagotables las interpretaciones del famoso tema compuesto por John Fogerty para los Creedence Clearwarter Revival (y cuyo sonido recomiendo, ya sea un lunes por la mañana o precisamente por eso). Leo por ahí que una de ellas refería esa lluvia en el contexto de las bombas que los USA dejaban caer sobre Vietnam. Las buenas canciones, como los libros que son buenos -Javier Ruibal dixit- alivian dudas. Otras lecturas de letra tan sencilla como ambigua, machadiana, nos pueden hacer revolotear bien bajo sobre el bálsamo de lo mindfulness.

Aunque nada es tan sencillo. I want to know.

A estas alturas el improbable ya puede imaginar que para este investigador nada es tan sencillo. Por proponer, pero con más vista a lanzar la bola fuera del campo que a encontrar hoyo, diría que el tema de los CCR es un diálogo sosegado entre el Yo y nuestras circunstancias. Uno en el que la forma y el escenario son infinitamente más importantes que el contenido. Puevaler. Que la música siga sonando.

Ninguna duda queda aliviada. Se mantiene el asedio. Y hasta en mis paseos -propios del oficio, yatúsabe-, mis labios siguen moviéndose a su aire sureño y sin perder el ritmo. Nada me va a impedir encontrar lo que quiero saber en cualquiera de los bichos humanos que me voy cruzando por el camino: quiero saber si has contemplado alguna vez la lluvia cuando cae en un día soleado. Sólo es eso. Eso y si dejaremos algo para la calma tras la tormenta.

Tan imposible como perfecto para una ficción sería toparme en algún momento con uno sólo de los muchos hijos de puta que han decidido ponerse de acuerdo en el tiempo y el espacio. Proponerles más que preguntar la tan tarareada interrogación. Ya le ha pasado a Huhg Grant en Twitter -a su manera, claro- que dedicó bellas palabras a un malvado (léase hijo de puta, por no resultar redundante) como Boris Johnson: ‘No joderás el futuro de mis hijos. No destruirás la libertad que defendió mi abuelo luchando en las dos guerras mundiales. Jódete, patito de goma sobrevalorado. Reino Unido está de los putos nervios por ti y tu banda de pajilleros’. Es maravilloso. Boris, have you ever seen the rain?

Será que la lluvia siempre me ha parecido, como imagen en la metáfora, de una belleza particular. En mi primera novela (perdonen el autobombo) su ausencia es dolorosa e importante. En la última de don José Rasero Balón, La novela de Flor Parodi, su persistencia es importante y una interrogación. Have you ever seen the rain? ¿Dónde? Qué más da. El caso es que paseo, quizá entre palmeras, y tarareo, de forma inconsciente, un estribillo que ni siquiera sé si alguna vez reverberó en el corazón -en el caso de que en el tórax de ciertos seres, además de mierda, quede espacio para dicho músculo- de Bolsonaro. Hacer arder la Amazonía, se puede ser más hijo de puta.  ¿Cuán hermosa ha de ser la lluvia en la Amazonía? Sun is cold and rain is hard, enemigo mío, cuando arde la vida. I know! Been that way for all my time.

Ni canta ni baila -bien valga a modo de coda-, no se lo pierdan: Facha, de Jason Stanley. Publica Blackie Books en traducción de Laura Ibáñez.

En el prólogo a cargo Isaac Rosa dice cosas como esta: «Contra el fascismo que ya está aquí no podemos ser espectadores». ¿No es fantástico?

Y tú, have you ever seen the rain?

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