Los verdes campos del edén

Es terrible, pero es así. La pandemia ha pasado ya abiertamente a ser objeto de confrontación política y materia de desgaste contra el Gobierno. Asunto político con pestilencia electoral. De hecho, en medio del drama, algunos hacen encuestas, ¡encuestas electorales! Un bochorno infinito.

Vox actúa así desde el principio, pero Vox no deja de ser, hoy y desde su origen, nada más que una escisión –ese es el lenguaje correcto– del PP por su derecha, radical y nostálgica del autoritarismo de la dictadura y el nacionalcatolicismo. Pero su origen es el PP y, por eso, se entiende con él en ayuntamientos y comunidades. Sin problema, porque además los radicales de extrema derecha no tienen en sus planes a corto plazo ocupar cargos, solo facilitar la mayoría reaccionaria. Es terrible, pero es así. Son hechos, no opiniones ni bulos ni mentiras de las que ellos propalan.

Por su parte, el PP ha cogido, una vez más, el camino del enfrentamiento insolidario. El planteamiento lo dejó claro Montoro: que se hunda España, ya la rescataremos nosotros. Es el mismo caso, porque es la misma gente, el mismo partido, la misma fuente de autoridad. Aznar. En el «que se hunda España» también caben los españoles. Cabían hace diez años, cuando se los dejaba al pairo con medidas económicas sangrientas. Y se los incluye ahora, porque de lo que se trata ahora es sencillamente de los españoles. ¿Se puede hundir España como abstracción, como idea, como objeto en manos de los socialistas sin que por ello se hundan los españoles? No. Es imposible.

Desde el minuto cero de esta crisis y cuando comenzaron a crecer los números de los fallecimientos, el PP desplegó la estrategia, y esta contiene, como todos sabemos, el uso de las víctimas: ¿recuerdan el mitin de Casado en una de las ya muchas campañas que ha perdido diciendo a su público que entre todos sumaban menos que la cifras de muertos provocados por ETA? A parte de terrible, desagradable e insensible, es despreciable hablar así, con esa ligereza. Las únicas propuestas del PP se basan en la gesticulación: los insultos y los bulos y los crespones y las corbatas negras; las mentiras calculadas y propaladas y los minutos de silencio. Nada más. No hay noticia de una propuesta, de una alternativa. Reprochar muertos, amplificar el dolor, crear angustia y promover el odio. Para eso, su herramienta más eficaz ha sido Vox. Todo combinado, todo perfecto.

Un Gobierno que gestiona una crisis como esta debe salir, aunque solo sea por probabilidad, bastante abrasado ante la opinión pública. Uno imagina, a la vista de los hechos, cómo los contadores de muertos en Génova van acompañados de gestos. Un día de marzo se llegó a mil: sabe Dios qué hicieron en la sala de máquinas. ¿Y si la tendencia cambia? ¡Ay, si la tendencia cambia!

El caso es que no es discutible lo que afirmo, porque son hechos contrastables, más allá del universo feliz de los bulos y las mentiras interesadas fabricadas en las sedes del PP y Vox. Tras el asesinato de Tomás y Valiente por un comando de ETA, Aznar culpó a González. Cambió la estrategia: el terrorismo ya no es cuestión de estado, sino objeto de ataque contra el Gobierno. Y Aznar culpó a González. Luego las treguas, el MLNV, el cinismo en estado puro. Me quedo en la estrategia: daño, dolor, miedo para minar al Gobierno. Que no respire.

¿Recuerdan al secretario de Formación del PP con Rajoy, Gabriel Elorriaga? Recuerden al menos esto. En una entrevista concedida a un periódico económico, explicaba el plan que le tocaba dentro de la estrategia: desmovilizar a la izquierda, reducir su participación. Si ellos no pueden crecer porque son lo que son, pisoteemos a los contrarios y reduzcamos su peso. Ya lo había dicho Pilar del Castillo tras el 14M: ha ganado el PSOE, porque ha ido a votar gente que no tenía que haber ido; concedámosle que el «no tenía» se refería a que «no estaba previsto».

En los años de ZP se «versionó» el plan: ni un día de tregua. Empezó con ZP: tonto, incapaz, bambi, inútil, vergüenza, sin nivel. ¿Recuerdan a Rajoy, ese señor de apariencia simpática que corre sin permiso y que alimentó con saña la legislatura del odio con Zaplana y Acebes, que se reían en el Congreso de Pilar Manjón? Ese señor de Pontevedra subió a la tribuna del Congreso con un discurso que contenía más de una decena de insultos a ZP, presidente del Gobierno.  Se siguió por las manifestaciones todos los sábados, con Obispos incluidos que en vez de controlar los abusos sexuales de sus empleados, salían de jarana contra el aborto y el matrimonio homosexual. España se rompe, amigos de ETA. Había que meter a Rubalcaba en la cárcel: eso sería definitivo para hacer caer al Gobierno. El diputado encargado, un sujeto minúsculo –hoy en Vox– atacaba todos los miércoles con el Faisán, como los medios de cabecera. Todo ordenado, todo para minar, porque ese era el camino.

Nos remontamos a Aznar, pero podemos seguir más atrás. La llegada de González provocó la reconfiguración de la derecha en el PP, fuera de la UCD, que se extinguió por inanición electoral. La estrategia de la derecha fue la de machacar para provocar el desgaste. Fraga a la cabeza. ¿La ocasión? El referéndum de la OTAN, la OTAN, sí, nada de la Alianza atlántica ni otras exquisiteces. La OTAN. El PP, atlantista, proamericano. ¿Recuerdan Palomares, Fraga y Palomares, Fraga y el embajador americano? Por ejemplo. Pidió la abstención, no quiso apoyar al Gobierno en un asunto en el que estaba de acuerdo y era una cuestión de Estado.

Así, hasta la pandemia. No van a colaborar, no van a permitir que el Gobierno gestione bien: ¿el precio? Mortalidad y pobreza en España. Mortalidad y pobreza de los españoles. Pero ya nos rescatarán ellos. ¿Recuerdan el «¡qué se jodan!» de la hija diputada del ya expresidiario Fabra al aprobarse los terribles recortes? Esa es la filosofía indirecta de la máxima estratégica. El sujeto, la persona –el español, dirían ellos– no cuenta o, si lo hace, debe ser como mártir o como sacrificado. Pero habrá homenajes, minutos de silencio, y demandas en los juzgados.

También es una forma de confundir, en eso Vox. Hace solo unos meses, Podemos rechazaba el Ministerio de Sanidad, porque las competencias estaban en las comunidades autónomas. Los contertulios, tertulianos, en fin, los arengadores de la derecha defendían a Podemos, porque Sanidad era una maría sin mayúscula ni competencia real y el PSOE quería chulearlos. Ya ven.

Hoy Ayuso, propietaria de todas las competencias en servicios sociales y sanidad, se escurre por el desagüe de periodistas en nómina, bots y agentes en las redes al modo organizativo de Steve Bannon y Cambridge Analytics, eludiendo su culpa con misas y otras ceremonias de la confusión.

Lo que viene será un infierno. Será otro infierno porque los españoles dejarán de morir y sufrir la enfermedad, pero para entonces el odio, el odio cainita terrible que asola a España desde hace dos siglos, volverá con mucha más fuerza que ahora. No van a parar.

Es terrible, lo sé, pero es así.

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