Los políticos se empeñan en robar el protagonismo al resto de la ciudadanía

Sánchez rompe la mayoría de la investidura al no conseguir convencer a los grupos políticos.

Buscan los 10 apoyos de Ciudadanos y la abstención del PP para prolongar el estado de alarma.

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«¿Cuánto le importa la legislatura?». La semana pasada, en la sesión de control al Gobierno, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, ya avisó. De hecho, ya avisó al comienzo de la legislatura, en la sesión de investidura de Pedro Sánchez, hace, tan solo, cuatro meses, que parecen siglos. «Sin diálogo, no hay legislatura».

Las críticas a Sánchez y al Gobierno por la forma de gestionar la crisis han venido de todos los lados, por distintos motivos. Nacionalistas periféricos e independentistas han visto con recelo durante todo este tiempo una tendencia centralizadora del Ejecutivo en la toma de decisiones. Desde la declaración del estado de alarma del pasado 14 de marzo, el Gobierno ha concentrado la gestión de la crisis y ha sido acusado de falta de empatía, escucha y diálogo con las comunidades autónomas. Desde el gabinete de Sánchez contraargumentan: «Nunca antes se había reunido tantas veces la Conferencia de Presidentes».

Sánchez fue investido el pasado 7 de enero con una mayoría compuesta por 167 votos a favor (los 120 diputados socialistas, los 35 de Unidas Podemos, los 6 del PNV, los 2 de Más País, el único de Compromís, 1 de Nueva Canaria, 1 del BNG y 1 de Teruel Existe), 18 abstenciones (13 de ERC y 5 de EH Bildu) y 165 en contra (89 del PP, 52 de Vox, 10 de Ciudadanos, 8 de JxCat, 2 de Navarra Suma, 2 de la CUP, 1 de Coalición Canaria, 1 de Foro de Asturias y 1 del Partido Regionalista de Cantabria).

El presidente del Gobierno está a punto de permitir que se rompa la mayoría de la investidura que le llevó hasta Moncloa, de perder esa mayoría parlamentaria compuesta por 167 votos a favor y 18 abstenciones. Como presidente del Gobierno, es el principal responsable de no conseguir los apoyos necesarios para sacar adelante iniciativas. Un gobierno en minoría no puede dar por sentado que siempre le apoyarán los grupos parlamentarios sin trabajarse esos apoyos.

La prolongación del estado de alarma puede salir adelante, incluso, con los votos en contra de ERC. Ciudadanos negocia con los socialistas el sentido de sus 10 votos. El PP ha dicho que no apoyará una prolongación del estado de alarma, pero podría sumarse a la abstención. Lo que queda rota es la mayoría de la investidura y la legislatura, tocada. Los socialistas han centrado su táctica de estos días en presionar al PP, «o el estado de alarma o el caos», y se han olvidado convencer a quienes le otorgaron la mayoría de la investidura. El PSOE, Sánchez y esa constante inercia de buscar el acuerdo con quiere destruirle.

Las críticas a Gabriel Rufián por la decisión de ERC de votar en contra fueron una constante durante la jornada de ayer de la izquierda española en redes sociales. En España se pasa de héroe a villano en segundos. Pero es que es complicado de entender que uno de los diputados que ha mantenido en los últimos meses un discurso más coherente con las posiciones de izquierdas vaya a votar lo mismo que Vox. No se entiende que ERC vuelva a sucumbir ante las presiones del nacionalismo catalán de JxCat en vez de apostar por tejer mayorías progresistas en este momento tan crítico, en medio de una pandemia.

El pasado verano, en el debate de investidura fallido de Sánchez que llevó a una repetición electoral en noviembre, Rufián pronunció un discurso vibrante. “Mírenlos. Miren a la derecha. Están encantados de la vida y nos están aplaudiendo con las orejas. De hecho, ellos a estas alturas, si se tuvieran que poner de acuerdo, si tuvieran que negociar, ya tendrían pactados hasta los sobresueldos”. «Acuerdo» y «negociar», obligaciones de los responsables políticos. Solucionar problemas, ante el panorama desolador actual, debe ser la prioridad.

Los políticos, a veces parece que sienten envidia del resto de la ciudadanía. Parece que cuando no se habla lo suficiente de ellos, porque la noticia, la tragedia, está en la calle o en los hospitales, generan aspavientos enormes para que los periodistas giremos la mirada hacia ellos. Con una crisis sanitaria total, que se ha llevado por delante a más de 25.000 personas en España, según los datos oficiales, los políticos quieren volver al proscenio. Agitan los brazos, gritan, llaman la atención, roban el foco, chupan cámara, venden bocadillos de calamares en el food truck de Ifema. No soportan que no se hable de ellos.

Vuelven las encuestas, vuelven a su hábitat natural. Y desde el confinamiento, desde el encierro y desde la tragedia sanitaria, en medio, además, de una crisis social y económica de consecuencias impredecibles, nos obligan a sacar otra vez el pactómetro en nuestras casas. Como si no hubiera otra cosa en la que pensar, si antes la duda fue si sale o no sale la moción de censura y después la investidura, quieren poner a contar escaños a la gente en sus casas para saber si sale o no sale la prolongación del estado de alarma.


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